La muerte nos permite, muchas veces...

La muerte nos permite, muchas veces, replantearnos las prioridades y las urgencias. Darnos cuenta de lo equivocados que andamos tantas veces perdiendo oportunidades y energías en esfuerzos y disputas que nos distraen de la principal tarea que debiera ocupar la mayor parte de nuestro tiempo, ese irrecuperable e invalorable tiempo que se nos escapa de las manos y que nos negamos a darnos cuenta de que al perderlo no lo recuperamos más. Tiempo perdido, oportunidad perdida. 

Se murió mi papá. Este domingo, sin previo aviso. Una llamada de mi hermana me sorprendió esperando el momento para llamarlo por el día del padre… Tristeza, recuerdos, imágenes… la sucesión de llamadas, de preguntas, de no encontrar las palabras… tomar conciencia de a poco de que ya no va a estar… 

En mayo del año pasado tuve la suerte de que me dieron la oportunidad de hablar por radio de él, de poder decir (y que él lo oyera) cuánto lo admiramos y queremos sus hijos (y también sus nietos, me atrevo a afirmar), de cuán profundamente nos ha marcado a todos su coherencia, su pasión por lo que hacía, su honestidad, el amor que tenía por mamá (demostrado a su modo) y la infinita devoción a su madre, mi nonna Teresa… todo ese poblado paisaje de emociones que escondía detrás de su aparente carácter agruñonado, de esa armadura que se le fue ablandando con los años, sobre todo con la llegada de los nietos.

Hoy mientras la inevitable tristeza invade mi corazón, agradezco la vida de mi viejo, su modo de estar presente en nuestras vidas que nos ayudó a ser lo que somos, lo que hemos decidido ser sus hijos. Agradezco su vida y su cariño, tal como supo dárnoslo, espero poder ser para otros todo lo importante que él es para mí.

Claudio Gelmi (hijo)

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