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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Nunca más

La gestión de una memoria democrática es uno de los factores directamente vinculados a la restitución y promoción de valores como la libertad, la igualdad y la dignidad humana. La memoria es un derecho ciudadano. Responde a la voluntad de compartir una reflexión crítica ante los acontecimientos de nuestra historia reciente, que significaron una violación de derechos humanos sostenida y socialmente traumática.

En la madrugada del 24 de marzo de 1976, bien dicho entre gallos y medianoche, el gobierno constitucional fue destituido. La presidenta y los gobernadores  detenidos. Las casas de gobierno, ocupadas; fueron tomadas todas las estaciones de televisión y radio; el congreso fue disuelto, la corte reemplazada, las organizaciones políticas prohibidas, los sindicatos intervenidos, las obras sociales usurpadas. Se implementaron el Estado de Sitio y la Ley Marcial, y se estableció el patrullaje militar en todas las grandes ciudades. Durante ese primer día, cientos de trabajadores, sindicalistas, estudiantes y militantes políticos fueron secuestrados de sus hogares, lugares de trabajo o en la calle.

La irrupción de las minorías irrespetuosas y cobardes, escondidas tras los uniformes, suprimió la democracia, usurparon las instituciones, marginaron la constitución e ignoraron la ley. Se implementó una represión ilegal contra todo aquel que pensara distinto, con un saldo trágico de miles de desaparecidos, víctimas de torturas, niños robados, exilios, cárcel, campos de concentración. Toda clase de agravios, calumnias y rumores  eran vertidos por los  esgrimistas del odio y la mentira. La universidad, en otros tiempos, representante del conocimiento superior y ámbito de un debate ideológico sin fronteras fue ceñida a sus propósitos reduccionistas.

Por Germán Wiens

Colaboración

Especial para El Litoral.

Pero el atropello no paraba ahí, la dictadura militar y sus cómplices civiles que cogobernaron, olvidaron la nación para conseguir su interés. Así, el país, que debe ser síntesis de todas las voluntades, se transformó en un paraíso de negocios para unos pocos y un banco de prueba para el poder imperial. Como consecuencia de ello, el sector productivo fue casi anulado, desnaturalizado el crédito oficial, se destruyó a la industria nacional, fueron avasalladas las economías regionales, subordinando la capacidad de gestión a intereses extraños.

 Ya en retirada, por el fracaso del proceso económico, con los trabajadores en la calle y la imposibilidad de parar las denuncias por las violaciones a los derechos humanos, originaron una guerra para permanecer en el poder. Un homicidio colectivo de soldados. Eso fue Malvinas, más allá de las reivindicaciones justas que nuestro pueblo hace sobre un territorio propio. La dictadura, cínicamente. apeló al nacionalismo argentino. No fueron los militares los que le dieron el valor nacional, el valor patrio de las Malvinas fue una construcción histórica. Un tema sagrado para los argentinos fue banalizado, utilizado para permanecer en el poder, por tanto el recuerdo debe ser riguroso. Fue una burla al pueblo argentino y un, reitero, homicidio colectivo de soldados.   

La consigna de Memoria, Verdad y Justicia, que las organizaciones de DD. HH. y los familiares de las víctimas del terrorismo de estado usaron en la interminable lucha que desarrollan, son mucho más que palabras, encierran dolor, ausencia y muerte. Comprenden, además del compromiso de sanción para los responsables de crímenes atroces, la obligación de evitar que vuelva a suceder. Un desafío hacia el porvenir. 

Las sentencias condenatorias de una importancia enorme, solas no alcanzan, porque no subsanan las consecuencias de la dictadura y no impiden por sí mismas, que el resquebrajamiento social exista y la posibilidad del retorno de autoritarismos esté latente. Parece una especie de paradoja, pero las personas, que merecidamente se condenan, no son las mismas que cometieron los crímenes, ya no están imbuidas del poder político y económico que sustentó el régimen de terror. Si bien es cierto que tienen sus sucesores en la derecha conservadora, el método por todos asumido obliga a que los desplazamientos sean dentro de los parámetros de la democracia.

Así debemos decir que, junto con la práctica judicial, debe existir una práctica política, que existe desde los organismos de DD. HH., pero es escasa desde los partidos políticos y casi nula desde las instituciones estatales. Incluso, preocupan algunas actitudes como, por ejemplo, aquel intento, el año pasado, de movilidad por decreto de la fecha de conmemoración; la participación de represores en el gobierno, en este y en el anterior; la discusión encarada por algunos funcionarios sobre la cantidad de desaparecidos; la avanzada para dar anclaje institucional a la teoría de los dos demonios; el intento de criminalizar la protesta; doctrinas que pretenden ser novedosas, pero en verdad son vergonzosas, como la conocida Chocobar en la que hay una sobreactuación increíble; la discusión sobre la instauración de la pena de muerte; la poca actividad y presencia de algunas Secretarías  de DD. HH. 

 La memoria no puede ser nada más que la repetición, año tras año, de lo que pasó en ese tiempo a lo largo y ancho del país, como un relato puntual del horror, debe ser más abarcante para que la memoria se convierta en conciencia nacional;  debe ser un acto de recreación del pasado, desde la realidad presente y el proyecto de futuro. Desde los sucesos actuales, debemos interrogar al pasado. 

Por último, aunque el tema es inagotable, comprendiendo que la memoria colectiva se construye desde el conjunto; que no es patrimonio de ningún movimiento, partido o agrupación; hay que resaltar, especialmente en Corrientes, la importancia de resguardar los espacios conmemorativos, aquellos donde existieron centros clandestinos de detención o campos de concentración, cuidarlos, restaurarlos para preservarlos del paso del tiempo y que sirvan de museos, de escuelas democráticas, de espacios de memoria, donde las nuevas generaciones comprendan el sentido inmortal de esas dos palabras, 

NUNCA MAS. 

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