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La función de un senador

Por El Litoral

Jueves, 07 de abril de 2005 a las 21:00
Nuestro sistema constitucional establece meridianamente cuál es el rol de los diputados –que representan a los ciudadanos que los eligen en cada jurisdicción para que atiendan y defiendan sus intereses– como también el de los senadores, que cumplen idéntica función, pero esta vez defendiendo a las provincias que representan.
Y a veces suele ocurrir que mientras los diputados aprueban una ley que beneficia a sus representados, los senadores pueden rechazarla si entienden que la norma puede terminar perjudicando a la provincia en cuestión.
¿Cómo es esto? Simple. Digamos que en una provincia equis, los diputados nacionales (ya sea del oficialismo como de la oposición) logran impulsar una norma que establece que, en adelante, los pobladores de esa jurisdicción quedan exentos de pagar determinados impuestos al fisco provincial, tomándose como válidos los que ya tributan en el orden nacional.
Hasta ahí todos contentos, pero cuando la ley pase al Senado, es probable que encuentre la terminante reprobación de los legisladores de esa provincia, si ellos entienden que de esta manera se la perjudica en su recaudación fiscal.
O sea que mientras los diputados defienden (o deberían hacerlo) los intereses de las personas de un estado, los senadores cumplen idéntica tarea en lo que hace a resguardar el patrimonio del estado donde viven aquellas.
¿Por qué esta introducción? Porque el senador es una figura vital en nuestro sistema republicano federal, donde hay 24 provincias que tienen sus propias leyes, su propia justicia, su propio sistema educativo y sus propios intereses, que deben defenderse no pocas veces con uñas y dientes, ante la Nación.
Y todo esto viene a cuento por lo que se considera el "pase" del año, es decir la tan mentada candidatura para que la senadora Cristina Fernández de Kirchner, que durante años defendió como una leona los intereses de su tierra de adopción, Santa Cruz, decida aspirar ahora –por una mera cuestión de necesidad política a los objetivos de su esposo– a ocupar una banca en la provincia de Buenos Aires.
Todos recordamos la batalla que encabezó Cristina Fernández en defensa de la cuestión limítrofe de la región de Hielos Continentales, un tema desconocido para los bonaerenses, cuya gran mayoría jamás llegó a comprender fuera de la lectura de los medios de prensa. Lo mismo con el tema de regalías y compensaciones por la explotación de hidrocarburos y otros beneficios que la Patagonia reclamó del sistema federal.
¿Y qué pasará ahora cuando se discutan los fondos coparticipables que reclama Buenos Aires y que, necesariamente implicarán, para satisfacerlos, un potencial recorte en el dinero que se envía a las regiones australes? ¿Se puede "cambiar de bando" de la noche a la mañana, sabiendo de la intrínseca antinomia entre el Interior y la gran ciudad? (porque no nos engañemos, lo que pesa es el conurbano metropolitano, pegado a la Capital y con el principal caudal electoral del país). Hasta en el fútbol profesional, donde todo es un negocio, se tiene cuidado de evitar por todos los medios que un jugador de River en una temporada, sea contratado por Boca en la siguiente.
La señora Kirchner ha representado a Santa Cruz durante toda su vida política en el Congreso Nacional, y como tal no dudó un instante en mostrar los dientes a Buenos Aires cada vez que se intentó afectar con cualquier medida a su provincia. ¿Podrá ahora hacer lo mismo si las circunstancias así lo obligan en desmedro de su patria chica, Santa Cruz?
Es una pregunta que sólo la señora Kirchner se puede responder.

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