Por Mathieu Rabechault, de AFP-NA
Hace 10 años tomaron Faluya protagonizando los combates más sangrientos del conflicto iraquí, pero ahora muchos ex soldados estadounidenses se preguntan para qué lucharon si insurgentes vinculados a Al Qaeda han vuelto a tomar la ciudad.
Desde hace varios días la gran ciudad de la provincia de mayoría suní de Al Anbar, fronteriza con Siria, está en manos de guerrilleros del Estado Islámico de Irak y el Levante (Eeil), un grupo afiliado a Al Qaeda y de miembros de tribus hostiles al gobierno.
“Para los ex combatientes de esta guerra, la situación es difícil de asumir”, afirmó David Bellavia en su blog de su ciudad Batavia (Nueva York, noreste). “Es un punto negro en nuestra política en Medio Oriente”.
Este ex sargento fue condecorado con la Estrella de Plata, una de las distinciones más altas del Ejército de Estados Unidos, por su valentía durante la operación “Phantom Fury” (Fantasma furioso) en noviembre de 2004 en las calles de la ciudad iraquí.
A lo largo de la guerra de Irak, Faluya y la región de Al Anbar han sido un bastión de la insurrección.
La muerte de cuatro empleados de la empresa de seguridad privada Blackwater en abril de 2004, cuyos cadáveres fueron expuestos públicamente, desencadenó una ofensiva estadounidenses de tal violencia que los marines debieron ponerle fin por la duras críticas recibidas.
“Phantom Fury”, la segunda batalla en Faluya, supuso la revancha a los asesinatos y movilizó en noviembre de ese año a más de 10.000 soldados estadounidenses, principalmente cuerpos de élite de marines, para retomar el controlar de la ciudad en manos insurgentes.
“Mi única sorpresa es que esto no haya sucedido antes. Hubo 95 marines y soldados muertos durante la segunda batalla de Faluya, más de 600 heridos y todo eso para nada”, criticó el senador republicano John McCain, ferviente partidario de mantener un contingente en Irak tras el retiro de las tropas a finales de 2011.
“Phantom Fury fue un éxito, tomamos la ciudad a los insurgentes y les hicimos ver el infierno. Los yihadistas pueden tener Faluya, nosotros ganamos e hicimos nuestro trabajo. Ya no es nuestro problema”, manifestó en Facebook el ex marine Eric Hernández.
El representante republicano Duncan Hunter, que fue desplegado con su regimiento de marines en la ciudad iraquí en 2004, confesó que “el sentimiento que domina es la ira”. Pero en su opinión hay poco que hacer, según explicó al San Diego Union-Tribune, diario de su circunscripción.
“¿Rehacer Faluya (en) 2014 y perder otros 100 estadounidenses? ¿Para qué? ¿Para volver a retirarse y permitir que Al Qaeda la tome en dos años?”, se preguntó.
“Es un suplicio ver cómo se deteriora la situación en Irak, sobre todo dados los numerosos sacrificios de los militares estadounidenses para dar una oportunidad a los iraquíes de tener un futuro mejor”, dijo a la AFP el ex coronel Peter Mansoor, quien fue mano derecha del general David Petraeus, comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak.
Los soldados estadounidenses fueron vistos como “intermediarios honestos” entre las comunidades y supusieron una especie de “cimiento que mantenía la unidad en Irak”, según Mansoor, para quien la salida de los militares supuso un error que ha permitido a los insurgentes volver a controlar Faluya.
Otro veterano de “Phantom Fury”, Theodore Lester, comparte la visión del hombre de confianza de Petraeus: “El menos inteligente de la clase sabía que un día pasaría esto”.
La caída de Faluya supone para Lester “el inicio de una nueva guerra civil”. “Mi única sorpresa es que esto no haya sucedido antes”, señaló.
En Irak lo “rompimos todo, (lo) arreglamos con cinta adhesiva y luego pretendimos que estaba todo nuevo”, afirmó este ex marine.
Chris Garret, que fue enviado dos veces a Irak, reveló que al día de hoy sigue preguntándose “si todo esto valió estos combates, estas muertes y destrucciones”. “Todavía no lo sé, es triste pensar que no mereció la pena”.