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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Alotropías correntinas

Por Emilio Zola

Especial Para El Litoral

Si al analista más versado le hubieran predicho dos o tres lustros atrás que en la tercera década del siglo un gobernador correntino que se construyó a sí mismo desde nuevos paradigmas de comunicación, correría solo hacia el triunfo, al compás de la impavidez opositora, difícilmente lo hubiera creído. 

En política no ocurre lo que está pasando en esta porción de territorio mesopotámico. Que un espacio partidario, alianza o coalición alcance niveles de preeminencia como los que exhibe hoy ECO+Vamos Corrientes resultaría inverosímil en un escenario como el que podemos observar en el orden nacional, donde las fuerzas antagónicas demuestran cierta paridad en las tendencias y hacen gala de un vigor equivalente.

Pero la proporcionalidad que exhibe la competencia electoral a nivel país se diluye por completo en el cuadrilátero taragüí, tierra donde la ciencia a ficción muta hacia el realismo mágico por obra y gracia de singularidades alotrópicas de sus alambicados políticos.

¿Qué es alotropía? Es un término de la química utilizado para definir a sustancias que están compuestas por los mismos elementos pero poseen una estructura molecular diferente. Allí reside un punto neurálgico de la ventaja que hoy ostenta el oficialismo, pues neutraliza con ese principio la que quizás sea la única articulación discursiva ensayada por la oposición en esta campaña a la que solamente le restan cinco semanas.

El justicialismo, empalidecido por una sorprendente falta de iniciativa, alega en los cortos publicitarios que se pueden ver en YouTube o en los posteos de Facebook que, en razón de que la alianza gobernante lleva 20 años en el poder, es hora de un cambio. El candidato Fabián Ríos lo dice taxativamente: vótennos a nosotros porque ellos ya estuvieron demasiado.

¿La perdurabilidad de un mismo signo político al frente de un gobierno es argumento suficiente para que el electorado cambie el sentido de su voto? Desde luego que no, con lo cual el mensaje de la versión correntina del Frente de Todos deviene vacuo, ineficaz e inconsistente.

El peronismo vernáculo se justifica desde el mosaico de la renovación. Intenta escalar por esa arista el poliedro proselitista sin reparar en el detalle de que sus principales figuras, comenzando por Ríos, no inspiran sabor a nuevo. Todo lo contrario.

En dos décadas, es cierto, el radicalismo encabezó el Ejecutivo provincial, pero con un sinnúmero de variantes que hasta configuran una paradoja: cuando Ricardo Colombi asumió, escoltado por el recordado Botón Galantini, la alianza ganadora se llamaba Frente de Todos y estaba integrada por el justicialismo orgánico, en un maridaje poco convencional pergeñado para enfrentar al Partido Nuevo de Tato Romero Feris.

Hoy la alianza gobernante tiene otro nombre y la denominación histórica Frente de Todos fue resucitada para identificar tanto al oficialismo nacional como a sus vertientes provinciales. Es decir que en el plano de los nombres, el cambio reclamado por la oposición se vino a cumplir en un giro dialéctico de 180 grados.

Se trata de una superficialidad cosmética, una burla del marketing podría decirse. Pero esa metamorfosis denominativa, de alguna manera, resume toda el agua que pasó por debajo del puente de ECO para que Gustavo Valdés llegara a ser el candidato imbatible que es hoy, rankeado como el mejor gobernador de la Argentina y perfilado para un segundo mandato que nadie en su sano juicio discute.

Volvamos a la química. La alotropía es la aptitud que poseen ciertas sustancias para presentarse, aun perteneciendo al mismo tronco originario, como una nueva estructura molecular. Es aquí donde cabe preguntarse: ¿Son lo mismo Ricardo Colombi y Gustavo Valdés? De hecho que no. Los dos son radicales, los dos han tenido el honor de conducir el galeón provincial y los dos son exitosos en el plano electoral. Pero las similitudes llegan hasta ahí, pues está claro que encarnan estilos muy diferentes de ejercer la autoridad democrática. Son alótropos.

Mientras Ricardo es una figura identificada con la política de trinchera, capaz de transitar con los ojos vendados los senderos que conducen del comité a las más populosas barriadas de la Corrientes profunda, Valdés es un político subido a la vertiginosidad de la tecnología digital, donde supo utilizar con destreza la comunicación 2.0, al punto que su liderazgo se horizontalizó por efecto del tráfico viral de contenidos generados no sólo para que se conocieran las fortalezas de su gestión, sino también sus cualidades humanas, su capacidad de empatía y su vocación de poder.

La posta entregada por Colombi a Valdés representa, entonces, la respuesta al clamor de Ríos. El cambio implorado por este justicialismo impasible de hoy, comenzó en 2017, cuando el número 1 de la provincia dejó de ser analógico para multiplicar su capacidad de llegada al ciudadano gracias a la dinámica de la tecnología digital.

Valdés comunica todo por las redes. Transmite en vivo, anuncia los cronogramas salariales, anticipa la vacunación de menores, reestructura el calendario escolar, define políticas de Estado en diálogo con potenciales inversores, llega a los confines de la provincia y regresa en un par de clicks.

Podría decirse que es omnipresente, pero el primer mandatario toma sus riegos. Se somete a la interpelación instantánea de un público al que debe convencer cada día, que simpatiza con su estilo pero no sólo porque recibe los beneficios de las medidas gubernamentales, sino también porque siente que con un comentario (sea crítico o elogioso) se vuelve visible para el hombre que tiene la lapicera del poder. 

La sensación placentera que experimenta un ciudadano cuando tiene la convicción de que está siendo escuchado, en política, vale tanto como visitar un barrio casa por casa. La gran ventaja es que se puede percibir de inmediato, en un flash. Y quien cosechó los frutos de esa evolución estratégica no es otro que el gobernador en ejercicio, un mérito que le corresponde en términos absolutos.

¿Qué puede hacer el justicialismo frente a este fenómeno? Cambiar de disco. El discurso de los turnos y la alternancia, eso de que “vos ya fuiste y ahora me toca a mí”, es de una ingenuidad supina por cuanto la renovación declamada les pasó por el costado a los portaestandartes del PJ, que ni siquiera la vieron venir. 

Ocurrió en los últimos años, bajo distintas banderas partidarias e incluso con prescindencia de los signos políticos, a través de una nueva generación de referentes entre los cuales Valdés viene a ser, junto con Facundo Manes, el equivalente de las empresas unicornio, así llamadas por su incalculable fuerza expansiva.

En el peronismo tuvieron sus oportunidades de la mano de Camau, pero alguien apostó a los personalismos y perdió un distrito clave como la Capital. Ese alguien debería entender que las actualizaciones en la era informática se producen con la naturalidad de los automatismos digitales.

 Sólo hay que estar conectado para que la nueva versión de un mismo partido político se descargue y empiece a ganar adeptos, inmediatamente después de haber heredado los seguidores del modelo anterior.

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