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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

EL ENCUENTRO FRANCISCO - MACRI

Por Julio Bárbaro (*)

Ser superior, o al menos sentirse distinto a las mayorías, es una tentación que inspira distintos caminos de la vida humana. Ricos o leídos, participar de las elites, ser alguien entre la multitud, ¡cuánta energía gastan los hombres en ese intento!

Son muchos los que insisten en interrogarnos sobre qué diablos es el peronismo. La respuesta es compleja, una cosa son las ideas y otra muy distinta los que viven de esas ideas. Antes se utilizaban formas despectivas para dirigirse a las multitudes, a las masas, a los proletarios que en su protagonismo se asumieron “descamisados”. Hay muchos que se hicieron ricos recitando a Marx y centenares que usaron el nombre de Perón para cosechar votos y recaudar ganancias. Esos fueron liberales con Menem y marxistoides con los Kirchner, en fin, no importan demasiado los colores de la murga si la paga permite el ascenso social.

Hago esta larga introducción para definir a algunos personajes que intentan incluir al Santo Padre en la categoría de “populismo”, término que por su solo uso define al propietario como perteneciente a la categoría de la “gente bien pensante”. Si los católicos son una mayoría se corren de ese universo, no sea cosa que los confundan con las masas, los pueblos, las multitudes. Y ellos, los finos, muchos son ateos. Eso no está mal, cada uno tiene la fe que se le cante, eso sí, mientras respete la creencia de los demás.

Los argentinos tenemos un Papa, un premio no soñado ni mucho menos merecido. Esta es una distinción que define a la Iglesia pero también a la fe de su pueblo. Es un Sumo Pontífice que asombra al mundo, que le devolvió a la fe católica un lugar central en el concierto de los líderes de la humanidad. Somos raros, podemos aportar grandes pianistas o jugadores de fútbol y hasta un Papa, con escasos, muy escasos rescatables políticos. La violencia se llevó a buena parte de una generación y la vocación de vanguardia ilustrada a otro tanto de los pensadores que supimos conseguir. La fe de los políticos no dio un Papa ni un Cardenal, apenas algún párroco de pueblo perdido.

Y eso duele, cuando el Presidente -que yo también voté- se reúne con el Papa admirado por gran parte del mundo, y hay muchos que se enojan, que hacen una teología de la ausencia de sonrisa en la foto anterior.

Quienes -como es mi caso- disfrutamos de la amistad de buena cantidad de políticos antes de llegar al cargo, sabemos de sobra cómo la soberbia induce al olvido. Esa historia la viví personalmente con los Menem y los Kirchner y parecido la paso con los Macri; eso es lo que lo diferencia al Santo Padre. Sigue respetando a todos y cada uno de sus viejos amigos -de los de la mala- cuando los Kirchner y sus secuaces lo enfrentaban con todas sus armas. El Cardenal Bergoglio tuvo demasiada distancia con el autoritarismo de Santa Cruz como para tener que dar explicaciones. La Iglesia jugó fuerte contra una concepción política que arriesgaba lo peor en la Nación y en la Provincia. No tiene necesidad de explicar ni justificar nada.

Ni el Papa es peronista ni mucho menos comparte con Perón el espacio del “populismo” como le asignan los elegantes de los negocios o el intelecto, que casi siempre arriban a similares conclusiones (exquisiteces de la mirada).  Lo que molesta de algunas concepciones es cuando marcan el lugar de los humildes, la fe nació entre los de abajo, generó su propia burocracia, sufrió todas las desviaciones imaginables pero siempre logró recuperarse tomando distancia de las riquezas.

Vivimos en un mundo donde la caída del marxismo dejo progresismos aislados sin demasiadas opciones de poder. La Iglesia en el presente ocupa el lugar que demasiados imaginaban en manos de las fracasadas revoluciones. Los dueños del dinero se sintieron capacitados para la desmesura con la caída del muro, la Iglesia termina siendo un límite a la ambición de los concentradores de riqueza. Para ellos que lo diga Thomas Piketty es una cosa, que lo exprese el Santo Padre con el enorme valor de su palabra es para largar los perros a ladrar contra el enemigo “populista”. Del otro lado del populismo y la demagogia siempre están ellos, las elites de izquierda o de derecha, las exquisitas y sutiles minorías.

Tenemos un Presidente democrático y conservador, con menos manejo de las relaciones que el autoritarismo derrotado. Nada para asignarle tamaña trascendencia a una foto con el Papa serio o a un rosario obsequiado a una detenida. Todos sabemos que el debate es otro, el Santo Padre no tiene problemas con nadie, menos con el Presidente, salvo cuando éste expresa que prefiere manejar la relación por la Cancillería. Con esta Canciller ya tenemos cubierta la cuota de derrotas por todo el tiempo que dure su mandato.

La historia nos regaló un Santo Padre, una figura que desborda a la misma Iglesia, que se impone en espacios de diálogo a los que él mismo como nadie genera. El encuentro con el Presidente es importante, sin duda habrá sonrisas y después de esas fotos habrá muchos que se quedarán sin tema. Especialmente aquellos que quieren que el Papa piense como ellos, sin asumir que en ese caso nunca hubiera superado el humilde lugar de “cura párroco”.

(*) Nota publicada en infobae.com

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