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Del granero al yuyal

Por El Litoral

Miércoles, 21 de mayo de 2014 a las 01:00
Por Jorge Eduardo Simonetti
Para El Litoral
PESADA HERENCIA
Cuando un gobierno o un régimen político concluye su período gubernativo, que en el caso del kirchnerismo será de poco más de doce años, el mejor balance que puede realizarse es el inventario de su herencia en los sectores y temas fundamentales.
En éste caso, me ocupa y preocupa el fragmento agropecuario, que tradicionalmente ha sido para el país una columna fundamental de su economía, y que en muchas oportunidades sostuvo el andamiaje nacional.
No por conocida debemos dejar de señalar la evolución de la actividad respecto a su importancia relativa para el país, en el nivel interno y en el internacional.
El contraste se advierte en el título de este artículo. De “granero del mundo” de las primeras décadas del siglo XX, como actor fundamental en la exportación de alimentos, pasamos a tener una importante dependencia del “yuyito”, como llamó la Presidenta a la soja, que sostuvo gran parte del gasto estatal en los primeros lustros del siglo XXI.
Mauricio Rojas (“Breve Historia de un Largo Fracaso”), cuenta que la segunda parte del siglo XIX significó para la Argentina un rápido crecimiento de las exportaciones de lana, a lo que más tarde se agregaría la de carne vacuna y de cereales, los detonantes “de la llamada “era aluvial”, dónde aluviones de riqueza e inmigrantes terminarían convirtiendo a la Argentina en la nación de lejos más descollante de América del Sur” 
Entre 1869 y 1913, el crecimiento económico de nuestro país fue estimado entre el 5 y el 6% anual, Argentina se transformó en el país más urbanizado del orbe luego de Gran Bretaña, en 1929 fue la undécima nación más exportadora del mundo y se ubicaba entre las diez naciones más ricas en  términos de ingreso per cápita. El sector agropecuario fue el factor fundamental de esos tiempos.
Dice Rojas que, en el tiempo posterior, “el sector agrícola fue utilizado por el régimen peronista como la caja fuerte del país y de esa manera fue drenado de su excedente económico” (p.48).
Esta última situación, se reactualiza en la Argentina del siglo XXI, en la que los commodities agrícolas se constituyeron en la fuente principal del ingreso de divisas y, consecuentemente, por vía de las retenciones, en “papita para el loro” en el crecimiento del gasto estatal para los subsidios.
Si bien es cierto que no pueden realizarse comparaciones directas en tiempos que transcurren con casi un siglo de diferencia, el progreso tecnológico y las diferentes condiciones internas e internacionales son parte de esa dificultad, hay que atender a dos realidades distintas con un componente común.
El campo sigue siendo, como antaño, el soporte económico principal, el gran generador de riqueza exportable, la caja importante donde el estado mete mano para sus gastos, pero los componentes y el peso relativo de los mismos son muy diferentes. La soja se ha convertido, haciendo una asimilación con la situación venezolana con el petróleo (salvando las diferencias cuantitativas y cualitativas), en, casi casi, el monocultivo argentino. Casi todo el resto de la producción agropecuaria argentina está en picada, y obviamente la exportación de esos productos.
En un interesante artículo del especialista Juan Diego Wasilesky, publicado en el “Pregón Agropecuario”, del total de exportaciones de los últimos años, un tercio corresponde a la comercialización internacional de la soja y sus derivados. Argentina se ha consolidado como el tercer exportador mundial del “yuyito”, detrás de Estados Unidos y Brasil.
A la par del incremento de la exportación de soja, se advierte la caída en los restantes tradicionales productos del agro, que hicieron del país el “granero del mundo”.
Hasta 2009, Argentina era un gran exportador de carne, ubicándose en el 4° puesto, con 655 mil toneladas. En 2013, descendimos al 11° puesto, apenas con 180 mil toneladas, detrás de países como Uruguay, Paraguay y México.
En materia triguera, del 5° puesto en el arranque del siglo, pasamos al 6° en 2011, y al 10° en 2013, con un volumen de exportaciones de menos de un quinto que dos años antes.
La caída de la inserción internacional de nuestro país en el mercado mundial de los alimentos se extiende a otros productos. Según informe del IERAL, de un grupo de 22 productos, desde 1998 caímos en 15 de ellos, entre los que pueden mencionarse la carne porcina (del 41° al 60°), el algodón (del 21° al 36°), maderas y manufacturas (del 43° al 56°) y arroz (del 8° al 17°).
La razón de la caída, según Marcelo Elizondo de la Fundación ExportAr, es el sesgo antiexportador de las políticas kirchneristas, basado en el erróneo concepto de que exportar encarece el precio interno del producto. “Hoy, en todos esos sectores que se intentó desalentar, estamos viendo el efecto contrario: hay altos precios domésticos, baja inversión y una menor inserción internacional”, expresó.
Según el IERAL, la caída de posiciones en el ranking de exportadores es algo que se puede justificar por lo evidenciado a nivel más generalizado en el ranking de competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial (WEF). Este índice incluye diferentes aspectos que fomentan al crecimiento económico del país, tales como infraestructura, educación, innovación tecnológica y calidad de las instituciones, entre otros. Según este ranking, la Argentina perdió casi 60 posiciones a lo largo de los últimos 13 años, señala Wasilesky.
En suma, hoy el fenomenal gasto estatal es, en un tercio, “sojadependiente”, por lo que si su comercialización cae en volumen y/o precio, el drama económico se multiplicará exponencialmente para los argentinos.
¿Quién es el principal comprador de soja? China, que lo utiliza principalmente como alimento de pollos y cerdos. Debido a una desaceleración en las tasas de crecimiento del gigante asiático, los argentinos estamos cruzando los dedos para que no disminuya la demanda china de la soja y derivados. La razón es simple, nuestra economía está asentada en su tercera parte en ese cliente.
En suma, hemos caído verticalmente en la exportación de tradicionales productos de nuestro campo que hicieron el soporte principal del progreso nacional. Al perder cuantitativa y cualitativamente en nuestra inserción comercial en el mundo, nuestra fortaleza exportadora se halla absolutamente debilitada, porque dependemos en gran medida de un producto (soja) y de un cliente (China).
De allí, que el título de este artículo es más que una metáfora. Seguimos dependiendo del campo, pero salimos del granero y nos internamos en el yuyal.

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