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Pensar en Mandiyú: la grieta, la fosa y la moraleja

Cuando el resultado deportivo no es más que la punta de un iceberg. Las divisiones internas de un club que necesita aprender de sus errores, superar los recelos y reconstruirse en serio en el ámbito institucional, la madre de todas las batallas del Albo. 

Por Diego Acevedo

@acvdiego

De la Redacción

De aquí en más, y al margen de los resultados deportivos que puedan darse en el futuro, el primer ascenso que deberá realizar el Deportivo Mandiyú es en el ámbito de su acontecer institucional. Es en ese espacio donde prima la necesidad de una reconstrucción y fortalecimiento, de un salto de calidad en el trabajo diario y el relacionamiento entre quienes gestionan y llevan adelante el club.

El equipo correntino cargaba con un pesado lastre y tras la última derrota en Formosa, 5 a 1 frente a Sportivo Patria, su campaña desembocó en la pérdida de la categoría en el Torneo Federal A, yendo a parar al Torneo Regional Federal Amateur, una nueva competencia que comenzará a disputarse recién el año que viene. 

La caída no fue más que la puesta en evidencia, dentro del campo de juego, de una convulsionada realidad dirigencial del Albo, que en esta ocasión no pudo ser disimulada por el resultado deportivo. En todo caso, el resquebrajamiento de las relaciones institucionales consumó el primer descenso del club, que antecedió al que luego -y por añadidura- se produjo en el terreno de una cancha de fútbol.   

Yendo hacia atrás en el tiempo, en su momento, lo de Mandiyú fue un matrimonio por conveniencia. Algo parecido a esas alianzas de campaña electoral donde prima la necesidad de un resultado inmediato pero no existe la comunión de ideas y de una manera de pensar, sentir y actuar, y en ese terreno las afinidades tienen una corta fecha de vencimiento.  

La unión entre Deportivo y Textil le permitió a ambos clubes, una vez agrupados bajo la resonante denominación de Deportivo Mandiyú, afrontar el Torneo Federal B durante la temporada 2016. Por aquel entonces, el Deportivo se alistaba para competir en el Federal C, y Textil, luego de un primer semestre sin actividad en el mapa del fútbol de ascenso del interior, disponía de una plaza para competir en el certamen Federal B. 

Fue en ese marco cuando se produjo un acercamiento promovido por el Gobierno provincial, donde mediaron actores de la vida política y del seno de la Liga Correntina de Fútbol, cumpliendo en forma exprés los trámites legales que se requerían, erigiéndose una flamante comisión directiva de conformación mixta entre dirigentes “deportivos” y “textiles”. El presidente Juan Ignacio Igarzábal y el prosecretario José María Beigbeder de un club, el vicepresidente Gonzalo Saravia y el secretario Carlos Báez Dacunda del otro, confluyeron en agosto de 2016 en una nueva conducción conjunta que asumió el compromiso de afrontar aquel certamen Federal B, el del meteórico y popular ascenso coronado en diciembre de ese año.

Ya en el transcurso de aquella campaña deportiva comenzaron a vislumbrarse las diferencias y los distanciamientos entre ambos sectores de la dirigencia, disimulados por el bronce del título y la euforia del salto de categoría. La primera chispa fueron los cuestionamientos de los ex “textiles” a la figura del director técnico Pablo Suárez (muy representativa en la historia del club), y luego el fuego se esparció con acusaciones cruzadas referidas al manejo de los fondos y la vida administrativa de la institución. En un escenario donde cada actor debía hacerse responsable del devenir del club, ocurrió todo lo contrario, ya que resultó más sencillo y conveniente cargar de culpas al bando de enfrente.

Pero en la cancha los resultados tapaban todo y la cercanía de un nuevo compromiso futbolero, esta vez el celebrado ingreso al Federal A, postergó la interna mandiyusera. En la previa de la campaña que acaba de finalizar, el día que comenzaron los trabajos de pretemporada, la dirigencia disimuló rencores, se mostró unida y posaron para la foto junto al entrenador, cuerpo técnico y futbolistas. Habló Igarzábal, después Saravia y finalmente Suárez, en una pintoresca puesta en escena. No se trató de otra cosa que un castillo de naipes que rápidamente se desplomó en el inoportuno momento de afrontar una nueva, más exigente y profesional categoría, una ruta desconocida y con desafíos deportivos por venir.

Es innegable que Mandiyú pudo cumplir con cada una de sus presentaciones en la competencia y que su plantel llegó a la última fecha del Federal A aún con chances de lograr su objetivo de mantener la plaza; y el mérito es de quienes trabajaron para que esto sea así, pese a las dificultades que fueron surgiendo.

Pero en el transcurso de estos últimos meses sucedieron tantos altercados dirigenciales que resulta difícil hacer una lista y un rápido repaso, y es una necedad pensar que no hayan afectado a la logística del Federal A como a la vida diaria del club.

En algo así como un inventario de una disparatada montaña rusa institucional del Albo, se pueden mencionar desde trámites administrativos que estuvieron a punto de fracasar -en la habilitación de pases y papeles de los jugadores-, hasta la proclamación de dos dirigentes como presidentes del club (el titular Igarzábal y su vice Saravia, buscando la destitución del primero). Sin dejar en el olvido los permanentes cruces referidos a la figura del DT Suárez (con su lógica repercusión en el cuerpo técnico y plantel) y los cuestionamientos de uno y otro bando en cuanto al manejo de fondos de la institución, libro de actas, reuniones de Comisión Directiva, Memoria y Balance, o las notas remitidas al Consejo Federal y AFA desacreditando a sus pares, y hasta la ridiculez de citar a los futbolistas del plantel superior en escenarios y días distintos para retomar las labores de pretemporada durante el inicio de este año.

La feroz interna llevó al prosecretario a tomar la decisión de apartarse del club, renunciar como dirigente y socio de la institución (recordemos que antes de la fusión ocupaba el cargo de presidente de Deportivo Mandiyú). Entre sus argumentos, Beigbeder mencionó, en un escrito presentado el 2 de enero de este año a sus pares de la directiva, que las denuncias cruzadas “no contribuyen al desempeño en forma bien intencionada de una institución”. 

En medio de todo esto, la necesidad de conseguir “un 9 que haga goles”, por mencionar cualquier aspecto referido a lo netamente futbolístico, suena distante de algo urgente por solucionar.

Salta a la vista que la dirigencia dejó pasar la oportunidad histórica de un unificado Mandiyú, que deportivamente pegó un gigantesco como impensado salto al Federal A. El mal manejo, los distanciamientos, rencores y egos estuvieron por encima del club, afectando su vida institucional y desempeño deportivo.

Si alguna enseñanza queda de todo esto, debe ser la necesidad de un salto de calidad puertas adentro en el Albo, un gesto de pacificación que permita engrandecer a una dirigencia dividida que atenta contra sus propios intereses institucionales.

En la faz deportiva, la vida del club sigue con sus distintas disciplinas, y en lo futbolístico se avecina la competencia de la Liga en primera y divisiones menores, y un poco más lejano el futuro Torneo Regional Federal Amateur 2019. En lo institucional quedó flotando la promesa de la casa propia y de una cesión de terrenos anunciada con bombos y platillos, en el momento del éxito deportivo, tanto por dirigentes gubernamentales como municipales. Es que Mandiyú, pese a sus históricas oscilaciones, supo erigirse como un actor simbólico de la vida correntina. Y es ese otro aspecto del que deben sacar provecho quienes tienen la responsabilidad de conducirlo. 

Aflora una moraleja al final de este relato, que sin saber si llegará a destino, se suelta casi como un mensaje embotellado al mar: que la grieta actual no se convierta en una fosa sin fondo que termine por tragarse a Mandiyú.

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