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/Ellitoral.com.ar/ Edición Nacional

Nada bueno saldrá de esto

Más claro echarle agua. El presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, volvió a extender su mano "conciliadora" hacia la Argentina, pero nuestra cancillería, en una posición terminante le respondió que la única conciliación posible es que se paralicen las plantas de pasta celulósica que se construyen en Fray Bentos, frente a la costa de Gualeguaychú.

Vázquez sabe que no le queda otra que hablar en son de paz antes de que estalle la guerra. No quiere, ni puede, detener obras que son fundamentales para el desarrollo de las futuras generaciones de uruguayos sin afrontar consecuencias legales que podrían hundir en juicios insalvables por daños y perjuicios a su pequeño país.

Es que contrariamente a lo que puede suponerse, las papeleras no están en Uruguay desde ayer ni desde el mes pasado. Llevan más de una década invirtiendo e invirtiendo millones de dólares en forestación, plantas auxiliares y obras de infraestructura subsidiaria que dan trabajo a miles de personas y mueven la economía de toda la región.

Si ahora se las obliga a irse, recurrirán a los tribunales internacionales pidiendo resarcimientos multimillonarios. No hay juez en el mundo que no les vaya a dar la razón, toda vez que hay leyes y convenios que avalaron oportunamente su instalación. Uruguay podría sufrir embargos, bloqueos de sus cuentas y un sinfín de otras calamidades y perjuicios, mucho más graves que los que enfrentó Argentina cuando dictó unilateralmente la moratoria de su deuda externa.

Sucede que nuestro país, con su potencial y riquezas naturales que hasta ahora ninguna mala administración pudo hundir irreversiblemente (y vaya si nuestros políticos lo intentaron una y otra vez) puede darse esos "lujos" extremos de hacer trizas cualquier norma de seguridad jurídica y borrar con el codo lo que firma con la mano. En cambio, Uruguay no. En cuestión de horas su banca extraordinariamente liberal, de la que nuestros vecinos se sienten merecidamente orgullosos desde hace un siglo, estaría hecha trizas, y la nación con una bandera roja de remate quedaría a merced del peor de los fondos buitre.

De ahí que a la Argentina no le queda otro margen que seguir la pelea... y a Uruguay, perdidas por perdidas sus relaciones con su gran hermano del oeste, poner la mejor cara de bueno... y decir "lo siento mucho".

Recientemente el tema se abordó en esta columna. El tribunal de La Haya puede hacer recomendaciones formales, pero carece de poder ejecutivo para hacer valer sus sentencias. Ni Argentina ni Uruguay están obligados por ninguna ley a cumplir lo que se dictamine. Al fin de cuentas Estados Unidos es el principal contaminador del planeta, pero da sistemáticamente la espalda al Protocolo de Kyoto que condena precisamente a los países que maltratan el medio ambiente.

En fin, como un dique que comenzó a resquebrajarse, será muy difícil a medida que aumente la presión del agua, evitar un derrumbe total.

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