Es primordial que las reglas sean claras, consistentes y creíbles. Sin esa base, cualquier política solo será un montón de palabras.
La base de una nueva épica para remontar su gestión y ahuyentar los fantasmas de la interna, colocaron a Alberto Fernández al frente de un atril para hacer un anuncio de un anuncio: la guerra contra la inflación.
Nada de lo que manifestó el Presidente hasta el momento se ha notado. Especialmente en las góndolas. Ayer, una advertencia muy clara nos ayudó a comprender en su dimensión real el problema.
Se trata de una columna firmada por el economista de la Fundación Libertad, Luciano Villegas, aparecida en Infobae, en la que subraya: “El Gobierno perdió la batalla antes de comenzar porque nadie cree en el cumplimiento de las pautas y reglas que definen los funcionarios de Alberto Fernández”.
“El pasado martes 15 de marzo, Alberto cantó falta envido y truco: ‘El viernes empieza la guerra contra la inflación en la Argentina’. Llegó el viernes y las cartas quedaron sobre la mesa: dos cuatro y una sota, ni siquiera del mismo palo. Ningún anuncio relevante”, escribió el especialista en una analogía de la metodología comunicacional del mandatario con el truco.
“La partida ya cuenta buenas desde hace un buen tiempo y, salvo alguna medida estricta —convertibilidad o dolarización—, la partida contra la inflación este gobierno ya la perdió. Reinstalar la convertibilidad o dolarizar la economía tendría consecuencias tremendas sobre la pobreza y la indigencia en el corto plazo, que recaerían en un año electoral. Las medidas de este Gobierno van a seguir siendo graduales.
La partida está perdida porque con tarifas subsidiadas los precios relativos no responden a las preferencias de los consumidores, la inversión no se dirige a esos sectores convergiendo a una situación con servicios deficientes e inflación reprimida. La partida está definida desde el momento en que el Gobierno no plantea un ajuste del gasto público que independice al Banco Central de la política fiscal. El Banco Central debe definir reglas que sean consistentes con la política fiscal, y no a la inversa, en donde el Banco Central define su política monetaria en función de las necesidades de financiamiento del gobierno.
(...) Incluso un buen programa monetario y fiscal puede fracasar si los agentes económicos no creen en el cumplimiento de las medidas establecidas. Imaginemos que sucede si a la falta de credibilidad le sumamos la inexistencia de un programa monetario, una política fiscal que se basa en el impuesto inflacionario como variable de ajuste y un set de medidas incongruentes, de corto plazo, descoordinadas y por sobre todas las cosas, que la historia demostró en infinitas oportunidades que en el mejor de los casos son ineficaces cuando no perjudiciales.
El tío Alberto profundizó la derrota de este truco cuando en la última apertura de sesiones ordinarias del Poder Legislativo se vanaglorió de que no hacen falta reformas estructurales. Niveles alarmantes de pobreza, indigencia, trabajo informal, deserción escolar parecen no alarmarlo. Nunca un jugador alardea cuando el resultado desfavorable es tan contundente. Sin estrategia, todo queda librado al azar. La invasión rusa le reparte buenas cartas a la Argentina: alza de commodities. Sin embargo, el tío se empecina en jugar la mano de la misma manera. Las pocas oportunidades de remontar la partida se desperdician. La inflación en Argentina no es un maleficio. Más de una vez el reparto de cartas nos hizo un guiño. Mentir y mentir no puede ser la estrategia de un buen jugador de truco”.