En esta versión de esa monumental obra de Homero, que la mayoría de los estudiosos consideran el mejor trabajo del mundo occidental, Aquiles, “el de los pies alados”, como lo define Homero, tiene la aniñada carita de Brad Pitt. Y Helena, esa belleza por la cual los griegos tomaron las armas, tiene el rostro de Diane Kruger.
(A su vez París, el príncipe de Troya, secuestrador de Helena, toma el cuerpo de Orlando Bloom, a quien vimos hace poco como el príncipe de los Elfos de “El Señor de los Anillos”. Y Príamo, el rey de la ciudad amurallada que ningún ejército podía penetrar, está encarnado nada menos que por el veterano Peter O. Toole, a quién todavía recordamos, a pesar de los cuarenta años que pasaron, por su papel de “Laurence de Arabia”).
El director de este film que demandó 200 millones de dólares y 2.000 extras armados, Wolfgang Petersen, nos recordó que -”La guerra es un desastre para todos los involucrados. En nuestro film mostramos el espectáulo de las batallas entre 10.000 soldados con escenas que nuestra audiencia seguramente nunca antes vió, pero el objetivo de esta película es exhibir también ese aspecto humano, desligado del tiempo, de las victorias y de las derrotas que Homero supo expresar hace tantos siglos”. (Curiosamente el rodaje de esta película de guerra comenzó en Malta y Marruecos, pero tuvo que trasladarse a México y a la Baja California cuando en marzo del año pasado comenzaron los conflictos bélicos en Irak. En Irak, que algunos yankis ya consideran como un nuevo Vietnam).
María Luisa Acuña y las otras helenistas de la Facultad de Humanidades de la UNNE suelen considerar que el aspecto más interesante de la influencia clásica en el pensamiento, la literatura y el arte (el séptimo incluído), es la reinterpretación y revitalización de los mitos griegos. Por siglos y siglos los hombres de todo el mundo han sentido la hermosura y la magia de las leyendas griegas. Muchos de esos mitos hablan de dioses en figura humana, que apenas necesitan alguna alteración para que se les pueda interpretar como relatos de sucesos históricos. Esta clase de interpretación comenzó -como todos saben-, en la misma Grecia con Evémero (300 AC). Este Evémero explicaba todas las leyendas diciendo que eran versiones ennoblecidas de las hazañas de guerreros de carne y hueso que habían sido transformados en dioses por la admiración de sus tribus. Por eso la racionalización del mito se llama en recuerdo a él: evemerismo. Y siguiendo el pensamiento del director de ‘Troya‘, podemos consignar que actualmente los psicólogos consideran los mitos como expresiones de fuerzas humanas permanentes, aunque no reconocidas.
El primero en lanzar esta interpretación fue Freud, según observa el profesor Gilbert Highet. Freud dio un nombre de la mitología griega a una de las más poderosas inclinaciones instintivas: el amor de un hijo a su madre y los celos que siente de su padre. Como todos sabemos llamó a esto, pensando en la tragedia de la casa real de Tebas: complejo de Edipo. La actitud paralela, en la que la hija ama a su padre y está celosa de su madre, recibió el nombre de complejo de Electra. Ahora basta ver algunas telenovelas de la siesta para comprender hasta qué grado de aprovechamiento se ha llevado estas teorías freudianas. Cosa curiosa: cuando ahora vemos la película “Troya” o “Ulises”, reconocemos que no sólo los psicólogos saben reinterpretar los mitos griegos. También lo hacen los directores de cine como Wolfgang Petersen, quien confiesa que eligió a Brad Pitt ‘porque tiene el magnetismo suficiente para hacer a Aquiles tan real como un carismático guerrero, sin sacrificar su humanidad en el proceso‘. Y aunque no es un mito, a nosotros también nos resulta hechizante conocer ‘Troya‘ y ver, desde la butaca de un cine local, cómo los hombres se trenzan en una guerra por la belleza. Por la simple belleza de una mujer.(Darwy Berti).