Por aquello de que escuchar es mucho más importante que oír, los medios -en especial la radio- han tejido una urdimbre en base a ese detalle más que importante para crear todo un mundo, donde las frases, las voces se impregnaron como memoria cotidiana que abreva el recuerdo y alimenta los sueños que ella gravaba pacientemente, inteligentemente en la sabiduría popular.
Solamente basta pronunciarlas para que la mente “sintonice” y volvamos a “ver”, recordándolos. Un artista de radioteatro de la región, Alfonso Kanki, comenzaba la brega diaria, pronunciando unas primeras palabras que quedaron en el ámbito radial, pertenecientes a un poema del mejicano Manuel Gutiérrez Nájera: “Quiero morir cuando decline el día, en altamar y con la cara al cielo, donde parezca un sueño la agonía y el alma un ave que remonta el vuelo..!”
Los recuerdos inundan los espacios de olvidos. LR1 Radio El Mundo, en un ciclo de lunes a viernes, antes de “Qué pareja” con Héctor Maselli y Blanquita Santos que precedía al “Glostora Tango Club”, a partir del año 1948 con un ciclo memorable decía en la presentación, con voz profunda y afectada: “Peter Fox, lo sabía…!” Los actores que colaboraban con Tresenza eran Alfredo Marino e Hilda Bernard, con los efectos sonoros de Nicolás Catalán. O el actor Tomás Simari, “el hombre de las mil voces”, cuando en la apertura de su gran suceso radial, encarnando a un agente de policía de barrio, se hacía conocer: “Yo soy Lisandro Medina, el agente de la esquina, cuya alegría mayor es decirle al Superior. Señor, en esta parada nunca ha ocurrido nada desde que la atiendo yo”.
Las voces eran las características de sintonía, un claro ejemplo, el actor Fernando Ochoa, haciendo su personaje gauchesco “Don Bildigerno”, apuntalado por los guiones del autor Yamandú Rodríguez, que develaban el campo con su humor, la grandeza del paisaje y los sueños, con la música del gran guitarrista Abel Fleury. El cine nacional de gran raigambre y excelentes actores que revalidaban lo nuestro, cuando ya en los títulos de inicios de la película una voz en off, que era del actor Enrique Muiño, se adelantaba exaltando la poesía de Belisario Roldán: “Caballito criollo del galope corto, del aliento largo y el instinto fiel. Caballito criollo que fue como un asta para la bandera que anduvo sobre él...! Caballito criollo que de puro heroico se alejó una tarde debajo su ombú, y en alas de extraños afanes de gloria se trepó a Los Andes y se fue al Perú...! Se alzará algún día, caballito criollo, sobre una eminencia un overo en pie; y estará tallada su figura en bronce, caballito criollo que pasó y se fue..!”. Caballito Criollo, sin duda, fue una producción exitosa del año 1953 con Enrique Muiño, Mario Passano y Alberto Bello. La música era de Alberto Ginastera. La dirección, de Ralph Pappier. Los recuerdos se agigantan en forma benéfica cuando un tono de voz se pronuncia; tal vez no valoramos tan fiel el camino de identificación que demarca y expone no sólo el sonido, sino que toman vida las imágenes hasta en los mínimos detalles. Así es la vida, sonora y sorpresiva. Es el disparo que nos permite “ver” quiénes fuimos y somos. La palabra no está desvalorizada, somos nosotros que hasta nos jugamos su propia verdad con tal de complacer y engañarnos. Construir otra vida ajena a la nuestra es no ser sinceros.
Adalberto Balduino
Comunicador