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Ese delicado equilibrio, todo en su justo punto

Por El Litoral

Domingo, 07 de junio de 2015 a las 01:00
Por Carlos Gelmi
Después de la espectacular manifestación popular del miércoles, por fin llegamos todos a una coincidencia total en una catarata de calificativos hasta entonces no escuchados: espontánea, apolítica, plural, respetuosa. Esta inusual calificación adquiere mayor significación aún si se tiene en cuanta la ausencia total de la logística transportista y toda la parafernalia propagandística que siempre se  despliega a favor o en contra, especialmente de parte del poder de turno, ni del marketing desenfrenado de los pro y lo contra por todos los medios. Aquí, las redes sociales demostraron su silencioso  poder y eficacia.
Directamente, o a través de las impactantes imágenes, el pueblo argentino, sin terminaciones que marquen diferencias genéricas, -ni a ni o- mostró al mundo su anhelo de justicia.
La pregunta que surge por encima de esa multitud es simple y preocupante y no hay que callarla cobardemente porque de esa manera estaríamos otra vez tirando la basura bajo la alfombra, escondiendo la escoba detrás de la puerta para ver qué pasa mañana, haciendo que la hipocresía siga enseñoreada como figuretti copando las mejores fotitos del espectáculo.
Militantes de todos los partidos estaban allí mostrándose sonrientes, sin pancartas ni remeras,  y las figuras del espectáculo, se prestaban gustosas y presurosas para desfilar ante micrófonos y cámaras para hacer enfáticas declaraciones de adhesión a todos los reclamos. 
Cuánto de autenticidad y cuánto de oportunismo había  en esas actitudes.
Este viejo problema que moviliza a la gente cada vez más ante el obstinado silencio de quienes tienen la obligación de darle respuestas, siempre está en vías de solución pero también siempre se demora por razones que inexplicablemente afloran en tiempos electorales.
¿Se arregla todo con una marcha, por más espectacular que esta sea? ¿Terminaremos con la violencia contra la mujer y contra todas las violencias  con la aprobación de una o dos leyes, que se sumarán a las ya existentes sin que nadie se preocupe en aplicarlas? ¿Será necesario esperar otra campaña política para volver a agitar el tema? ¿Para qué sirven los timbres en las puertas de los panteones?
Nada de todo eso. El tema debe estar instalado en la conciencia de cada ciudadano de bien, como baluarte de una amplia trinchera que tiene muchos flancos abiertos que deben ser urgentemente reparados.

El gato, el ratón
y los pescadores
Por supuesto que no puede empañarse en lo más mínimo la fortaleza, la autenticidad del reclamo y el genuino origen del dolor que amplificó ese grito que recorrió el país y llamó la atención del mundo entero.
Las suspicacias que despiertan ciertas actitudes deben ser separadas que solas, por su escaso peso, se disuelven en el balance final.
Pero hay que estar en alerta porque los pescadores de ríos revueltos están siempre tendiendo sus redes, que despliegan a diestra y siniestra con la complicidad de  policías y jueces que, voluntariamente o no, dan la puntada inicial de esta cadena infernal y sin final a la vista.
En esta maraña de asombrosos encadenamientos que quedan al margen, no debemos olvidar jueces que alquilaban lujosos departamentos para ser utilizados para la prostitución ni a otros garantistas que redujeron la pena de un violador de un niño según sus insólitas argumentaciones.
Todo en el marco de un perverso juego del gato y el ratón por un puesto más o menos  en los estrados juidiciales, que en su momento, no tuvieron como réplica la marcha de protesta que se merecían. Por eso hay que recordarlos y englobarlos en “ni una menos-ni una más”. Todo con equilibrio justo, para que la marcha no caiga en el vacío...

El dramático caso
de Curuzú Cuatiá
El mismo día de la importante marcha, Corrientes (Curuzú Cuatiá) se convertía en contraluz más dramático que se podía esperar: un hombre -devenido en monstruo- acuchilló a su mujer embarazada, degolló a su hija adolescente y posteriormente se suicidó.
Como siempre, las morbosas urgencias de las crónicas  policiales comenzaron a hurgar sobre la motivación del hecho, el entorno familiar. el estado mental del monstruo, la reacción del vecindario, la eficacia del sistema asistencial, etc. Un ir y venir de informaciones y contradictorios testimonios como un calco del lamentable caso del fiscal Nisman que aun sigue sin definirse entre suicidio y homicidio.  Como tantos otros crímenes que permanecen en la nebulosa, con tendencia a la oscuridad total y definitiva.
‘‘Ayer nos desentendíamos por la denuncia no escuchada de una mujer que decía que su marido la golpeaba. Nadie la creía ni la ayudaba.
 Después, como dice Bertold Brecht, golpearon a su  puerta, pero ya era demasiado tarde.
El día de la marcha por “ni una menos” hubo “una más” 
Otra vez empezamos a llorar sobre la leche derramada. Hasta la próxima marcha...

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