Una esquela en el área de alumnado de la carrera de Ciencias Económicas, sorprendió a la comunidad universitaria. En ella rezaba la frase: "aprobé la última materia de la carrera de contador público. Agradezco profundamente el acompañamiento que me brindó la Facultad".
Se trata de Andrés Saúl Antoniazzi, un ex combatiente de Malvinas oriundo de Santa Lucía, que tras varias circunstancias que se interpusieron en su vida, entre ellas la guerra, a los 62 años logró recibirse de Contador Público en la Universidad Nacional del Nordeste.
El título profesional es una de las metas culminada, además de otro sueño que está próximo a cumplirlo . Según pudo anunciarlo en un video de la universidad, tiene planificado regresar a las Islas Malvinas el próximo viernes 11 de abril . "El título y el regreso a Malvinas son sueños alcanzados que cierran un poco el dolor vivido. Poder estudiar fue un deseo permanente y un bálsamo tras la guerra”, manifestó en una entrevista realizada por el Portal Unne Medios.
Con el objetivo firme de terminar sus estudios universitarios, el viaje a Malvinas fue un proyecto que Andrés postergó varios años. “No haber podido terminar mi carrera fue un dolor constante, por años, por eso recibirme implica cerrar una herida, sacarme una mochila pesada. Regresar a Malvinas será sacarme la otra mochila que me pesaba”, expresó.
En la oportunidad de la entrevista, el ex veterano correntino rememoró su experiencia en Malvinas, marcada por el fuego del conflicto bélico a 43 años de la Guerra en Malvinas.
Un Poco de Historia
Andrés nació en la ciudad de Goya, pero pasó gran parte de su infancia y la adolescencia en Santa Lucía, donde realizó sus estudios primarios y secundarios. Siempre tuvo el interés de estudiar una carrera universitaria. Sin embargo, ese sueño se vio interrumpido cuando estaba cumpliendo con el servicio militar obligatorio, período de tiempo que coincidió con su último año de secundaria.
Su sueño de inscribirse a una carrera profesional, se postergó cuando salió sorteado para cumplir servicios en la Infantería de la Marina, donde se instruyó dos meses en el centro de formación del Parque Pereyra Iraola en Buenos Aires. Después, le tocó partir a Tierra del Fuego, donde su destino fue el Batallón de Infantería de Marina N°5, en el cual cumplió 14 meses.
La experiencia de la "colimba" no iba a ser el hito más impactante en su vida. Algo más estaría avizorando el panorama: la guerra contra Gran Bretaña.
Desde Tierra del Fuego, Andrés debió movilizarse a Malvinas, donde su batallón desplegó operaciones de defensa en los montes Tumbledown, Sapper Hill y William. Este episodio le hizo perder amigos, camaradas y vivir una experiencia inesperada: entrar en combate.
“Ahora rememoro lo que hice con 20 años y no puedo creerlo. Enfrentamos a hombres de 40-45 años, militares de carreras, y que no eran sólo ingleses sino integrantes de ejércitos de distintos países nucleados en la OTAM”.
Tras los días en Malvinas, finalizados los enfrentamientos, una parte del batallón regresó a Ushuaia en el buque Almirante Irizar y el grupo restante, entre ellos Andrés, debió retornar en el buque hospital Bahía Paraíso a Puerto Belgrano para hacer reparaciones.
Fueron 54 horas de viaje a Puerto Belgrano, donde estuvieron un día antes de volar a Río Grande, lugar en el que se entera que no volvería a su casa, sino que debía seguir su etapa de servicio militar obligatorio.
En ese período de tiempo como era complicado comunicarse, los padres de Andrés fueron a la central telefónica de Santa Lucía, Corrientes, cuyo operador era padre de otro conscripto del mismo batallón que ya había regresado a Ushuaia, y desde la sede del batallón se comunicó con su familia.
“Ahí mi padre pensó que quedé en Malvinas, porque no los llamé, pero yo estaba en un buque con otro destino” recuerda.
Días después, finalmente Andrés se comunicó con su familia, con gran emoción de su padre que no podía hablar, y alegría de su madre, a quienes igualmente tuvo que darles datos precisos sobre qué plantaciones había en el campo en Santa Lucía y preguntarle sobre los trabajadores, para que realmente confirmen que era su hijo quien llamaba.
A pesar de lo vivido en la guerra, debió cumplir trece meses de instrucción de instrucción en Tierra del Fuego y un mes antes le dieron la baja como premio por haber estado en Malvinas.
Recién a principios del mes de septiembre 1982 le confirman que podría regresar a su casa. Así, el 3 de septiembre, día del cumpleaños de su madre, le entregan DNI para poder volver y al día siguiente salieron desde Río Grande hacia el aeropuerto de Ezeiza en ciudad de Buenos Aires.
Si bien la Armada les otorgaba pasajes en tren, decidió regresar en colectivo a Santa Lucía para hacerlo más rápido. En la Terminal, al llegar, ni bien se detuvo el ómnibus, su padre subió hasta la mitad del pasillo para abrazarlo.
“Mi padre lloró los 74 días que estuve en Malvinas, mientras mi madre era más fuerte en ese sentido” reflexiona y recuerda que desde Malvinas le escribió dos cartas a su familia, fechadas el 11 y 18 de abril, pero luego estuvieron incomunicados por 63 días en las Islas, hasta el regreso al continente.
El regreso a la Facultad
Antes de la guerra Andrés tenía pensado cursar estudios universitarios, pero no tenía definida una carrera.
“Cuando vuelvo de Malvinas mi papá me preguntó qué quería hacer, y le dije que quería estudiar Medicina, pero me respondió que era muy larga. Y como un compañero del servicio militar me había contado sobre las materias que cursó de ciencias económicas, me decidí por contador", mencionó.
Para estudiar se fue a vivir a la ciudad de Resistencia, en la que compartió departamento con el actual Decano de la Facultad de Ingeniería, Dr. Ing. Mario De Bórtoli, oriundo de Goya.
A buen ritmo avanzó en su carrera, logrando llegar a 22 materias aprobadas de un total de 30 del plan de estudio de ese momento. Sin embargo, un problema de salud se le interpuso en el camino, la enfermedad de su padre. Esto le obligó a regresar a Santa Lucía y dejar los estudios.
Con el tiempo le planteó a su padre la posibilidad de reorganizarse para retomar la carrera, a lo que su padre pidió esperar un poco, “ya tendrás otra oportunidad”.
Luego de esa última frase que le dijo su padre, pasaron 27 años entre cuestiones familiares, personales y de trabajo. En ese período de tiempo tuvo dos hijas, y aún seguía latente en su memoria el anhelo de volver a Malvinas.
Obstáculos que debió atravesar hasta llegar a la recta final:
Luego de 22 años de servicios, la empresa en la que trabajaba cerró, y al buscar otra fuente laboral enfrentaba la limitante de la edad, lo rechazaban por superar los 50 años. En busca de otros horizontes, fue a una escuela técnica de Santa Lucía a capacitarse en oficios, y en esos cursos empezó a relacionarse con estudiantes más jóvenes, quienes le pedían que le cuente sobre su historia en Malvinas.
“Esa buena relación con los jóvenes me hizo ver que mi edad quizás no sería un problema para volver a estudiar en la Universidad”, sostiene.
Así, “un día viernes de frío, negro, con llovizna, barro, bien al estilo Malvinas, llegué a la Secretaría de Bienestar Estudiantil de la Facultad y pregunté sobre mi situación académica, y me dijeron que estaba en condiciones de continuar mi cursado”. Fue de esa forma que se reinscribió, con incertidumbre, pero con una dosis mucho mayor de esperanza e ilusión.
En el año 2019 fue a vivir a la ciudad de Resistencia para cursar dos materias teóricas-prácticas, y luego por la emergencia por pandemia debió permanecer en Santa Lucía desde donde continuó con las actividades académicas de manera virtual.
En el año 2022 retomó la carrera de manera presencial, pudiendo regularizar sus últimas dos materias, y rendir un final, pero nuevamente sus planes se frenaron por tener que dedicarse a organizar el lote de un campo que recibió en Santa Lucía.
En medio de largas jornadas de trabajos de desmonte de su campo, aprovechaba los tiempos de descanso para mirar videos sobre la materia que le falta por rendir. Tuvo varios intentos de inscribirse a ese examen, pero sentía no estar lo suficientemente preparado, hasta que, a finales de diciembre de 2024, presenció una mesa de examen de esa materia en la Facultad, y allí se sintió listo, por lo que pasó los meses de enero y febrero estudiando por horas cada día, incluso a pesar del calor y los cortes constantes de energía.
A finales de febrero dio el gran paso de inscribirse para la mesa de exámenes de la primera semana de marzo.
Para poder rendir sin pasatiempos y con calma, decidió alojarse un día antes en la ciudad de Resistencia. Pero el mismo día del examen, 5 de marzo, le avisan que debía ir a Corrientes para firmar los papeles del viaje a las Islas Malvinas. “Si bien el viaje era mi gran ilusión, la zanahoria por delante era primero el examen», expresa.
Fue así que se presentó a la mesa de la materia Contabilidad Pública, y pasó sin sobresaltos, y pudo obtener así el tan ansiado título universitario. "Cierro una herida, cierro una etapa de mi vida” expresa en relación al significado de haberse graduado, y agrega que “sin dudas que la guerra me marcó a fuego, pero la Universidad también lo hizo”.
Andrés rememora las variadas veces en las que viajaba a la ciudad de Corrientes por razones médicas o algún tipo de trámite, y “me cruzaba hasta Resistencia para caminar por los pasillos de la facultad, pues me hacía bien, me reconfortaba”.
Distinción
Por su historia de vida y por su esfuerzo como estudiante, recibió recientemente un reconocimiento por parte de la Facultad de Ciencias Económicas. Ya con el título en mano, aunque en verdad falta todavía el acto de graduación, señala que su objetivo es primero hacer experiencia trabajando con otros pares contadores o en estudios contables, pero «sé que quiero dedicarme a mi profesión”.
En este mes de abril, a 43 años del conflicto bélico, Andrés volverá a pisar el suelo Malvinas. Lo hará junto a una comitiva de ex combatientes de la provincia de Corrientes que toman este viaje como un cierre a lo que le deparó la guerra.
“Espero que me reconozcan como el hombre que luchó con la pluma y la palabra para ser contador”, bromea sobre su buena relación con los ex combatientes, y añade que “más no puedo pedir, me recibí y volveré a Malvinas”.
Para concluir, remarca que siempre tiene presente el sacrificio de su padre y madre, quienes gracias a la ayuda económica le permitieron estudiar durante su primera etapa universitaria. Su madre aún vive, tiene 81 años y goza de buena salud, y fue la primera en entesarse que se recibió de contador, incluso antes que sus hijas, a quienes también agradece por el acompañamiento para el logro del título universitario.
“Más no puedo pedir, me recibí y volveré a Malvinas”, culminó el gran ex combatiente.
Hace click acá para ver la entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=rOt0tydDOlc