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Subir, esforzarnos para arriba

Por El Litoral

Domingo, 31 de enero de 2021 a las 01:04

Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral.

Cuando escuché el texto “La colina que subimos”, de la joven poeta norteamericana de tan solo 22 años, la delgadísima morena llamada Amanda Gorman, convocada a expresarse en el acto de asunción del flamante presidente Joe Biden, decir: “De alguna manera hemos resistido y hemos sido testigos de una nación que no está rota, sino simplemente inacabada. Nosotros, los sucesores de un país y una época en la que una flaca chica negra, descendiente de esclavos y criada por una madre soltera, podemos soñar con convertirnos en presidente solo para encontrarse recitando para uno”. Como en el cine, la imagen se superponía sobre la otra con la desbocada “patriada populista” llevando a cabo desmanes en el propio Capitolio. No podía imaginarla pero sí intuida por los parlamentos y actitudes llevados a cabo por Trump activando la caldera, rompiendo para mal la otra cara de una democracia vertida por el cine, los acontecimientos, la historia.
Conocemos la otra historia, la nuestra, cuando no hace mucho tiempo ante el pronunciamiento de una ley rompieron a mansalva, gente compenetradas por consignas, gestos diversos impuestos por una demagogia avasallante, todas las veredas contiguas al Congreso de la Nación, para ser transformadas a partir de cascotes primarios en proyectiles certeros, que cada baldosa arrancada proporcionó para la “guerra final”.
La extrema que se pronuncia y hacen hábito incontrolables agitadores amañados, distan tanto de esa democracia que ante el equívoco, retrocede y se enmienda, porque realmente lo que cuesta es a la divergencia de que uno no admite el criterio del otro. Siempre ha sido así para los argentinos, por eso la convivencia es una utopía donde la mayoría siempre es el verdugo que no acepta opinión diferente, colores y figuras. Como si fueran barras patoteras que, con acciones brutales, se ganan una porción de tribuna. Claro, felizmente hoy, la pandemia no da tregua para llevarlo a cabo, ya que se juega sin público, pero la diferencia siempre está presente haciéndole pito catalán a la democracia. Marcando las diferencias del equívoco autocrático que solo dispone y no lo discute, aunque todos tengamos el derecho de opinar y criticar.
En otro párrafo, Amanda Gorman dijo: “Crear un país comprometido con todas las culturas, colores y caracteres del hombre”.
Conozco muchos distanciamientos impuestos por esa remanida política de aprietes y miradas sentenciosas, que aún creen en los estereotipos, en actitudes demagógicas, en la imagen y no en la capacidad intelectual y moral. Es una democracia que cuesta entenderla, donde un día se proyecta algo y se anuncia, y al siguiente se desdicen negando el principio que se dispuso para ser viable. Existen frases que duelen porque lo comprobamos que se cumplen, no obstante no corresponder a una democracia plena donde la víctima no es la culpable sino el victimario. La española María Eizaguirre, autora de los libros “100 días de estado de alarma. La democracia confinada”, expresa elocuentemente: “Una democracia que pivotea sobre la mentira, no tiene futuro”. Y es peligroso, porque la mentira siempre gustó para los “trámites rápidos” sin dejar rastros, solamente los hechos, que son mucho más importantes que las palabras. A las palabras se las lleva el viento. A los hechos no hay con qué darles, salvo con lo primordial, con la honestidad, porque son las consecuencias palpables que entorpecen la marcha, que desfiguran el camino. Esa ruta de cometidos que asciende con esfuerzos y que sin embargo nuestra conducta pone baches, accidentan la traza. Atentan contra los principios tan vilmente boicoteados.
Me gusta leer. Observar a los que saben, porque de alguna manera establecen caminos no cruzados, sino accesos hacia las cosas posibles porque el sistema que pretendemos lo amerita para llegar alguna vez a objetivos claros y rotundos. Marcos Aguinis, psiquiatra, periodista y escritor, aseveró merced a los hechos: “La culpa y la responsabilidad no tienen suficiente vigor. Ambas se han desorientado, están algo perdidas en el laberinto de las ‘vivezas’, ‘curros y zafadas’ que hemos sabido conseguir. Para ordenar nuestro país habría que cultivarlas a fondo, todo el tiempo, con esperanza, paciencia y obstinación, los rasgos que llevan al crecimiento de la responsabilidad, para que cesen las distorsiones que impiden su eficacia. Habría que devolverle plena majestad a la ley, castigar duramente las mentiras y frustrar la viveza”.
Ya me lo imagino al reencuentro, al intercambio de ideas en paz y armonía, teniendo firme que todos somos uno, y que ello es la patria ambicionada, respetando el uno al otro, sus ideas, sus convicciones con sus hechos como pilares fundamentales. Tal vez por ser lírico, me sumo a la palabra de Víctor Heredia cuando da la idea cabal del esfuerzo hacia arriba: “Sube, sube, sube / bandera del amor / pequeño corazón / y brilla como el sol / y canta como el mar”. Pero también hay que ser realistas buscando otros pareceres, aunque críticos, no dejan de llamar la atención, como lo aseveró Pedro Schwartz en el “ABC” de España: “Los movimientos populistas son la gran preocupación de nuestras democracias. Cunde la alarma, pero la mayor parte de los análisis del fenómeno populista son incompletos. Los expertos suelen destacar tres causas: una, la aparición de demagogos que aprovechan las crisis económicas para lanzar propuestas utópicas; dos, la ingenuidad de unos votantes que se dejan seducir por cualquier flautista de Hamelín; y la tercera, los defectos del sistema que llaman ‘neoliberal’”. Como puede verse, no se salva nadie, y menos aún las nuevas generaciones de políticos con sed de poder que nos depara la evolución inexorable.
Me gustan las poesías tangueras porque siempre definen simplemente situaciones extremas, haciéndolas en base a la verdad irónica más asimilable, pero no por ello menos lacerantes de las realidades cotidianas. Cátulo Castillo, como buen profesor de Lenguas, tenía un real manejo de ello, especialmente en su tango “Desencuentro”: “Amargo desencuentro porque ves / que es al revés…/ Creíste en la honradez / y en la moral, / ¡Qué estupidez! / Por eso en tu total fracaso de vivir, / ni el tiro del final / te va a salir”.
Atenuemos. Moderemos. No vayamos al permanente desencuentro. Hagámoslo que la persistencia nos premiará avanzar subiendo. Con esfuerzo. Con pasión. Que la colina que subimos es la antesala de ese equilibrio de poder y palabra, que libre es disenso democrático. El clima armónico que todos soñamos. Entendernos, subir todos juntos.

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