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Deconstruir

Domingo, 27 de junio de 2021 a las 01:03

Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral

No tirar abajo nada. Ni destruir. Solo se trata de pensar mejor. Buscarle otra vuelta. El pensamiento lo puede y es capaz de todo. Pero el asunto es de unir, de reencontrarnos, de abrazarnos en una idea común. Ordenar este desorden. Poner todas las ideas pero sin partidismos. Olvidándonos por un momento de los misiles pensados. Excluyendo para siempre el autoritarismo, deponiendo por la palabra sana, esa que olvidamos y que nos reunía sin fervores ni fragores como pelotones lanzados al vacío. Hacia la nada. Porque el absoluto no es un todo, sino la suma de negaciones. Sé que no disponemos de la Moncloa, pero siempre hay un espacio que es la conciencia y allí seguro que nos enfrentaremos a nuestros desvaríos sin escapatoria alguna, pero con tiempo de subsanar no lo pasado sino lo por venir.
Así como el Photoshop elimina partes que odiamos, por eso queremos eternizarlos ya repuestos, delineados, que luzcan bien casi con orgullo esas nuevas y felices formas que hacen a la locura de la estética. Así también sucede con el sonido. Máquinas que la tecnología ha puesto al servicio de productores discográficos para deconstruir formatos y transformarlos en increíbles obras. Voces e instrumentos, con pausas, armonías que se mantienen pero que guardan sin deformar su esencia estructural, lo que se hace con los vientos, las cuerdas, la percusión. Esa sesión modifica mejorando mucho más la calidad, porque nadie persigue lo opuesto, dando acceso libre a la jerarquía. 
Claro, no se permite sacar el corazón ni el alma de los intérpretes porque ellos son la vida, la cual es irremplazable. Las buenas ideas son posibles, siempre son bienvenidas porque es el anticipo de algo mucho mejor. Y es hora de que dejemos los intereses partidarios, colores, consignas, pancartas, porque se nos está yendo la vida y aún no encontramos el rumbo. Está bien, tenemos pandemia, pero fracasar en el trato con el sentido común es bogar a la deriva, dañina y peligrosa. Jamás nos hemos juntado por el bien de todos; uno no permite la discusión visceral con el otro, y el otro tiene tanta bronca de no poder entablar un diálogo saludable con todos como corresponde cuando el “vehículo” se empantana. Queremos redimir ideologías, siempre actuando como 50 años atrás, cuando el mundo después siguió avanzando, se abrió, cambió y sigue estando predispuesto al cruce de ideas progresistas. Sin embargo, el presidente electo dice una cosa, la vicepresidenta dice otra, con la necedad de negar todo del otro, en total falta de respeto en principio y de ética, promoviendo una imagen que solamente los países totalitarios ostentan. Nos cuesta tanto disponernos, porque todo lo malo engendrado, heredado, promovido, sea erradicado; escuchar al otro, y entre todos y todo lo mejor se avance en planes transparentes, viables y valientes. Que no solo hable de nuestra madurez, sino del prestigio de poder alcanzarlo, merced a replantearnos todas las falencias que aún arrastramos, y que muchos se sienten injustamente satisfechos en su actitud de no ceder un mínimo de razón, mostrando más bien fanatismo con costos muchos mayores.
Cuesta tanto pensar. Abrir los brazos. Escuchar. Deponer chicanas. Y que el orden prime no solo para el ciudadano sino más que nada para los funcionarios que tienen la honrada misión de representarnos y que hoy dejan tanto que desear.
Uno cierra los ojos y no sabe cuánto de malo ha pasado y pasa, porque hemos perdido la cuenta. Se trata de un cambio de actitud sin reyertas, con la convicción de que se trata de una democracia donde, amén del voto, cada día, cada momento, tenemos el derecho del privilegio de pensar, decir y hacernos oír libremente por el bien de todos. Porque los males se suman, se engrosan, tapan el paisaje de la lógica, se hacen extenuantes porque su mala praxis condena, enferma y posterga.
El poder lo tenemos todos, no es de un color solamente, es parte de ese todo llamado país, al cual queremos por ser parte de él. Tenemos mucho más derechos que quienes comandan, porque están allí por el ejercicio del voto, es decir, somos los mandantes, y ellos nuestros empleados. Porque suponemos que esto no es una monarquía con “reelección indefinida”; nosotros somos el soberano. Preocupados por el desorden que no se asemeja a nada, salvo al descontrol, a las luchas internas que no tienen razón de ser cuando lo más importante es el todo en que estamos parados. No son horas de prueba, sino de evaluación de efectividad de medidas tendientes a provocar un shock de república, que aplicadas con la buena predisposición al consenso logren calmar la intranquilidad natural. 
Dejémonos de peleítas baratas entre los propios por lugares y ventajas e intereses, que hay una demanda suprema de saber hacia dónde vamos, y si hay que proceder a cambios racionales, maduros y respetuosos, hagámoslo. Que la palabra no sea solamente una expresión de deseos, sino hechos concretos. Porque lo más importante son los hechos que sellan y confirman planes que configuran ideas honestamente pensadas, con una evaluación certera de la realidad, y no simplemente con el énfasis actuado de un burdo discurso de campaña destinado a enardecer. Idoneidad. Trabajo en equipo. Eficiencia. No beneficios productos de rencores. Gobernar trabajando. Pensando en el otro. No importa el color de los otros, ellos conforman entre todos el punto neurálgico de un país con ganas verdaderas de salir del pozo impuesto. Porque se gobierna para todos. “Deconstruyendo a Bruno Mars” es una muestra que está circulando por las redes, referido a un trabajo del multiinstrumentista Shaun “Track” Shaun, tal como se hace llamar, para demostrarnos que las máquinas de última generación permiten deconstruir en sonido el tema “24k Magic” cantado por Bruno Mars. Pero hay una moraleja aleccionadora y muy saludable. Todo puede hacerse menos erradicar el alma de la creación impuesta por el ser humano, que es el corazón de ese todo al que muchas veces no le damos la importancia que realmente tiene. Es decir, arreglar lo que está mal hasta la propia conducta que siempre está repleta de odio, rencor, resentimiento, autoritarismo. Se trata de un cambio de actitud. La adopción del sentido común, que es el buen principio de todo. Deconstruir por el bien, y porque nos debemos. Todos merecemos volver a un mejor país, en principio reconociendo nuestros propios errores, sin perder el meollo de la cuestión, el amor por la Argentina. Nuestro país. Nuestra casa. Nuestro lugar en el mundo.

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