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El desafío de un déficit fiscal sano

Por Diego Piccardo e Iván Cachanosky

Publicado en ambito.com

Argentina tiene muchos problemas económicos como la inflación, el dólar, la deuda, etc. Sin embargo, el “pecado original” de todos ellos es el déficit fiscal crónico que tenemos desde hace décadas, producto del elevado gasto público.

Tanto Mauricio Macri como Alberto Fernández pueden decir que heredaron un déficit fiscal elevado e insostenible, y ambos tienen razón. La brecha entre los ingresos y los gastos del Estado argentino es generalmente deficitaria. Contando desde 1960 hasta la actualidad, solo hubo 5 años en los que se consiguió un superávit fiscal (entre 2002 y 2007) y fue producto de una brutal devaluación. Así, Argentina se enfrenta con un problema estructural que requiere medidas estructurales para resolverlo.

Como dijimos anteriormente, el gobierno de Cambiemos heredó un fuerte déficit fiscal. Afortunadamente, al momento de asumir y en los primeros meses de gobierno, primereó el discurso de la necesidad de encarar “las reformas que nadie se animó hacer” y así sacar a nuestro país de la decadencia permanente. Como resultado de la confianza generada, se logró una salida no traumática del default y una salida ordenada del cepo. Como consecuencia, se logró un rápido acceso a los mercados de crédito que le permitió al gobierno financiar el alto déficit fiscal.

Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. ¿Por qué? Lo que sucedió es que el gobierno de Cambiemos no realizó el ajuste del sector público de forma ordenada en el inicio del mandato, en donde había financiamiento para hacerlo con el menor costo social posible. La victoria oficialista en las elecciones legislativas le dio un envión anímico al gobierno que el mercado pensó que serviría para darle el apoyo político para hacer las reformas estructurales. Pero esto no fue así, el “reformismo permanente” quedó en la nada y cuando cambió el contexto en los mercados internacionales en marzo del 2018, el mercado le soltó la mano al gobierno dejando de otorgar financiamiento. Entonces, no quedó otra opción que recurrir al FMI y realizar el ajuste de forma desordenada y más costosa en términos sociales.

El resultado del desordenado ajuste es un bajo déficit primario del 0,4% del PBI, pero un alto déficit financiero que tiene origen de la deuda tomada durante los dos años de inacción fiscal.

De esta manera, el gobierno de Alberto Fernández tiene que aprender que de nada servirán los parches que viene aplicando para “encender la economía” si no se reestructura el sector público de manera ordenada. Si comete el mismo error que Mauricio Macri, va a terminar haciéndolo en medio de una crisis más fuerte que la actual y con mayor costo social.

Finalmente, lo que Argentina necesita es un gobierno que esté comprometido a hacer las reformas estructurales que los políticos no quieren, no pueden o no saben hacer. Muchos funcionarios, especialmente los del gobierno macrista, argumentan que dichas reformas son imposibles. Lo que sucede es que si seguimos haciendo lo mismo que venimos haciendo hace 70 años, vamos a llegar a una crisis de tal magnitud que lo imposible se va a transformar en lo inevitable.

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