¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

PUBLICIDAD

Concurrencia de riesgos, competencia de miedos

Domingo, 01 de octubre de 2023 a las 01:00

La elección de tercios de la que tanto se habló en los cónclaves de la opinología nacional se vislumbra como una posibilidad cierta en el horizonte cercano, con Javier Milei a la cabeza de las preferencias según encuestas que pronostican una segunda vuelta para el infarto. Sin embargo, a medida que se acerca el “Día D”, los votantes que se arriesgarán a un desembarco en la Normandía de la incertidumbre, representada por las propuestas dislocadas del candidato libertario, parecieran haber ingresado en un período de introspección autocrítica, influidos por una palabra: miedo.

 El encanto de lo disruptivo, las educción de lo distinto y el magnetismo de lo antisistémico son actores que actúan sobre la conducta social en determinados momentos del proceso previo a lase lecciones. El natural sentimiento  de hartazgo que los argentinos experimentan frente a los desastrosos resultados de los dos últimos gobiernos (correspondientes a los espacios políticos que protagonizaron la dicotomía binaria llamada grieta) abrió la brecha para el afloramiento de un tercer jugador  que ganó terreno a fuerza de un discurso construido sobre la base de lo gestual.

Milei logró que importara más cómo decía lo que decía, que lo que decía realmente. El énfasis imperativo, la explosión verborrágica, las venas inflamadas en su cuello y la exteriorización de una bronca visceral alimentada por el odio a lo estatal surtieron efecto en distintos nichos sociales que adhirieron a su intifada contra la denominada “casta” sin prestar atención a la apocalíptica plataforma de su partido, enceguecidos por el afán
de guillotinar a los que pasaron por la Casa Rosada dejando una estela de endeudamiento, inflación, inseguridad y pobreza.


Pero todo tiene un límite. A medida que el candidato de La Libertad Avanza aumentó su exposición pública y blanqueó sus verdaderas intenciones frente a distintos auditorios, los interesados en el fenómeno de la nueva ultraderecha que dicho postulante encarna como símbolo de un futuro posdemocrático encendieron las alertas.
 

The Economist lo llamó “peligro para la democracia”, la comunidad judía renegó y lo acusó de usar políticamente la Torá y economistas reputados del hemisferio norte advirtieron sobre el peligro dolarizador y sus consecuencias catastróficas en el plano inflacionario.

¿Qué pasó entonces? Los electores comenzaron a tomar nota de las hipotéticas medidas que habría de adoptar en caso de llegar al poder y sacaron cuentas hasta comprender que los números no cierran por ningún lado en la
ecuación de Milei, a menos que el 50 por ciento de la población nacional quede sometida a condicio-nes de esclavitud, sobreviva con las mismas carencias que las clases trabajadoras surgidas de la revolución industrial y que, como sucedió en Ecuador durante la pandemia, las familias saquen sus muertos a las veredas para que la descomposición cadavérica no inunde de vahos tan tóxicos el interior de hogares devastados por la miseria.

Porque eso pasó en Ecuador. El país latinoamericano que hace 20 años se abrazó al dólar para salir de la inflación y terminó convertido en un cementerio a cielo abierto durante el período más agresivo del ataque virológico disparado por una supuesta sopa de murciélagos desde la ciudad china de Wuhan. Quedó al descubierto que el Estado ecuatoriano se había quedado sin herramientas económicas para la asistencia; no pudo imprimir su propia moneda para financiar ni los entierros, con lo cual dejó abandonados a su suerte tanto a enfermos como a deudos. 

Literalmente, la gente moría asfixiada en las calles, frente a las cámaras de la televisión global.

Ante la inminencia electoral,muchos de los que pusieron la boleta del “león” en las primarias comenzaron a preguntarse: ¿Escuelas con vouchers? ¿Aguas contaminadas para crear riqueza a cualquier costo? ¿La emancipación americana del sometimiento colonialista español se reduce a la mera condición de mentira histórica relatada maliciosamente por el canal infantil Paka Paka? ¿Los kelpers tienen derecho a la autodeter-minación en el archipiélago argentino invadido por Inglaterra desde 1833? ¿Es necesario suprimir los derechos de género, para qué? ¿Derogación del matrimonio igualitario, con qué sentido? ¿Dolarización y consiguiente renunciamiento a la soberanía monetaria? ¿Eliminación del Banco Central como ente encargado de controlar la conducta ética y legal de la banca privada? ¿Romper relaciones económicas con Brasil y pulverizar el Mercosur?

Todas esas consignas encerradas en signos de interrogación (y muchas más por el estilo) han sido esbozadas por la primera línea de candidatos de La Libertad Avanza, que se confió demasiado en el estrépito de las muecas y pasó por alto el detalle de que al menos una porción de la sociedad se detiene en el significado de las palabras.

Es decir, no pocos electores juzgan los posicionamientos discriminatorios y las demostraciones fácticas de quien esgrime una motosierra para representar la poda indiscriminada de todo lo que está de más en el Estado. El problema es que ese “todo” incluye la amputación de beneficios valiosos para una inmensa mayoría que podrá estar desinformada, manipulada o sugestionada por las redes tiktoke-ras del despeinado candidato, pero no es suicida.

El ritmo de crecimiento del ganador de las Paso comenzó a ralentizarse a medida que los votantes más objetivos posaron sus miradas en el riesgo que implica contratar a un presidente que se jacta de “aplastar” rivales y descalifica al papa con apelativos ofensivos como “representante del demonio en la tierra”. Su santidad podrá ser criticado por su eclecticismo a la hora de recibir a los hijos pródigos de una Iglesia que necesita re-conectarse con los principios de justicia social consagrados en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, pero de ningún modo ha de permitirse que su figura sea mancillada por un barboteo de palabrotas extraídas de las cloacas.

Ni su mentor en el mundo empresario, Eduardo Eurnekian, pudo tolerar el agravio al líder más popular del planeta y salió a despegarse con una frase lapidaria: “No estamos para aguantar otro dictador”. El pronunciamiento de uno de los popes más poderosos de la órbita empresaria penetró la epidermis en apariencia ignífuga de Milei, cuya performance comenzó un proceso de amesetamiento que destierra (al menos tal como están las proyecciones hoy) su sueño dorado de un triunfo en primera vuelta.

¿Entonces? ¿Cuál es la opción? Patricia Bullrich, con una extensa foja de servicios coronada por su cruzada contra la inseguridad, no logra salir de un tercer lugar al que fue condenada por una interna innecesaria mientras el presidente del radicalismo, Gerardo Morales, se toma fotos (institucionales, sí, pero fotos al fin) con Sergio Massa, el otro candidato que al mismo tiempo es ministro de Economía del fallido gobierno saliente, responsable directo de la escalada inflacionaria que deteriora cotidianamente la moneda nacional.

Sin embargo, Massa se sostiene en un segundo lugar con chances de triunfo en balotaje. ¿Por qué sigue siendo competitivo en medio del desastre económico? Por un montón de razones, pero fundamentalmente por culpa del propio Milei, cuya confiabilidad se tornó difusa a partir de su fundamentalismo dogmático.

Como sucede en el derecho penal cuando se habla de concurrencia de riesgos, teoría de Günther Jakobs según la cual tanto el autor como la víctima han actuado de modo que ambos crearon situaciones de peligro, en las elecciones presidenciales que se avecinan podría decirse que la sociedad concurrirá a votar en un escenario en el que varios riesgos compiten entre sí.

En el actual contexto, la antigua consigna conformista que perpetuó en el poder al emperador Dionisio de Siracusa, según la cual más vale el malo conocido que el bueno por conocer, aquí no aplica porque no hay “buenos” en la paleta de opciones.

Por lo tanto, a fin de solucionar este acertijo terminal apelaremos al pensamiento del escritor y ensayista Alejandro Horowicz, autor de Los 4 peronismos, quien definió con ajustada precisión el escenario político de la argentina actual con la siguiente síntesis: enfrentamos aquí una competencia de miedos. Y la gente no votará por el candidato que más le guste, sino por aquel que menos miedo le provoque.

Últimas noticias

PUBLICIDAD