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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Macri traicionó a los argentinos

El Presidente necesita de Cristina y ambos de sus fanáticos; esa ceguera es el sustituto de la razón que ambos abandonaron hace tiempo. 

Por Julio Bárbaro

Nota publicada en infobae.com

La verdadera división que transitamos es entre los que intentamos una sociedad de adversarios y los que no pueden vivir sin enemigos. En esa fractura Mauricio Macri me traicionó; lo votamos para salir de la grieta y él solo intentó obligarnos a cambiar de sector. Pasar de Horacio Verbitsky a Jaime Durán Barba no merece otra consideración que el sinsentido. El problema está en el odio, no en el bando que habita su ejecutor, el daño suele terminar siendo el mismo.

Apareció un juez del otro lado, era lógico, años nombrando amigos no podía ser que los K no cosecharan ni una sola lealtad. Un poco tarde los cuadernos amontonaron presos, cuestionar al fiscal con un delirio de dimensiones no libera ni culpas ni detenidos. Un juez con pretensiones de actor, uno de “Justicia legítima” con todos los atributos, uno de esos que con sólo aparecer justifica que hayamos votado por Macri.

Los cuadernos son un hecho definitivo, ese grupo transitó el delito bajo la cobertura de la revolución. Tardan en disolverse por la incorporación de sectores de izquierda, no pueden volver al poder por esa misma razón. Macri tampoco la tiene fácil, ahora se le sublevan los aliados, el destrato de los soberbios no soporta las consecuencias del fracaso.

El futuro que promete Macri es ficción ideológica, la miseria cotidiana que genera es la única y cruel realidad.

El apoyo de Cristina, como el de Macri, genera fuga de votos y no prestigio como soñaron ellos. Hasta los encuestadores cayeron en la trampa y terminaron transitando el papelón colectivo. Macri necesita de Cristina y ambos de sus fanáticos; esa ceguera es el sustituto de la razón que ambos abandonaron hace tiempo. Estamos viviendo la agonía de un sistema donde la devaluación del enemigo fue más importante que los logros propios, un fracaso a dos voces y una decadencia a toda orquesta. Ni los que robaban eran dueños de talento ni los acusadores eran docentes de ética. Dos grupos demasiado parecidos como para no tener más simetrías que discordancias, parte del cambalache discepoliano, “y en el mismo lodo todos manoseados”. Intentar salir de los cuadernos por la vía de un juez amigo que delira frente a los asustados acusados es más patético que negar delitos donde abundan los arrepentidos.

La aparición de Roberto Lavagna como candidato moviliza los odios de los que administran con tanta eficiencia el fracaso y la desesperanza. El señor ministro del área expresó suelto de cuerpo que Lavagna era responsable de algunos de los problemas actuales. Para algo existe el “psicoanálisis de vidas pasadas”, los afiliados al partido de “la culpa la tuvo el otro” no carecen de audacia, en realidad sólo esa virtud los acompaña.

Al Gobierno se le acaba Cristina, necesita extender los odios como manera de expresar su impotencia para gestar aciertos e insuflar amores. Incapaces pero agresivos, mediocres pero soberbios, fracasados pero nunca una autocrítica, no sea cosa de aparentar madurez. El Gobierno vino a favorecer a las empresas de servicios públicos de parientes y amigos con las tarifas, a endeudarnos para favorecer la fuga de capitales, a demostrar que si Cristina tenía errores de gestión, ellos los podrían incrementar. Tienen algunos logros, pero en lo importante multiplicaron la deuda, la inflación y la pobreza; con ese resultado nada serio los puede justificar.

Inglaterra había votado volver al aislamiento, el gran debate sobre si ese hecho era ingresar al futuro o un retroceso sin sentido. Ahora el miedo, la duda, la dificultad de darle coherencia al Brexit. El mundo se integra a la par que los conflictos regionales se multiplican. Inglaterra y los catalanes, la identidad de los pueblos resistiendo a veces la necesidad de integración. Y nosotros, todavía debatiendo el sentido de la política, como si nuestro problema fuera económico, como si la confrontación fuera un camino que conduce a destinos viables, como si alguno hubiera sido más culpable que el otro. Tardamos demasiado en aprender, el abrazo de Perón con Balbín hizo historia, los odios de los guerrilleros y los represores nos hicieron retroceder. Es hora de entenderlo.

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