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Un gran maestro

Todos en algún momento atravesamos alguna experiencia negativa que nos hace sentir doloridos, tristes, angustiados. Pero solamente cuando no nos resistimos a ella, sino que la aceptamos y estamos dispuestos a aprender algo de todo eso, el dolor pierde su control sobre nuestra vida. Porque el dolor es un gran maestro. 

Por Bernardo Stamateas

Colaboración especial

Siempre podemos aprender del dolor, por duro que este sea. Quien ha sido herido por alguien de su confianza, por ejemplo, aprende a reconocer a las personas con malas intenciones. Entonces ahora sabe cómo debería reaccionar ante ellas. Toda vivencia dolorosa, que en general preferiríamos evitar, puede ser convertida en una lección que nos deja un aprendizaje. 

Es posible aprender de un papá que abandona, de una pareja que engaña, de un jefe que maltrata, de un amigo o conocido que estafa. Ese tipo de acciones, sin duda, nos pueden generar un trauma y un profundo dolor; pero también contamos con la libertad de escoger aprender del comportamiento de los demás. La elección es de cada uno: que el dolor llegue a ser resentimiento o conocimiento nuevo.

Tal vez has oído hablar del gran rey David. Antes de llegar al trono, él venció a un gigante muy temido llamado Goliat que asolaba a su gente. Pero antes de ese logro, mató a otros gigantes (osos y leones que venían a atacar a sus ovejas). Es así como fue capaz de expresar: “Lo venceré tal como vencí a todos los anteriores”. 

De igual manera, cuando enfrentamos una situación dolorosa, podemos elegir decir: “Voy a atravesar y superar esta experiencia negativa como lo hice la última vez”. Esto es posible porque, como dijimos, si no nos resistimos siempre podemos aprender de lo malo. En el juego del ajedrez el final de la partida está determinado por el “jaque mate”. Este consiste en comer el rey del contrincante. Pero no hay tal cosa como el jaque mate en la vida…

Suceda lo que suceda, el juego siempre continúa. Y es uno mismo el que decide si la próxima jugada nos derribará o nos levantará para convertirnos en mejores seres humanos que han aprendido del dolor. La principal lección del dolor es que, aun en medio de las grandes crisis, es posible resistir un poco más. Dentro de nosotros hay un potencial ilimitado que nos permite no darnos por vencidos jamás.

A través de los años, todos tenemos pérdidas y reveses, que son como olas del mar que vienen y van. 

En ocasiones parecen gigantes y eternas pero el dolor es parte de la vida y tenemos que permitirnos sentirlo, sin resistirnos, para lograr agotarlo finalmente. Muchos, en lugar de enfrentarlo, prefieren anestesiarlo, pero, cuando lo dejamos que hable (¡o ruja!), somos conscientes de que estamos vivos y tenemos la capacidad de amar y ser amados. 

Amar, y a veces experimentar dolor por ello, es el juego de la vida del que todos venimos a participar. No vale escapar. Cuando el dolor se agota, estamos sanos y fortalecidos para comenzar de nuevo. Por eso, permitite sentir dolor y tratate con amabilidad y amor para que este siga su curso y te deje su lección.

 

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