BAILANDO POR UNA CANDIDATURA
Estamos asistiendo a la definitiva simbiosis de la política con el espectáculo, que en el caso especial nuestro, es lo mismo que chamamé y carnaval y está todo dicho, ¿listo para el sapukay?
¿Es la frivolización de uno o la politización del otro? ¿Unos buscan a los otros o hay un permanente coqueteo en una danza de interesada seducción donde cada parte busca llevarse, aparte de los aplausos, la mejor tajada?
Seguramente la crisis dirigencial producida por la anemia ante la falta de cambio de sangre, produjo un alerta general entre los últimos sobrevivientes de las generaciones tradicionales que salieron despavoridas en busca de la salvadora renovación que los mantenga vigentes. ¿Encontraron en el espectáculo una cantera inagotable que provea productos capaces de llenar las góndolas con las ofertas más tentadoras: desde una hermosa vedetonga hasta un exitoso cantorzuelo; desde un fugaz galancete de promocionados romances de utilería para el escandalete del día, hasta cualquier cosa que excite el morbo o aquiete el pensamiento?...
Hay de todo, pero de lo demás, eso, lo veremos después...
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Hoy, las expectativas de un un festival folklórico se miden, más que por el brillo de sus participantes, por ingredientes políticos que saborizan la fiesta: quiénes estuvieron y quiénes no, la letra de la galopera de moda y hasta la ingenua platea festivalera que imprevistamente se convierte de una explosiva tribuna política en un detonante anuncio: que el año que viene la fiesta tendrá dos días más de duración...
Lo que dijo Ricardo pareció una simple y eufórica expresión de satisfacción por el éxito que se estaba concretando en esos momentos. Pero en realidad, como un gran chamán, Lalaca levantó su voz sobre la humareda de los choripanes y reafirmó su confianza en las urnas al asegurar que en el 2014 seguirá al frente de la gobernación...
Lo que fue como un grito de guerra para toda la oposición.
(Poco después Camau levantó la apuesta y dijo que el festival 2014 será gratis. Lo que fue una promesa de encarnizada lucha...)
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Estamos navegando entre los tiempos del chamamé y del carnaval, donde abundan los guitarreros. Los hechos, la única verdad que es la realidad, demostrará quién tiene las mejores uñas. Pero para eso falta mucho.
(Ojalá se acorten los plazos porque corremos peligro de que la proliferación de nominados nos inunde. Al final, serán más los candidatos que los votantes. ¿Y las internas?)
Mientras tanto, cada vez es más difusa la línea fronteriza entre el espectáculo y la política. Un festival musiquero puede diluirse en las intencionalidades comiteriles y disimulados objetivos partidarios pueden confundirse en el fragor de una murga.
Siempre hay tiempo para enmendar los yerros.
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Para unos no hay apuro. Para otros sí. Las estimaciones dependen de cómo estén ajustadas las calchas propias y si las internas convienen o es mejor el siempre sospechado consenso.
Mientras esperamos las elecciones, aún sin saber fechas ni tener partidos, frentes, alianzas ni candidatos definidos, qué hacemos. ¿Contamos cuentos, arreglamos el mundo, o analizamos la actualidad y clarificamos el panorama y vislumbranos los resultados de los próximos comicios?
Es allí cuando entra a jugar un personaje ya conocido que ahora se ha reproducido como los conejos, que es tema de conversación de todos, aunque todos reniegan de su credibilidad: la encuesta.
La encuesta es un vicio como el horóscopo, la novela policial, el suspenso, el video hot, el programa chimentero. Se la mira de reojo, como con vergüenza, pero con avidez y adueñándonos de sus conclusiones. Somos “encuestadictos”
La encuesta es, al fin y al cabo, la realidad con mascarita, como corresponde a este tiempo carnavalero. Es la verdad disfrazada según el gusto y paladar de quien la ordene, de quien la hace, de quien la lee y de quien la interprepreta. Pero entretiene...
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A una encuesta favoreciendo a A, con seguridad a las 24 horas seguirá otra que favorecerá a B y a lo largo de toda la campaña, en un bailoteo con suspenso, A y B se alternarán en las preferencias por mínimas o pronunciadas diferencias. La cuestión es mantener vivas la expectativas hasta llegar a la última función, que es la elección.
Hay encuestas serias, y como ocurre en todos los rubros, truchas.
La cuestión es acertar con la que uno elige, cuestión tan difícil como embocar con los números de cualquier juego de azar o con el pronóstico del tiempo...
Hay una cosa segura: todas las encuestas alguna vez habrán tenido razón y cantarán victoria cuando se conozcan los resultados electorales. Como siempre, los únicos equivocados seremos nosotros, los que sabíamos todo cuanto iba a pasar. Cero al as otra vez.
Podrían escribirse sesudos ensayos a favor y en contra de las encuestas, y todos tendrían sus valederas razones.
Justamente para eso fueron inventadas las encuestas: para demostrar cualquier cosa.
Por Carlos Gelmi