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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El edificio Kavanagh y un amor vengativo

Interior. Aspecto de uno de los tantos departamentos en su interior, sorprendente.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Cuando este edificio se inauguró fue todo un acontecimiento que impactó a la sociedad, con sus 120 metros de altura y la construcción de hormigón armado más alta del mundo y el primer edificio del planeta en tener aire acondicionado central en todos los departamentos. Es un edificio de 32 pisos que tiene una superficie construida de 29.000 metros cuadrados. Los 107 departamentos son espaciosos. Una curiosidad: no hay dos iguales, son todos distintos. La construcción y origen de este edificio es realmente increíble. Si nosotros mencionamos el apellido Anchorena, inmediatamente lo relacionamos con alguien muy rico, acaudalado. En 1750 llegó a estas tierras Juan Esteban Anchorena, un inmigrante que tenía como único capital su férrea voluntad y su talento. Se hizo mercantil, ganó mucho dinero y fue una de los más ricos en esa época. 

Luego conoció a una hermosa mujer de la más alta clase social rioplatense, Mercedes López, con la que posteriormente se casó. Su fortuna se siguió incrementando hasta ser una de las más grandes del país en esa época. Luego murió y dejó su inmensa riqueza  a sus descendientes, que la siguieron incrementando. En 1912 una mujer de alta alcurnia y muchísimo dinero, Mercedes Castellanos de Anchorena, hizo construir por calle San Martín al 1000 la extraordinaria basílica del Santísimo Sacramento, una obra de arte que demoró cuatro años en ser construida, con los mejores elementos y materiales traídos de todo el mundo, para asombro y deleite de todas las generaciones que se irían sucediendo.

Para tener una idea, buena parte del altar se hizo de oro y plata, en especial la custodia, abundan en ese templo magnífico, el mármol  traído especialmente desde Carrara, Italia, al igual que los mosaicos venecianos, el bronce, los finísimos vitrales, el granito y el roble. La idea de doña Mercedes era construir esa “casa del Señor” con el mismo afán y religiosidad con que los egipcios, los griegos y los romanos levantaban templos para honrar a sus dioses y a sus muertos notables. Según se dice, es posible que esto último fuera otro motivo para semejante monumento. La idea de doña Mercedes era que allí fueran a reposar los restos de la familia partir de entonces. Vivían en el Palacio Anchorena, un lugar fastuoso que es desde 1936 el edificio de la Cancillería Argentina, cruzando la plaza San Martín. 

El amor siempre presente

En los años 30, una hermosa mujer llamada Corina y un apuesto joven tejían una historia de amor que parecía ser primorosa y prometedora. Solo que el joven era hijo de doña Mercedes Castellanos de Anchorena, quien por razones que nunca se supieron, se negaba firmemente a esa relación. Uno de los motivos sería que la joven Corina pertenecía a una familia muy adinerada, aunque sin antecedentes patricios como los Anchorena. Tanto se opuso doña Mercedes a esa relación de su hijo, que los jóvenes debieron separarse. Satisfecha de su logro, doña Mercedes puso sus energías en un proyecto  que era su sueño dorado: comprar un gran lote frente a la basílica que había hecho construir y hacer allí una gran mansión desde donde podría apreciar la basílica y considerarla como una extensión de su propio palacete. Esto era algo que habría podido ocurrir, ser realidad, ya que el lote era inmenso y estaba a la venta.

Corina, la novia despechada, no solo era bella, sino también memoriosa y con un enorme poderío económico. Enterada del sueño dorado de su suegra, ni lerda ni perezosa, simplemente compró el lote, contrató a los mejores arquitectos del momento y les encargó construir allí un edificio de hormigón armado de 120 metros de altura, dejando en claro que debía tapar cualquier posibilidad de que la basílica fuera vista de frente, en todo su esplendor, desde cualquier punto, en especial desde su mansión, del otro lado de la plaza San Martín. El apellido de Corina, la novia despechada, era Kavanagh. El resto de la historia ya la conocen, aunque queda un misterio: el único lugar desde donde es posible ver de frente la maravillosa basílica del Santísimo Sacramento es la entrada por la calle San Martín, el pasaje que une al edificio con el Hotel Plaza. Un pequeño pasaje que se llama Corina Kavanagh. Todo esto hace a un mito más sobre la historia del fantástico edificio Kavanagh. Sin duda la intención de Corina era evitar por todos los medios posibles que la hermosa basílica que mandaron a construir los Anchorena, de ninguna manera pudiera ser apreciada desde ningún punto, por lo cual mandó literalmente a tapar con el enorme edificio que mandó construir, a la basílica y de esta manera tomar venganza por no haberse podido casar con un Anchorena, lo cual sin duda causó un gran dolor, al punto de haber hecho un edificio increíble para la época, que causó el asombro de todos los que tuvieron ocasión de ver crecer el edificio hasta llegar a ser el más alto de Latinoamérica. El amor tiene estas cosas, a veces incomprensibles.

A la mejor manera de Montescos y Capuletos, de Romeo y Julieta, buscando muy atrás en el tiempo, aunque hasta la actualidad hay casos muy parecidos en los que la diferencia de castas y lugares comunes son insalvables. Esto habría pasado en esa época con este caso más que increíble, que dejó como mudo testimonio este gigantesco edificio, fruto de un amor frustrado y resultado de lo que  podría ser una historia inventada y que muchos dudan, pero otros afirman que es cierta y allí está el edificio como testimonio inapelable.

 

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