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¿Qué nos pasa después de la muerte?

Si el alma y el espíritu son sutiles e invisibles, no pueden ser percibidos en este mundo físico, y pertenecen a otros mundos o planos de existencia no perceptibles en este universo tridimensional. Entonces, ¿qué sucede al morir el cuerpo físico? ¿Adónde van las almas de las personas que mueren? ¿Siguen viviendo en otro plano o nivel  espiritual?

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral

Partamos de la base de que la muerte no es el fin de la vida, como lo reconocen todas las religiones, sino por el contrario, es el comienzo de la otra vida, la verdadera, más profunda y espiritual. Llegado el momento de nuestra partida, cuando nos despojamos de este “ropaje” físico llamado cuerpo, cuando cesan todas sus funciones vitales y pasamos a otro plano dimensional, nos liberamos de todo lo físico, para muchos este es el momento en que se rompe el famoso “cordón de plata” que según muchas religiones, especialmente la tibetana, une al cuerpo físico con el alma o espíritu. Este proceso de desprendimiento puede durar en algunos casos hasta 72 horas, aunque normalmente es dentro de las 24 horas posteriores a la muerte. Aunque el cuerpo físico esté muerto, el alma permanece en ese lapso con el cuerpo, hasta que toma conciencia de que murió en el mundo físico y lentamente se despega hasta tomar su verdadero destino definitivo en los planos superiores. Hay casos en que las almas no toman conciencia de su muerte física, y se resisten a irse, vagando errantes por el nivel inferior o bajo astral, son las conocidas como “almas en pena”, que no descansarán hasta que vayan al lugar que les corresponde.

La persona capta y entiende todo lo que sucede alrededor de su cuerpo ya muerto, desde preparativos para el sepelio, llantos, dolor, conversaciones, como si estuvieran viendo una película, sin tomar parte ni darse cuenta de que es el verdadero protagonista de la misma. Cuando la persona se da cuenta de la verdad, en algunos casos se resiste a abandonar este mundo físico en el cual vivió desde que nació. Todo lo que lo espera en el mundo espiritual y astral, para él será nuevo y serán experiencias que deberá pasar forzosamente.

Cuando se rompe el lazo entre el cuerpo físico y el espíritu, un conjunto de seres inmateriales acompañan al alma en su partida y llegada al otro mundo, para que sea menos doloroso el proceso de la transición. Por lo general, son parientes, amigos y conocidos que lo esperan con alegría, ya que la muerte en el mundo físico es el nacimiento en el mundo espiritual y astral.

Los parientes y amigos, que lo fueron en el mundo físico, aguardan en el mundo espiritual para recibir al alma que regresa después de su tránsito por esta tierra y lo hacen de la misma manera que los padres reciben a un niño que acaba de nacer. Dice la tradición que, al menos por tres días, el espíritu, acompañado por su guía, puede visitar aquellos puntos de la Tierra que quiera ver, ya que para ellos no existen distancias ni impedimentos físicos. Asimismo, puede aparecerse a los seres queridos en sueños o de manera directa, manifestándose como “fantasmas” o “aparecidos” como popularmente se los llama. Después de la muerte, el hombre cambia de estado, pero no de lugar, tiempo y espacio desaparecen en el plano astral.

La otra vida

El recorrido que sigue cada alma en el mundo espiritual es distinto y diferente para cada una de las personas que murió, de la vida que cada ser humano haya llevado sobre la Tierra, dependerá el tránsito que realice su alma en el más allá. Cuando la muerte se hace presente, la envoltura corporal inicia su proceso de descomposición y el espíritu ingresa a un estado de confusión durante el cual no logra convencerse de que ha muerto, simplemente porque aún ve, oye y piensa. Poco a poco se da cuenta de que, no obstante, ver a sus familiares y amigos, no puede comunicarse con ellos. El los ve, pero ellos no, porque están en otro plano dimensional. Les habla, pero ellos no pueden escucharlo y al tratar de tocarlos, tampoco lo consigue.

Cuando por fin puede salir de este estado, el espíritu percibe que está vivo, pero con facultades nuevas.

Luego de la muerte física, el alma ingresa a una zona donde tendrá la primera residencia temporal, es la región donde se realiza el proceso de purificación del espíritu recién desencarnado. Una persona que se haya desarrollado espiritualmente atravesará rápidamente esta región, es elevada a un nivel superior, sin quedarse en ella. En cambio, los que vivieron en actitudes negativas o aferrados en demasía a lo material despertarán en la región que le es afín y tardarán mucho tiempo en salir de ella. La duración de la estadía allí depende del grado de desarrollo espiritual que la persona haya alcanzado en la vida física. Esta zona es lo que algunas religiones llaman Purgatorio.

A su llegada al mundo espiritual, las personas se encuentran con todos  los que en la vida física habían sido sus amigos y parientes, todos se vuelven a ver, pudiendo contactarse entre sí, pero por tener las almas de cada uno distintos grados de elevación, por la vida que cada uno llevó en el plano físico, aquellos que se han diferenciado mucho, comienzan a separarse tras un tiempo. Sólo podrán continuar juntas las almas que son afines espiritualmente, la semejanza espiritual aproxima a las almas, en tanto que las diferencias las separan y alejan. Las almas son agrupadas de acuerdo con su grado espiritual y cada espíritu que llega es conducido hacia sus iguales.

Mientras dura su purificación, cada alma deberá permanecer allí hasta que pueda seguir ascendiendo a otros niveles. Según el investigador psíquico alemán Rudolf Steiner, esta etapa de purificación de las almas dura aproximadamente una semana, pero puede llegar a durar muchos días más, incluso cientos de años, de acuerdo con la condición de cada alma. Es lo que se llama la ley del Karma, que es inflexible.

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