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Macron cambia de estrategia

Por El Litoral

Miércoles, 20 de marzo de 2019 a las 03:50

La primera manifestación -que sorprendió por la gran cantidad de participantes- se concretó a través de las redes sociales. Carecían de organización y de líder. Lo hicieron primariamente en reivindicación de mejoras salariales y laborales. 
Después sucedieron otras -llevan ya casi 20 movilizaciones-, pero agregaron otros reclamos como el cambio de política de gobierno y hasta exigen la renuncia del presidente. Para colmo, en las últimas marchas apareció el uso de la violencia.
Tras cuatro meses de protestas del movimiento francés “chalecos amarillos”, la violencia se muestra en toda su fuerza en las calles de París y la policía se ve incapaz de controlar a los violentos. Una cosa es manifestarse para reivindicar unos derechos, lo cual es absolutamente legítimo, y otra bien distinta es sembrar el caos.
La semana pasada el presidente francés Emmanuel Macron admitió la incapacidad para impedir los disturbios. “Se ha hecho mucho desde noviembre”, dijo en alusión al mes en que comenzaron las protestas. Acusados de uso excesivo de la fuerza, los responsables policiales también afrontan críticas por no atajar la violencia. “Quiero que cuanto antes tomemos decisiones fuertes para que no vuelva a ocurrir”, dijo el presidente.
Tras cuatro meses de protestas, los “chalecos amarillos”, que desde el otoño piden desde mejoras salariales y bajadas de impuestos hasta la caída de Macron, languidecían. Casi han desaparecido de las rotondas y carreteras, y las manifestaciones del sábado en París cada vez eran más minoritarias y llamaban menos la atención de los medios de comunicación. Hasta el pasado sábado. Los saqueos e incendios en los Campos Elíseos parecen una repetición de las escenas del otoño. Y reabren el debate sobre la eficacia de la Policía y la impotencia del Estado ante una explosión violenta poco habitual en las democracias desarrolladas.
En la última manifestación de hace dos sábados de París, acudieron unas 10.000 personas. Aunque es una cifra modesta, son más que los fines de semana anteriores. Pero en toda Francia fueron unos 30.000, lejos de los 280.000 de la primera jornada, el 17 de noviembre. Lo novedoso fue el regreso de una violencia contra mobiliario urbano, comercios de lujo y edificios de los barrios más opulentos. Y la evidencia de que las fuerzas del orden, o bien no saben o no pueden evitarlo.
La paradoja es que, en las últimas semanas se ha redoblado la presión para que las fuerzas del orden revisasen sus métodos, considerados demasiado contundentes. Las denuncias se centran en las llamadas LBD-40, o lanzaderas de balas de defensa. Un factor que complica la tarea de las fuerzas del orden y facilita la de los “chalecos amarillos” violentos y de los infiltrados ajenos al movimiento, es que las manifestaciones no suelen estar anunciadas y carecen de itinerario, horario y servicio del orden. En algunas manifestaciones, policías y gendarmes han dado muestras de pasividad. En otros momentos, han actuado con dureza.
Desbordado de nuevo por la violencia de los “chalecos amarillos”, el presidente francés Emmanuel Macron ha decidido reforzar la estrategia represiva para evitar más disturbios. El gobierno anunció este lunes que prohibirá las manifestaciones en los barrios donde se han producido altercados, entre ellos los Campos Elíseos, la gran avenida comercial y turística parisiense. Macron, además, destituyó al prefecto de la policía de París, Michel Delpuech, responsable de las fuerzas del orden en la región de la capital. Las escenas de caos y destrucción del último sábado ponen en riesgo la estrategia política del presidente para superar la crisis de los chalecos amarillos con el llamado gran debate nacional.
A la luz de los acontecimientos, el presidente Macron vive por estos días horas difíciles.

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