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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

19 de julio

Por Juan Carlos Raffo

Corría el año 1811... y una escuadrilla española anclaba frente a la ciudad de Corrientes. Compuesta por 28 buques armados al mando del comandante Manuel Clemente, la escuadra fondeó sobre la costa del Paraná. Había salido de Montevideo y su misión era dominar el río para quien quisiera comunicarse con la capital de la banda Oriental pudiera hacerlo.

Luego de la derrota de Belgrano en el Paraguay se propuso en La Junta Grande la fortificación de Corrientes, pero todo quedó en un proyecto irrealizado. Para colmo, el general Belgrano se había llevado hacia la Banda oriental lo mejor de las milicias correntinas con todo el armamento trabajosamente reunido, quedando la provincia indefensa ante un eventual ataque enemigo.

El 7 de abril de ese año 1811 se había presentado una flotilla frente a la ciudad de Corrientes a cuyo frente venía el catalán Jaime Ferrer, quien primero exigió cosas que se le otorgaron, como vigilar el paso de tres barcos realistas que procedían de Montevideo, aunque no satisfecho, terminaron desembarcando y apoderándose de la capital de la provincia. Incluso, hicieron jurar al cabildo obediencia al Consejo de Regencia y a las Cortes.

Elías Galván intentó poner sitio a la ciudad, pero superado en número de soldados y armamento tuvo que replegarse hasta Empedrado. De allí Galván se trasladó hasta La Bajada (hoy Paraná) a buscar armas y refuerzos; en tanto Ferrer se alejó de Corrientes pensando que estaba asegurada su custodia dejando como comandante al capitán Blas José de Roxas. Lo que no tuvo en consideración Ferrer fue que Roxas estaba en combinación con otros patriotas paraguayos con quienes gestaban en silencio la revolución guaraní, que terminó pronunciándose el 14 de mayo de ese año 1811.

Luego de la partida de los paraguayos y la reasunción de las autoridades patriotas, se vio la necesidad de crear un sistema defensivo para que la ciudad no volviera a pasar las horas de angustia que le había tocado vivir.

        

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