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Armaron un proyecto científico con nombre guaraní para proteger a los anfibios

El enfoque de esta iniciativa académica implica el trabajo con la comunidad, que forma parte activa de estas propuestas a través de las escuelas y las sociedades de fomento.
 

Por El Litoral

Lunes, 17 de abril de 2023 a las 01:00

En la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, se desarrolla un programa que reúne diferentes proyectos orientados a la conservación de los anfibios argentinos. Se lo bautizó “Cururú”, el nombre guaraní que se da a los sapos. 
El programa se enmarca dentro del concepto de la Biología de la Conservación, una disciplina científica que se dedica al estudio de los fenómenos que afectan el mantenimiento, la pérdida y el restablecimiento de la diversidad biológica, e idealmente, a la puesta en práctica de acciones orientadas a revertir la pérdida de biodiversidad. Según detalla la Agencia de Noticias Científicas, surgió como una respuesta a eventos de disminución en las poblaciones de ciertas especies -y posibles extinciones masivas- y el empobrecimiento de los ecosistemas, generalmente como consecuencia de la actividad humana.
Cururú es un entramado de proyectos de diferentes procedencias, gubernamentales y no gubernamentales, del ámbito académico y del formativo, de iniciativas privadas de diversa índole, pero todos orientados a la conservación de los anfibios argentinos. El Programa – apoyado por el Museo de La Plata y la Fundación Félix de Azara- fue declarado de Interés Legislativo por la Cámara de Senadores de la Provincia y Nación. 
El doctor Federico Kacoliris dio más detalles sobre el proyecto Cururú. “Actualmente está conformado por cuatro proyectos. Arca de los anfibios en Argentina, por ejemplo, es un proyecto de cría ex situ (es decir, un centro donde se cría una especie de importancia para la conservación, que se localiza por fuera de su rango natural de ocurrencia) para algunas especies de ranas en peligro de extinción. También está Meseta Salvaje, una iniciativa orientada a promover la conservación de especies amenazadas y autóctonas que habitan en la Meseta de Somuncura. Además, está el proyecto de Conservación de Anfibios en Agroecosistemas, que incluye tareas de investigación, divulgación y comunicación sobre anfibios en sistemas productivos, y finalmente el Proyecto para el estudio y la conservación del sapito de la sierra, que es en sí una iniciativa de conservación de los relictos de pastizal del Sistema de Tandilia, utilizando al sapito de la sierra como especie “bandera”.
Kacoliris actualmente es investigador independiente del Conicet y se define como un biólogo conservacionista, con predilección por anfibios y reptiles. Según Kacoliris, el grado de amenaza de anfibios a nivel mundial es del 41 por ciento de las especies evaluadas. “Las principales causas se relacionan con la fragmentación y pérdida de hábitat; especies invasoras; sobre-explotación, que incluye el comercio ilegal de mascotas; contaminación química; enfermedades emergentes, como quitridio y ranavirus; y cambio climático global”, dijo el investigador.
También explicó que el enfoque del proyecto “implica el trabajo con la comunidad, que forma parte activa de estos proyectos a través de las escuelas y las sociedades de fomento. La primera liberación exitosa de ranitas criadas en laboratorio se hizo en 2018, junto a maestros y alumnos de la Escuela Hogar Nº 76 de Chipauquil, provincia de Río Negro. Cada uno de los estudiantes apadrinó y puso nombre a las ranitas antes de liberarlas, y dado que cada animal posee una marca individual especial, el monitoreo a futuro permite informar a los chicos sobre el crecimiento y el estado de salud de cada ejemplar.  En Tandil, se da el trabajo colaborativo de los Scouts de la Ciencia, que aportan su ayuda en las tareas de campo. Próximamente se terminará de editar una película realizada por el biólogo y documentalista de naturaleza Marcelo Viñas”.
Kacoliris confiesa que las circunstancias de la pandemia y las restricciones de movilidad afectaron el trabajo de cría, además de la dificultad de acceso a recursos y materiales necesarios para su funcionamiento, tales como insumos de acuario y alimento para las ranas. “La imposibilidad de llevar adelante una reintroducción de individuos nacidos en cautiverio generó que las instalaciones sobrepasaran la capacidad, en cuanto a número de individuos, complicando el manejo y promoviendo la aparición de focos infecciosos debido al estrés por hacinamiento. Fue necesario entonces aislar a los individuos enfermos, crear nuevos acuarios y empezar un tratamiento adecuado”, manifiesta el especialista.
“No se trata solamente de salvar una especie, es tratar de mejorar el mundo”, finaliza Kacoliris.

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