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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Lo que se llevó

La vida está cruzada de vientos que según su energía deja basuras, quedan esperanzas que con una buena escoba pueden ser recuperadas. 

El que parte se lleva siempre algo. Aunque sea un pedacito. No deja nada en pie. La corrupción, es como Atila y los bárbaros rastrillando el terreno como quien, de última, trata, de rascar la olla, donde aún se perciben sabores, aromas, que nos recuerdan comilonas pasadas.

Llevarse es casi casi, despojar un tiempo, borrar, dejar en el ayer, las cosas queridas. Como lo plantea en el amor, la película “Lo que el viento se llevó”(Gone with the wind), la súper producción de la Metro Goldwyn Mayer, cuando en 1939 ve a la luz.

Se trataba de una novela de mucho éxito, escrito en 1936 por Margareth Mitchell, producida por David O Selznick y dirigida por Víctor Fleming, e interpretada por Clark Gable en el rol del Coronel, Rhett Butler, y Vivian Leigh como Scarlet O´Hara.

Era por primera vez, una película comercial con una duración más que larga, de 238 minutos, éxito en todo el mundo, gran consumidor de pañuelitos por tanta lágrima derramada.

“Lo que el viento se llevó”, sonaba a metáfora, que los fenómenos atmosféricos siempre se llevan algo querido, justo cuando la calma parece sosegar los ánimos.

Cuando se llevan siempre van dejando atrás, hechos que desvelan; algunos que enorgullecen, otros vergonzantes, deleznables. Se parece muchísimo a la política argentina de los últimos tiempos donde la honestidad dio paso a la corrupción a mansalva que conformó un  nuevo tipo de personalidad.

Buscar la forma. Encontrarnos. Construir la unión. Ya es hora, no nos pasemos de estación.

El interés sumó por hacer lo que no se debe, y desde la política fuimos aprendiendo cómo burlarnos del estado: habilitar contratos donde la mayoría solamente marcaba; ! qué trabajen los giles..!

Tratar de habitar esos túneles llamados Fondos Fiduciarios, parecidos a cuevas de Alí Babá, donde es posible hacer realidad los deseos más inquietantes de poseer “money”, no importa cómo.

Cuando pasan las gestiones como un viento que se lo lleva todo, solamente queda desnuda la verdad, o parte de ella. Y nos vamos dando cuenta, un poco tarde que una vez más el estado político, es generoso, hace realidad eso de ganar sin trabajar, tener presencia en las “cometas” que siempre obligan a “esforzarnos” por una causa común: “choreo”, como una canilla siempre abierta.

Pero no solo el metal, sino como el cómo, engendro de actitudes que ha llevado a este país al ajuste más brutal de su historia. Cuentan las noticias que cuando Milei, anunció que revisaría cada nombramiento al otro día en las reparticiones se presentaron personas, supuestos trabajadores, que por no asistir nunca, no se conocían unos con otros.

Los dichos se prenden de acontecimientos que nosotros mismos habilitamos por nuestros amaños, cuando la película “Lo que el viento se llevó” desveló su máxima duración de proyección que hasta ese entonces no se conocía: 238 minutos de duración, la jerga popular habilitó una frase:

“Lo que la película duró, y lo que el traste sufrió”. De la misma manera, uno sufre al comprobar a diario una nueva “chicanada” de los que se fueron, lo que nos ha postergado, mejor dicho nos han enterrado.

Con la viveza criolla como forma argentina de entender la responsabilidad, no solo la corrupción subió la presión, sino también la alta mediocridad para todas las cosas.

Recuerdo una frase que ensayó el periodismo internacional cuando asumió Alberto Fernández: “Argentina, el país que premia a sus ladrones.” Hoy, hay una nueva conciencia nacida de abajo, donde las necesidades no tienen tiempo, las clases desposeídas dijeron basta, a terminar con la corrupción.

Las cifras asustan, porque lo menos esperado, el pobrerío, gente de sacrificio, a sabiendas que si hay ajuste impensado como el de hoy, ellos son los directamente afectados, fueron los que realmente sumaron.

Ganó con el 55,69%, marcando en el balotaje una diferencia con el segundo de 12 puntos, conformando 14.345.078 votos; hoy, con imagen positiva del 52%, lo que coincide con la aseveración de Lanata: “Milei parece blindado”.

Ahora bien, había que hacer lo que se hizo, manos de hierro, decisión inflexible, pero no olvidar las enseñanzas democráticas, y las humanitarias ante tanto ajuste, donde nuevamente corresponde una mirada a esa gente de laburo que sumó su voto y sufre lo indecible.

Se trata de quienes pasan de largo la farmacia, por bolsillos vacíos. Los que con la ñata sobre el vidrio ve como la “otra” gente, hace cola para obtener una mesa, hace planes para tomar el sol en Acapulco.

Hay mucha más diferencia que antes, y la realidad es dolorosa. En la Matanza, un vía crucis en Semana Santa, fue alterado cuando una persecución policial detrás de los dueños de lo ajeno, se entreveraron con la caravana de gente venerando a Dios y clamando porque el pan no falte. Fue, un sálvese quien pueda; el desbande general.

Es digno y memorable de “Cambalache”, “la biblia junto al calefón”. Somos extremos para todo, putear desafiantes a otros pueblos no conforme con los quilombos que nos ha dejado “lo que el viento se llevó”. Faltar el respeto a nuestros semejantes desde el mismo Gobierno, como norma corriente. 

Es jorobado. Es sí pero no. La contradicción misma de un país que sinceramente “premia a sus ladrones”, nunca por sus capacidades sino por saber cómo escapar de la razón de las obligaciones.

Cuando el viento pasó, siempre es horrible lo que encontramos. Pero con nuestra actitud, no permitamos que nuestros hermanos pasen hambre. Buscar la forma. Encontrarnos. Construir la unión. Ya es hora, no nos pasemos de estación.

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Siempre quedan entre las hojas, pedacitos de esperanzas. Es lo bueno cuando el viento amaina.