Sabemos que el tango subyuga y deslumbra su baile. Puede sonar antiguo, pero son los jóvenes que se suman a la magia, a ese magnetismo que contagia, y lo van evolucionando. Porque el tango no es otra cosa que la propia vida contada, donde el dolor emerge porque el amor duele en el alma pero encarna la consagración de dos que se aman. Es como el blues que toma la vida y lo repite paso a paso. El tango, hoy, se ha extendido, ha superado la General Paz, porque es el país todo que lo siente y lo interpreta, como el propio mundo que lo admira. Los grandes cantantes casi siempre han sido provincianos, del interior. Argentino Ledesma, de Santiago del Estero. Alberto Podestá, de San Juan. Miguel Montero, de Tucumán, el “Chiqui” Pereyra de Río Negro, Raúl Lavié, rosarino, y muchos provincianos más entre tantos que lo interpretaron y lograron descollar. Pero lo formidable del tango, ha sido su evolución poética que fue adaptándose a los tiempos. Los primeros fueron primarios, tomando la pintura de la ciudad y sus costumbres. Es más, muchos eran prohibidos por decir y expresarse con acento prostibulario que marca su escenario primero. En 1903, Alfredo Gobbi padre, contaba con la música de Angel Villoldo: “Soy hijo de Buenos Aires, / por apodo "El Porteñito", / el criollo más compadrito / que en esta tierra nació”. Pascual Contursi padre, trasunta por vez primera lo dramático, en que el hombre llora la partida de su querida, plantándose con el tango canción en 1916, cuando se lamenta en “Mi noche triste”, “Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida, / dejándome el alma herida / y espina en el corazón”. Saltando un poco apresurado por tantos autores que prodigaron su prolongada existencia, digamos que Enrique Cadícamo con José María Aguilar, establecen el tango de protesta en 1933 por la gran mishiadura que marcó Wall Street, con “Al mundo le falta un tornillo”, un verdadero manifiesto desesperado: “Hoy se vive de prepo / y se duerme apurao. / Y la chiva hasta a Cristo / se la han afeitao…” No tardó mucho Enrique Santos Discépolo, para afirmar en 1934, con su “Cambalache”: “Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor; / ignorante, sabio, chorro, / generoso, estafador”. Si bien memoramos a grandes rasgos, no olvidemos de la pluma que pintaba como nadie el barrio. Un santiagueño, nacido en Añatuya, Homero Manzi, de gran poder descriptivo, ya cerca del 40´ cuando en “Barrio de tango”, toma la “paleta”, y dice: “Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, / durmiéndose al costado del terraplén./ Un farol balanceando en la barrera / y el misterio de adiós que siembra el tren”. Homero Expósito hablando ya de otra manera, en sus obras memorables, “Percal”, Trenzas, “Yuyo verde”, “Naranjo en flor”, “Maquillaje”, “Afiches”, etc., incluso apelando a metáforas hasta allí jamás utilizadas. Catulo Castillo, con “Café de los Angelitos”, “Una canción”, “La última curda”, “La calesita”, “El último café”, entre tanta producción autoral. Pero hay espacio para que una mujer adopte, y se abra paso sola, utilizando otras formas de expresarse, directa, simple, de gran hondura, mucho más natural pero netamente profunda donde cada poesía es una obra memorable. Eladia Blázquez, guitarrista, pianista, cantante y compositora brillante con verdaderos regalos poéticos. “Mi ciudad y mi gente”, “Buenos Aires cotidiana”, “Contame una historia”, “Mi ciudad y mi gente”. Una sucesión de éxitos merecidos en que resulta imposible de olvidar dos clásicos: “El corazón al sur”, afirmando su identidad. “Nací en un barrio donde el lujo fue un albur, / por eso tengo el corazón mirando al sur. / Mi viejo fue una abeja en la colmena, / las manos limpias, el alma buena…” Pero indudablemente el que es un himno de existir y consagró definitivamente a Eladia Blázquez, es “Honrar la vida”, la celebración del vivir con las cosas simples, amadas. “Merecer la vida es erguirse vertical, / Más allá del mal, de las caídas…/ Es igual que darle a la verdad, / Y a nuestra propia libertad / La bienvenida..! / Eso de durar y transcurrir / No nos da derecho a presumir. / Porque no es lo mismo que vivir / Honrar la vida..!”
Tal vez se aleja un poco de la marcada cadencia tanguera pero el dolor y la alegría son los mismos, porque se acerca a la vida más allá de las broncas, del amor y el desamor. Está junto a nosotros reafirmando “Es una virtud, es dignidad..! / Y es la actitud de identidad más definida..!” El tango es historia humana, es llanto y alegría. Han sido muchos quienes aportaron y aportan, sin olvidar a Alfredo Le Pera, Horacio Ferrer, Chico Novarro, que lograron marcar la diferencia poética acorde a cada época.
Adalberto Balduino