Enrique Pinti murió a las 3.40 de ayer. El actor de 82 años estaba internado en el sanatorio Otamendi y, en las últimas horas, desde su entorno dieron a conocer que volvió a tener complicaciones de salud, por lo que pidieron una cadena de oración. El empresario teatral Carlos Rottemberg confirmó la triste noticia.
“Muchos lo lamentamos y estamos tristes”, dijo.
Su sonrisa no era solo para la foto o la morisqueta. Era marca de libriano. Necesitaba saberse querido. Y era imposible no hacerlo. Sin dudas, Enrique Pinti fue y será uno de los artistas más queridos no solo para el medio artístico sino para el gran público. Con su partida se va una marca, una forma única y personal de hacer espectáculos, una mirada cáustica y acusadora sobre la sociedad que contenía la erudición del lector compulsivo y del observador minucioso; pero también parte el tipo que no le negaba el saludo a nadie, que allí estaba para hablar hasta por los codos con quien sea, el hombre inmenso que necesitaba siempre un abrazo. Porque el cariño del púbico y de sus pares era su alimento. “¿Por qué no tengo redes sociales? Porque si alguien me dice ‘gordo de mierda’ me deprimo un día entero”, comentaba este gran libriano sensible.
(EN)