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¿El comienzo del fin del régimen de Maduro?

Nicolás Maduro enfrenta a su país y al mundo con una Constitución venezolana “de bolsillo”, en miniatura, cuyas palabras apenas se pueden leer. Hoy Venezuela se presenta con dos presidentes que se desconocen mutuamente: uno, Nicolás Maduro; el otro, el presidente de la Asamblea Nacional. 

Por Cornelia Schmidt Liermann

La autora es diputada nacional, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Hcdn. Nota publicada en infobae.com

Un dictador sin carisma. Un tirano aliado al narcoterrorismo. Un opresor que tiene subsumido a su pueblo en una crisis humanitaria. Podría ser este el borrador de alguna novela propia del boom literario latinoamericano. Podría salir de la prosa de un Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez. Sin embargo, se trata del heredero de Hugo Chávez, que, lejos de permitir el libre diálogo democrático, lo cerró bajo siete llaves.

Nicolás Maduro enfrenta a su país y al mundo con una Constitución venezolana “de bolsillo”, en miniatura, cuyas palabras apenas se pueden leer. 

Y así, de una Asamblea Nacional votada por el pueblo y con mayoría opositora, el dictador creó otra, con sus seguidores más acérrimos. 

Podríamos seguir describiendo malabares torpes, rayanos en el ridículo si no fuera por los tres millones de venezolanos que ya han abandonado el país y todos aquellos que hoy mueren por desnutrición o por falta de medicamentos.

Esta tragedia sucede en el medio de nuestra Latinoamérica y, cada día que pasa, la amenaza es más severa. ¿Cómo retomar la senda democrática? ¿Cómo contener a los millones de compatriotas que por niños, o por mayores, o por extrema pobreza no les resulta posible el exilio?

Pues, podríamos decir que un muy buen paso es el de consolidar la oposición. 

Una oposición que, arrasada por la falta de instituciones, no supo estar a la altura de la crisis. Pero que resurge. Hoy Venezuela se presenta con dos presidentes que se desconocen mutuamente: uno, Nicolás Maduro; el otro, el presidente de la Asamblea Nacional.

Y ahora que la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Lima desconocen la autoridad de Maduro, ¿cuál debería ser el siguiente paso? El pasado reciente nos enseñó que los bloqueos económicos llevan más hambre y desesperación a la población, mientras los dictadores se ufanan de su “lucha contra el imperialismo”.

A esta hora de tensión, los movimientos internos y los diplomáticos deberían ser sabiamente articulados. 

Una oposición unida, nuevas elecciones transparentes, un puente de oro para el régimen chavista, urgente ayuda humanitaria, liberación de los presos políticos. ¿Pacto de no agresión?

Sin bloqueos de ningún tipo. Cualquier amenaza externa debilitará in extremis a la población venezolana. Estas posiciones “inciertas o ambiguas” podrían ser leídas como débiles o falsas para todo aquel que cree en la democracia de la región, pero son los venezolanos, aquellos que han sido tan solidarios con nuestro país, los que están en riesgo.

Es por ello que pedimos desde aquí que las embajadas sigan funcionando, que insistamos con la ayuda humanitaria, que estrechemos lazos con la oposición, con toda la oposición. 

Y, quizás, será la presión conjunta o un puente de oro construido por el esfuerzo de aquellos que todavía tienen una pizca de alma humanitaria y republicana lo que finalmente libere a Venezuela del hambre y la enfermedad.

Estamos seguros de que, llegados a este punto de la historia, no habrá intimidación que acalle el clamor por la libertad del pueblo venezolano. Cada injusticia hace resurgir el espíritu de Bolívar, hasta llegar a tener un gobierno que sea “eminentemente justo, eminentemente ético, que encadene la opresión. Un gobierno que haga triunfar la igualdad y la libertad”.

A Maduro y sus adláteres les pedimos: frenen esta carrera de injusticia y violencia que solo trae hambre y desolación. Elijan la paz. Elijan a la gente,

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