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Las cinco mejores rutas para un viaje en auto

Un road trip es una gran oportunidad para descubrir lugares increíbles, pero también a uno mismo. La plataforma Skyscanner seleccionó algunas de las mejores rutas para conducir en automóvil.  

Viajar es, fundamentalmente, sentirse libre. Durante cientos de miles de años, nos desplazábamos en búsqueda de mejores condiciones climáticas, tierras más fértiles y un entorno menos peligroso. Hoy en día, lamentablemente, también hay muchas personas que se desplazan por necesidad, pero el término de “viajero” se ha enraizado fuertemente en nuestra sociedad. Y qué forma más libre de viajar que hacerlo en un automóvil propio, eligiendo la ruta soñada y al ritmo que uno mismo se imponga. Así se acuñó el término inglés de “road trip”.

Un road trip es una aventura. Los contratiempos mecánicos o meteorológicos quedan como anécdotas de un viaje en el que se suelen descubrir recónditos lugares y los momentos de éxtasis viajero se suelen multiplicar exponencialmente.

En este artículo, compartimos la selección de la plataforma Skyscanner.com con el mejor ranking de rutas para realizar un auténtico road trip. 

1. Ruta 66, Estados Unidos

No hay road trip más famoso en el mundo que la Ruta 66. Esta larga carretera que cruza el corazón de Estados Unidos aparece en libros, canciones y películas desde que en 1939, tan solo dos años después de que se acabara de asfaltar y señalizar el trazado por completo, el escritor John Steinbeck la convirtiera en una de las protagonistas principales de su obra ‘Las uvas de la ira’.

La Ruta 66, también conocida como ‘The Mother Road’ (‘La Carretera Madre’) y ‘The Main Street of America’ (‘La Calle Principal de América’), tiene una longitud de casi 4.000 km y cruza 8 estados y 3 husos horarios, comenzando en Chicago y acabando en la cálida ciudad de Los Ángeles (si realizas el recorrido de este a oeste).

Aunque la Ruta 66 fue excluida de la Red de Carreteras de Estados Unidos en 1985, en la década de los 90 surgió un movimiento para recuperar el trazado histórico de la Mother Road.

La Ruta 66 es recorrida por amantes de las motos y los coches que quieren sentir la magia de transitar por el antiguo asfalto que pavimenta parte de la historia de Estados Unidos. Durante el trazado se detendrán en los típicos moteles, cafeterías y restaurantes que, tras la construcción de las modernas autopistas, quedaron desolados a orillas de una carretera que parecía morir para siempre, pero que fue resucitada por los nostálgicos.

Quienes decidan encarar este desafío, cruzarán por ciudades como Tulsa, Oklahoma, Amarillo, Albuquerque, Holbrook o Kingman antes de contemplar las palmeras alineadas de las calles de Los Ángeles. Desiertos, ríos, colinas, ranchos, campos de cultivo, cowboys, grandes ciudades, pueblos olvidados, rock and roll, bares mugrientos, moteles de película… Eso es la Ruta 66.

Las únicas recomendaciones son revisar el vehículo antes de arrancar la aventura, informarse adecuadamente sobre las normas de tráfico de Estados Unidos, hacerse de un buen GPS (y un mapa en papel) y elegir el mejor momento para lanzarse al road trip único, siendo primavera y otoño las mejores estaciones para hacerlo.

2. Ruta 40, Argentina

Y si la Ruta 66 es la aventura asfaltada por excelencia en América del Norte, la Ruta 40 tiene ese honor en América del Sur. Más concretamente, en Argentina.

La Ruta 40 es la columna vertebral del país. Esta ruta de casi 5.200 km de longitud recorre el país de norte a sur, en paralelo a la cordillera de los Andes. Comienza (o termina, según sea el sentido escogido) en La Quiaca, muy cerca de la frontera con Bolivia, y muere en Cabo Vírgenes, en la sureña provincia de Santa Cruz.

En el camino, atravesarás 11 provincias, 21 parques nacionales, 18 ríos principales, 27 pasos andinos – el más elevado de ellos en Salta, a unos 5.000 msnm – y una multitud de paisajes espectaculares.

Los lagos de Bariloche, los bosques que rodean a las encantadoras villas de San Martín de los Andes y Villa La Angostura, los viñedos de la bella Mendoza, los fósiles prehistóricos de la provincia de San Juan, los coloridos cerros de Salta y Jujuy, los imponentes glaciares de Calafate, los pueblos llenos de energía, como El Bolsón y Esquel, y la tremenda sensación de vastedad y soledad que se apropia del viajero en la Patagonia.

Para emprender la Ruta 40 se debe planificar bien las etapas, teniendo en cuenta dónde se encuentran los puntos de aprovisionamiento (tanto de combustible como de víveres)y los talleres para reparar posibles averías, los bruscos cambios de temperatura, y conseguir un buen mapa.

Una aventura que remueve el corazón y la conciencia del viajero. Para los descreídos, podemos recordar a un joven médico argentino que realizó su sueño al recorrerla. Se llamaba Ernesto Guevara.

3. Ruta Costera del Atlántico (The Wild Atlantic Way), Irlanda

El oeste de Irlanda guarda su corazón gaélico. El verde parece cubrirlo todo, hasta despeñarse por dramáticos acantilados cuyas raíces pétreas se hunden en las profundas aguas del Atlántico.

La Ruta Costera del Atlántico recorre unos 2.500 kilómetros de esta preciosa costa oeste, atravesando 9 condados, más de 50 playas de bandera azul y 20 senderos de largo recorrido. En el sur, la ruta comienza en el pequeño y adormecido pueblo pesquero de Kinsale (condado de Cork), mientras que su extremo norte se halla en la escarpada costa de Donegal, donde los habitantes aún se comunican en gaélico y la vida parece más sencilla y calmada que en el resto del mundo.

Entre Kinsale y Donegal están las calas escondidas de la península de Dingle, la atracción más fotografiada de Irlanda (los acantilados de Moher), las islas de Aran, Inishbofin o Skellig (ínsula a la que se retira Luke Skywalker en la nueva saga de ‘Star Wars’), uno de los acantilados marinos más altos de Europa (los de Slieve League), la abadía de Kylemore – en el salvaje Parque Nacional de Connemara -y el fiordo glaciar de Killary Harbour.

Sin embargo, aunque la naturaleza domina la Ruta Costera del Atlántico, también poblaciones como Sligo, Donegal, la estudiantil y vibrante Galway o la colorida Dingle atrapan a los viajeros.

Pintas de Guinness – la sangre oscura de Irlanda -, música de violines y arpas en los pubs, interminables conversaciones con los habitantes de una de las naciones más hospitalarias del mundo, olor a mar, a prados, a granjas… Sangre celta en vena.

La mayor recomendación es no recorrer la Ruta Costera del Atlántico con prisa, pues merece la pena saborearla bien. Hay que llevar ropa de abrigo y que proteja de la lluvia, ya que Irlanda no es tan verde por un milagro inexplicable. Simplemente, disfrutar.

4. Aotearoa road trip, 

Nueva Zelanda

Nueva Zelanda es el país soñado por cualquier director que quisiera rodar un documental, o film, basado en el poder de la naturaleza.

En una ruta de algo más de 1.500 kilómetros que recorre la mayor parte de las dos islas de Nueva Zelanda, se halla una tierra en la que el poder de los dioses maoríes parece haber labrado unos paisajes ideados para que sea imposible mantener la mirada fija en la ruta. 

Comenzando en la moderna Auckland, crisol de culturas y centro cosmopolita del país, la ruta se despliega hacia el sur, para llegar a Matamata, lugar en el que aún se alzan las casas y tabernas de uno de los pueblos más famosos de la literatura fantástica: Hobbiton (o La Comarca). El set de rodaje utilizado por Peter Jackson en las películas ‘El Señor de los Anillos’ y ‘El Hobbit’ es uno de los focos turísticos más importantes de la ruta.

Más al sur, no son pocos los que se lanzan en paracaídas sobre las aguas del inmenso lago Taupo. Las cuevas de Waitomo, con sus luciérnagas en el techo, suponen otra parada habitual, y nadie esquiva el Parque Nacional de Tongariro, con sus volcanes, bosques y tierras de aspecto lunar.

Al llegar a Wellington, capital del país, un ferri cruza a la isla sur.

La isla sur de Nueva Zelanda es una auténtica oda a la naturaleza. Escasamente poblada por el ser humano, bosques, montañas, ríos, valles, fiordos y glaciares esperan con una amplia gama de colores, olores y sensaciones.

El Parque Nacional de Abel Tasman es una joya en la costa norte de la isla sur. Siguiendo el asfalto, el Monte Cook (3.724 msnm), pico más alto de Nueva Zelanda, sirve de preámbulo a la cordillera conocida como los Alpes del Sur. Los glaciares Fox y Franz Josef y los fiordos de Milford Sound son otros puntos ineludibles de la ruta, antes de llegar a Queenstown, la meca mundial de los deportes de aventura. Allí se puede elegir entre esquiar (durante el invierno austral), descender cañones, ríos, saltar en paracaídas, volar en parapente, senderismo y, prácticamente, cualquier actividad a la que se le añada el sufijo inglés -ing.

La mejor época del año para realizar esta ruta neozelandesa es en el verano austral (el invierno del hemisferio norte). Lo ideal, para estar en contacto con esta naturaleza febril, es dormir en los magníficos campingsque se encuentran en casi cualquier tramo de la carretera.

5. Ruta Africana: de El Cairo 

a Ciudad del Cabo, África

Por último, si lo que se está buscando es aventura en estado puro, no hay ruta más apasionante que la que lleva desde El Cairo, en Egipto, hasta Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.

En el camino se debe atravesar el norte de Sudán, Etiopía, Kenia, Uganda, Ruanda, Tanzania, Malaui, Zambia, Namibia, Botsuana y Sudáfrica, aunque se pueden incluir extensiones a lugares como Mozambique o la gran y exótica isla de Madagascar.

Más de 10.000 kilómetros recorriendo el este y sur del continente africano. Desiertos, parques nacionales, sabanas, los animales más impresionantes del planeta, ríos, lagos, aldeas, caóticas ciudades, montañas y un choque cultural que no tiene parangón en casi cualquier otro lugar del mundo. Todo esto se encuentra en una ruta en la que se puede disfrutar de las hospitalarias gentes de la orgullosa Etiopía (único país no colonizado por los europeos), los gorilas de Uganda, el enorme lago Malaui (Nyasa en la lengua autóctona), los desiertos de Namibia o Sudán, las impresionantes Cataratas Victoria – entre Zambia y Zimbaue – y un sinfín de paisajes y atardeceres que quedan en la memoria para siempre.

Para recorrer esta ruta es imprescindible poseer un 4×4 o una gran moto, gran cantidad de repuestos y conocimientos de mecánica. Además, hay que aceptar pasar ciertas penurias, calor, y dormir en lugares que nada tienen que ver con el clásico concepto de hotel soñado. Por último, no se debe escatimar en el seguro médico para cubrir el viaje y disponer de todo el tiempo que sea necesario. Es una ruta más que exigente, pero también se trata de uno de los premios más grandes que puede conceder la carretera. 

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