Puede, desde luego, cada uno intentar entonces volverse esa voz que, quizá, se transforme en testimonio seguramente parcial, pero no por eso menos válido, toda vez que uno mismo es parte del ámbito común en el que se convive y donde se transita cotidianamente y se nutre a gusto o disgusto tanto lo que fortalece el cuerpo como lo que alimenta el alma.
El cierre del cine Colón es una de esas pérdidas en extremo importantes que extiende su impacto en todo el horizonte de la cultura local. Aunque afecta, sobre todo, a los amantes del cine y a los que ven al séptimo arte como un hecho cultural que impone su impronta y no como un mero entretenimiento.
Hay, por cierto, otras salas de exhibición en la ciudad pero que no tienen la impronta cultural exclusiva del cine. Salas dentro de un casino o de un supermercado que no son más que extensiones mercantiles que ofrecen el entretenimiento como accesorio de su negocio principal; y esto es lo que separa al cine, en término culturales, del entretenimiento trivial.
Seguramente para complementar ese desahogo ha venido la televisión, donde no importa lo que se dice y lo que se muestra porque la función central y subyacente es la de servir de vehículo de la publicidad en una sociedad regida por la oferta y la demanda.
Otra cosa es o ha sido el cine, o por lo menos ha pretendido serlo antes de que la fábrica de estupideces de la llamada “Meca del Cine” haya cooptado al país y a la mayoría de sus salas de exhibición.
Y esa otra cosa ha sido el cine Colón a lo largo de más de medio siglo para Corrientes. No solo fue una sala, también fue lugar de encuentro y de debate. O mejor aún, un punto de referencia en el trato con el cine porque allí funcionó un Cine Club y han pasado algunas de las más importantes películas de la cinematografía universal como los films de Bergman y Antonioni, que también se han ido en este difícil año 2007.
Resultaría imposible hacer el recuento de todas las películas exhibidas en el Colón en estos últimos cincuenta años y dudoso que haya algún correntino que haya quedado fuera de esa genuina compañía del verdadero cine en una sala que hoy nos ha abandonado.
Solo cabe ante lo inevitable preguntarse ¿Quién tomará la posta del cine en Corrientes ahora que ya no está el Colón? La pregunta se refiere al cine en los términos de aquella empresa cultural compartida en un escenario que lo contiene y que esas otras salas de mero entretenimiento carecen.
Quizá valga la pena hacer al final un simple ejercicio comparativo. Cuando se cerró la Librería el Universitario de Salomón Literat se perdió mucho más que un librero y un local de venta de libros porque Literat era un hombre sensible, instruido y de buen gusto al tanto de las novedades de la cultura intelectual y hasta dispuesto a conseguir alguna obra que no se encontraba en el circuito de distribución. Así la desaparición de la Librería del Universitario dejó un vacío en la vida intelectual que tardó bastante tiempo en cubrirse y que ahora parece relativamente saldada con una librería como Capítulo 1 que, a su modo, se hizo cargo del relevo. Y es justamente a este relevo al que hace referencia la pregunta puesto que los correntinos se merecen y necesitan del cine en ese extensivo término cultural.
Por Joaquín E. Meabe