Si bien los principales actos de hoy están programados para cerca del mediodía, se aguarda la visita de una multitud de fieles durante toda la jornada para rendir tributo al Patrono del Pan y del Trabajo.
En este marco se desarrollará hoy la XX Peregrinación de los Trabajadores, a partir de las 7 y desde la capital provincial. Tras su arribo, a las 11 el arzobispo de Corrientes, Domingo Salvador Castagna, presidirá misa en la parroquia de San Cayetano.
Por la tarde, a las 17 habrá misa para la comunidad y en horas de la noche un festival folklórico.
Para mañana, Día de San Cayetano, el programa contempla lo siguiente:
Misa durante los primeros minutos del lunes; a las 6 salva de bombas y Rosario de la Aurora y para las 6.30 comenzará otra misa a la que están especialmente invitados a participar los miembros de instituciones parroquiales. A las 8, misa por la comunidad y a las 9 otro misa en honor el Santo Patrono.
Los niños compartirán a las 9.30 un chocolate, y a las 10 participarán de la misa.
A las 11 misa para los trabajadores del frigorífico y a las 12 para las peregrinos. En horas de la siesta toda la comunidad compartirá un festival folklórico.
La tradicional procesión se iniciará a las 16, tras lo cual se celebrará la misa presidida por el arzobispo Castagna. El día festivo culminará a las 19 con una misa por la comunidad.
Familia
Durante la Novena preparatoria, predicada por el padre Juan Ariel Suárez, de la Congregación del Santísimo Redentor, se desarrollaron dos grandes Misiones por la comunidad, para lo cual se contó con la colaboración de misioneros.
El lema que iluminó todo este caminar hacia la Fiesta Patronal es “Familia: comunicadora de la Fe”. Al respecto, el párroco de San Cayetano, padre Raúl Alcorta, expresa que el lema se debe que la familia “se hace cada vez más necesaria y sin alternativas, en un contexto social y cultural en el que actúan múltiples fuerzas que tienden a alejarnos de la fe y de la vida cristiana”.
Devoción
La devoción a San Cayetano se extiende por toda América desde que España había asentado sus reales en el Nuevo Mundo.
En 1622 la Corte de Madrid conoció la santidad de Cayetano a través de los clérigos regulares de la Orden Teatina, que llegaron desde Nápoles a la capital española para cuidar el hospital y la colonia de italianos, allí establecidos.
Poco a poco, en España se empezó a cantar, después de rezar el Padre Nuestro: “Glorioso San Cayetano, padre de Providencia, que no falte en nuestra casa, a diario, tu asistencia”.
Considerado en Madrid abogado de los pobres y provisor del pan cotidiano, su imagen primigenia, de los tiempos en que era beato -con la vara de lirio en la mano, un libro y dos o tres pájaros sobrevolándole- fue trocando en la del santo de la espiga.
Aquello de que “no se preocupen por lo que van a comer o con qué se van a vestir. Miren los lirios del campo y las aves del cielo”, fue reemplazado por la valorización del trabajo, como medio para multiplicar el pan.
Los españoles difundieron su culto y esta imagen en el Nuevo Mundo, donde especialmente la gente humilde lo convirtió en uno de los santos más populares de Latinoamérica.
En México, todas las iglesias lo cuentan en un altar y el Templo de San Cayetano, que se levantó a principios del siglo XVIII sobre la mina de plata más rica, la Valenciana de Guanajuato, fue uno de los primeros del continente.
En Perú es igualmente popular: en Lima, Cusco y Cajamarca, sus imágenes barrocas, del tiempo de la colonia, son veneradas por multitud de cristianos del siglo XXI.
En Brasil, su devoción está documentada desde 1631: la localidad de Sao Caetano do Sul, en el gran San Pablo, lleva su nombre, lo mismo que varias calles del área metropolitana.
En Argentina, el fenómeno es todavía más impresionante, aunque posterior: su imagen se instaló en la Parroquia de San Cayetano el 18 de enero de 1913, cuando Liniers se convirtió en barrio obrero. De allí en más, año a año, fue aumentando considerablemente el número de fieles devotos.
En las casas de Buenos Aires la imagen del santo comenzó a difundirse, junto con la espiga, símbolo del pan y el trabajo, para luego extenderse a todo el país.
Desde 1970, sus devotos concurren en masa a los santuarios de Liniers y Belgrano, en la Capital Federal, donde cambian sus promesas de velas y flores por alimentos y ropa, que se envían a las regiones más necesitadas del interior.