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La caída del tirano

Por Juan Carlos Raffo

Especial para El Litoral

Así como no hay poder humano que pueda detener el curso de los astros, tampoco lo hay que pueda detener el proceso evolutivo de los pueblos; e inútil es también que para ello se diga contar con la ayuda o el poder de las divinidades, porque eso tampoco ha de impedirlo, como se ha comprobado en todas las edades, particularmente en la Edad Media. Por ello, Rosas, no obstante sus horribles recursos y sus titánicos esfuerzos, tampoco pudo detener el proceso de la emancipación política y social del pueblo argentino, que concluyó por volverse tan poderoso e irresistible que terminó por derribarlo.

Con la imposición de su voluntad en el Litoral, reafirmada con la victoria de Vences que Urquiza obtiene sobre los Madariaga, pensó Rosas y creyó que definitivamente se apagó el incendio revolucionario. Pero no, allí encendió la libertad su luz que iluminó de esperanza al pueblo argentino. Y para tratar objetivamente el balance de la acción gubernativa de Rosas, apelamos a una respuesta equilibrada y desapasionada, como sin duda es la de su sobrino el general Lucio Victorio Mansilla, que le trató durante su mocedad, que vivió en aquella época y en las posteriores, que tuvo conocimiento de cosas y de hombres como pocos, y que por razones de parentesco pudo sentirse inclinado a los esfuerzos reivindicatorios que otros tan infundadamente habrían de emprender posteriormente, se pregunta: “¿Dónde está la obra de Rosas?”… Y contesta con un renglón en blanco, que es sin duda la forma menos mala en que podía expresarse, porque gobernantes y funcionarios que han hecho nada o algo tan insignificante  que equivale a nada, porque cuando cualquiera acepta un cargo sin tener la preparación y las condiciones indispensables para ejercerlo, lo menos mal que puede hacer es no hacer nada. 

El peligro consiste en que se le ocurra hacer algo, y entonces lo probable será que no se pase de puerilidades o de ridiculeces, parecidas a las de aquel loco que creía haber descubierto la Luna, que pongan en evidencia su incapacidad; que si va más a fondo, lo seguro será que no acierte más que desaciertos que pongan de relieve su audacia, su inconsciencia  o su imbecilidad, cuando no su perversidad, como ya ha ocurrido con ministros que al hacerse cargo de carteras de carácter técnico no entendieron de otra técnica que la de hacer casi a diario disparates y proporcionar así abundante tema a los diarios. 

Decir que Rosas no hizo nada, puede ser un modo de favorecerlo, pero no de expresar la verdad, porque si ésta lo acusa de no haber construido nada, en cambio lo responsabiliza de haberlo destruido todo, todo lo que los próceres de Mayo y en cumplimiento del programa revolucionario y venciendo dificultades mil habían podido construir; y no construyó nada porque las evoluciones históricas, los progresos substanciales de los pueblos no han sido nunca, no son, no pueden ser obra de vulgares mandones, sino elaboraciones colectivas merced a culturas colectivas y a dirigentes de reconocida y probada superioridad, porque en el orden político como en el social se repite la fórmula matemática de que a tales factores, tales productos, y Rosas carente por completo del mínimo de preparación y de condiciones de hombre de Estado, no sólo fue incapaz de buscar quienes le ayudasen, sino que persiguió, alejó o exterminó a cuantos podían hacer algo, e impidió que mediante libertad e instrucción, legalidad y progreso, se fuese formando una masa creciente, activa y decidida y fuesen surgiendo hombres ilustrados y caces de orientar su acción hacia finalidades benéficas lo mismo para los individuos que para la patria o para la humanidad. Así que incapaz de construir y dejar construir, no se ocupó más que de demoler, y demolió sin dejar nada en pie, como ya lo hemos probado en nuestra obra, lo hemos refirmado en la apreciación sintética de su vida y lo resumiremos a continuación. En consecuencia diremos que: 

1 - En lugar de apoyar la organización nacional bajo el sistema Republicano,, la dificulta a todo trance, por todos los medios y en toda forma.

2 – En lugar de responder y propender a la conciliación. 

3 – Se hizo investir de las facultades extraordinarias y de la suma del poder público cuando ya no tenía a su frente enemigos que pudieran molestarle, no para nobles fines como el de la organización nacional, sino para dar rienda suelta y a mansalva a sus instintos criminal nato a implantar de ese modo el sistema del terror.

4 - En lugar de afianzar el imperio de la constitución y de la ley, suprimió los derechos y garantías civiles y políticos.

5 - En lugar de fomentar la instrucción y la elevación moral, social y económica del pueblo, hizo lo contrario.

6 - Provocó la extinción de las luces del saber y la emigración, la desaparición de la prensa independiente.

7 - Destruyó la clase selecta e ilustrada, ansiosa y capaz de ejecutar la organización  nacional, y favoreció a la chusma, al malevaje, al mulataje y a la negrada, con lo que subvirtió por completo el orden social.

8 - Pervirtió la religión y a los religiosos atrayendo a estos al servicio de su causa, y profanó los altares con su retrato. 

9 - Fomentó una xenofobia inexplicable e injustificable, un nacionalismo despectivo y un porteñismo orgulloso cuando convenía lo contrario.

10 - No fomentó ni atrajo industrias.

11 - Transformó el Estado civil argentino en Estado militar cuando menos se necesitaba. Como podemos ver, la obra de la Revolución de 1810 y de los próceres no quedó nada en pie. Justificar a Rosas significaría aplaudir el sistema de la dictadura, del despotismo, de la tiranía de que tan innecesariamente usó y abusó, porque como dice Lucio V. Mansilla, su sobrino, “si bien puede ser excepcionalmente un medio, jamás deben ser un fin”.

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