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Pa’ lante, pa’ lante

Como un grito de guerra: pa’ lante, pa’ lante, nos empuja al futuro. Para adelante. Siempre para adelante.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

América Latina tiene una sola lengua dominante, por suerte, pero alimenta mil modos que le dan supervivencia, el español, y las viejas costumbres que las geografías van imponiendo. Convertidos en dialectos, en lunfardo y todo lo acostumbrado que emana de la fusión inexorable de campiña y ciudad.

Aquí se fue tejiendo con el tiempo esa frase fuerza que impele sacar de donde fuere ese cachito extra, motivándose con esas dos palabras que, descompuestas, empujan el espíritu cuando ya no los hay. Es muy común oír, replanteándonos el incisivo: “pa’ lante, pa’ lante”. Casi aspirada como denotan los cubanos, cuyo uso no solo nos indica el derrotero único, sino que nos alienta en metáfora abrevando de la fe, la esperanza, la fuerza arrolladora de la perseverancia, para continuar, para volver a empezar con la misma e idéntica como al principio. Una síntesis que nos empuja a la mano única de la vida: para adelante, siempre para adelante. Por más problemas, no se detiene la marcha como el brío de caballos o toda fuerza animal, simplemente como nuestros mismos pasos orientados “para adelante, siempre para adelante”. Sin embargo, tengo la costumbre de pegar de vez en cuando una mirada atrás para obtener una referencia que me dé la enseñanza del conocimiento, si fue fructífero o no lo andado. Muchas son las conjeturas que el resultado testeo acusa, y explica el porqué de nuestras pasadas contramarchas.

Nosotros, como país, las tenemos y muchas, fruto de nuestros desvíos que al andar se multiplican porque faltamos a la honestidad de la sinceridad. En un artículo mío, que fue recopilado en el libro “Justo en el medio”, doy cuenta de ello tratando de aportar que ser sinceros es de valientes, pero más que nada prever mucho antes que las colisiones se produzcan. “Cuesta tanto ser libres para llegar a la sinceridad. Es como la construcción de la creación de la poesía, de no acostumbrarnos a la libertad de ser libres por dentro y por fuera, la página continuará en blanco sin poder expresarlo. Liberados es comenzar a blanquear las ideas y hacernos de adeptos coincidentes, que valoran la sinceridad de ser auténticos. En un país de apariencias cuesta, pero la verdad no imposible y siempre bienvenida aunque fuere más tarde que temprano. La valoración comienza de a poco, pero la misma es tierra propicia para cultivar la confianza de la certeza que, por ser desprejuiciados en mostrarnos como somos, surge de a poco, en pequeña medida y se hace costumbre. Es el grado de confiabilidad que convierte en certeza cuando decimos, expresamos, escribiéndola, diciéndola, adoptándola como clima único y propicio para exteriorizarla liberados y conscientes de allí en más”.

Hay una voz adherente a esa forma de ser con la libertad bajo los brazos, Atahualpa Yupanqui, quien supo testimoniar desde la realidad concreta, marcando aciertos y desaciertos, pero siempre triunfando lo auténtico y real que su sinceridad libertaria proponía. Justamente, en el libro “Militancia de la canción”, Carlos Molinero cita a un protagonista del canto popular admirado de la vida señera de don Ata, Carlos Pino, integrante de Los Trovadores, que dijo refiriéndose al gran poeta: “¡Un maestro! Genial, y más que genial, habría que estudiarlo palabra por palabra. Son hombres que han vivido la vida en libertad, a pesar de sinsabores grandes. Él vivió feliz, aunque no manifestó que era feliz, ¡pero sí que era libre!”. 

“Decíamos que la sinceridad tiene llegada. Me sucede muy a menudo, acontece cuando lo optamos como forma de vida, vemos cómo la palabra tiene el vuelo programado de la llegada y que impacta con toda la seguridad prevista, que por estar preparada siempre cae en lecho fértil. Personas que buscan la liberación de las formalidades y el rigor de la seriedad que con libertad se arma un tuteo beneficioso, con lectores y oyentes”.

Otro párrafo que recuerdo y acentúo, es cuando lo buscamos: “Uno busca y busca ese idioma que nos conecte. No hay mejor llegada que la sinceridad natural, que se agolpa en palabras, pero de la que nadie sale perjudicado por tanta congestión de información, ideas, gestos, actitudes, sino que el orden de la transparencia, el soplo de libertad de expresarnos  con la humildad de lo sincero, pero con la contundencia  que representa, enseñamos y aprendemos. Llegamos a ellos sin estaciones intermedias. Bajamos en destino donde justamente habitan, puro ojos y oídos, ávidos con  el crédito de la credibilidad que no tiene precio, que nos da la aceptación y confianza para convertir en palabras o textos cuanta cosa pongamos en continuo movimiento. Decir o escribir como son, sin rebusques, pero elocuentes y transparentes. Será difícil o solo es la esperanza de nunca llegar a pronunciarnos con sinceridad por adolecer de esa libertad generadora y portadora”.

Acentuamos la “libertad” que es el “pa’ adelante, pa’ adelante”, o sea el para adelante, para adelante, enfatizando la única mano que tenemos para llegar a destino. Haciendo posible y entendible el “de una frase”, que los latinos sabemos cuándo se trata de hacer y que generalmente actúa como una consigna infalible: para adelante, para adelante. Pero también aludo a la libertad, para que fluya en palabras que los medios como la radio o lo gráfico experimentan a diario, cuando la sinceridad es el atributo que abrazan oyentes y lectores, justamente por eso. 

Uno comprueba ya entrado los años que, en medios, ser simples pero profundos es una tarea ardua de entendimiento mutuo, nada fácil. El propio Atahualpa hacía una religión refiriéndose a la dirección de la marcha de la humanidad, para adelante como mano única, no detenernos sino avanzar en búsqueda de los sueños que hacen grandes a las naciones. Pa’ delante, Pa’ delante, como indican los de Centroamérica, no es más indicativo que el para adelante, para adelante, porque el futuro que ambicionamos está “para adelante”. No existe otra mano posible, es única y está destinada a vernos crecer. Siendo sinceros con uno mismo. Libres. Por la dirección trazada.

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