Acaba de morir y toda la nostalgia se me vino de golpe con un montón de melodías que tarareo mientras escribo esto. El recuerdo tiene la necesidad de hacerse presente a través de la palabra. Pasa casi siempre que alguien muere, quizás es un recurso ingenuo para no dejarlo ir.
Una manera de decirle que todos nos fuimos poniendo viejos pero hay un rincón inviolable, ese que no ve la gente, ese que se mezquina, ese que no se avergüenza de nuestras arrugas y al que regresamos cuando la realidad nos choca con noticias como esta.
A ese lugar, hoy regreso con mis jeans gastados, una camisa a cuadros y un par de zapatillas. La casa habita a una familia que hoy no está y todos parecemos contentos. Papi me acaba de regalar un disco y el living se vuelve Universo para escucharlo.
“Pantalón cortito/bolsita de mis recuerdos./ Pantalón cortito/ con un solo tirador”, canta Leonardo Favio. Yo siento que la emoción me sube a los ojos y quiero reír pero es muy tarde. La letra de “Chiquillada” avanza sobre las lágrimas que intento tapar con mis manos torpes al tratar de ocultar lo inevitable.
-¿Por qué llorás?- me pregunta papi. Su abrazo se apura por calmar mi angustia y no. No puede, no pudo, por suerte pienso ahora.
“Dice el abuelo que los dìas de lluvia/ los ángeles chiquitos se vienen desde el sol/ y bailotean prendidos al barrilete/ flores del primer cielo, caña y papel color”.
Un silbido hondo corta esta siesta en que la noticia me ha golpeado el corazón. Murió Leonardo Favio. Lo vimos pasar por los años de su vida, como actor y director de grandes producciones cinematográficas. Estaba enfermo y hoy cerró los ojos. La muerte le cerró los ojos y nosotros abrimos el pecho al recuerdo. Que ya llega hecho canción en una despedida para aquel jovencito de mirada melancólica que anunciaba: “Cuando llegue mi amor le diré tantas cosas/ o quizás simplemente, le regale una rosa”.