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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

C'est moi

En un cuadro coronado con la frase "Un cachito de ego", Chaque pegó una serie de imágenes con su pluma y una fotografía. Allí se ven un retrato que le hizo en 1963 el caricaturista Ferro, primo suyo y quien, entre otros personajes, dibujó a Patoruzú. También se encuentra un retrato de su profesor Jean Josse, una fotografía suya en el año 1995 y esta viñeta, dedicada al campesino correntino.

A lo largo de una semana y por vía postal desde Palmar Grande, en marzo de 1958 fueron enviados en forma anónima al diario La Provincia dibujos con humor sobre la actualidad, que sorprendieron a su director, Víctor Navajas Centeno, quien decidió publicarlos no sin iniciar las averiguaciones sobre el autor propietario de ese talento. Por esos días se presentó en la redacción de la calle Belgrano Mario Mauriño, llegado desde el pueblo y blanco de una pregunta ineludible: ¿Quién es ese dibujante? "C'est moi", respondió.

Según el propio Chaque lo dejó escrito en un papel pegado aun a la puerta de un armario que resguarda su archivo, el primer dibujo suyo publicado en ese periódico conoció la luz el 21 de marzo de 1958. El seudónimo con el que firmó era Youngboy. 

Chaque, como si estuviera decidido a construir su propia épica, comenzó dibujando donde podía. De hecho, su primera obra está plasmada en el anverso de un almanaque  de la casa Lentijo, un apellido hecho empresa que llegó desde Valladolid a la correntina Mburucuyá. Era el almacén de ramos generales que perteneció al padre de su esposa y madre de sus cinco hijos, Carmen.

Ese dibujo aún está a la vista de quienes visitan su casa en el barrio Yapeyú de Corrientes.

Como ese, otros 15.000 dibujos están hoy atesorados en una habitación que su fue estudio de creación, donde -cuentan sus familiares- se pasaba haciendo trazos mordaces sobre la realidad hasta altas horas de la noche. 

Su producción más prolífica fue para El Litoral. Y, según escribió en la misma esquela que adosó al escaparate de su archivo,  el "presunto" primer dibujo salió en la edición del martes 2 de agosto de 1960.

Desde entonces y hasta 2011, la coyuntura de aquellos días -la historia de hoy- le susurró a Mario Mauriño lo que hacían sus manos, se editaba en papel prensa y se traducía en la sonrisa diaria. Un forma de sobrellevar los pesares cotidianos de la economía y la política en constante ebullición.

 

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