A menos de una hora en barco de la locura de la ciudad carioca, se encuentra esta Paquetá, una desconocida para muchos turistas, en la que la violencia e inseguridad de Río prácticamente brillan por su ausencia. Todos sus vecinos se conocen y tiene además la peculiaridad de ser un lugar libre de automóviles en la que las bicicletas son el principal medio de transporte.
Con apenas unos 4.000 habitantes y solo cerca de 1.2 kilómetros cuadrados de superficie, Paquetá atrae a quienes buscan un retiro en el que dar un paseo, hacer una pequeña ruta de senderismo o comer pescado frente al mar.
Paquetá es un barrio de la ciudad de Río de Janeiro que en realidad es una isla muy especial, consagrada como Área de Preservación del Ambiente Cultural, un lugar lleno de paz y tranquilidad que transporta al visitante a un tiempo diferente.
Origen
Se desconoce exactamente el origen del nombre de la isla, pero se sabe que ya era conocida como Paquetá por sus pobladores originales, los indios Tamoios, desde antes de la llegada de los franceses y portugueses. Se cree que el nombre puede significar lugar con muchas conchas, muchas piedras o muchas pacas o pacaranas (conejillos de indias). Si bien hubo movimientos colonizadores desde el siglo XVI, el crecimiento de Paquetá fue impulsado sobre todo en el siglo XIX por la llegada del príncipe regente de Portugal don João VI a Río de Janeiro, ya que éste se convirtió en asiduo visitante de la isla debido principalmente a las supuestas cualidades medicinales del agua del pozo de São Roque. Algunas de las elegantes residencias construidas durante finales del siglo XIX y principios de XX todavía pueden verse en la isla. La instauración de un servicio regular de barcas entre la isla de Paquetá y el centro de Río de Janeiro, unió definitivamente la isla a la ciudad.
Tranquilidad y cultura
De entre sus habitantes ilustres, destacó el poeta y político brasileño José Bonifácio (1763-1838), conocido como el “patriarca de la independencia de Brasil”. Bonifácio vivió exiliado en una de las casas de la isla, que en proceso de convertirse en museo, alberga hoy en día una colección particular de más de 10.000 piezas del campo de la comunicación y las costumbres.
Su dueño, Fichel Davit Chargel está a punto de cumplir 85 años y, aunque su domicilio está en el bohemio barrio carioca de Santa Teresa, ahora pasa más de la mitad de su semana en Paquetá.
Cuando tenía 17, Chargel inició una colección que ya ronda las 10.000 obras y que se expone en una de las casas más espectaculares de la isla. “Decidí comprar la casa porque cuando la descubrí estaba vacía y un poco deteriorada porque llevaba cinco años en proceso de venta pero tenía lugar para todo mi acerbo, que estaba amontonado en Santa Teresa”, explicó Chargel a la agencia internacional de noticias EFE y añadió: “Las personas aquí se pueden sentir como en un museo debido a la arquitectura interna de la casa, que además tiene un valor histórico enorme”.
La colección contempla infinidad de piezas, algunas datan del siglo XVI y van desde bastones, armas, sombreros o abanicos hasta fotografías, proyectores de cine y barajas de cartas eróticas.
Belleza natural
El museo hogar de Chargel no es la única curiosidad de la isla ya que, paseando por sus calles, se puede encontrar un árbol baobab de más de siete metros de circunferencia o un curioso cementerio de pájaros, en el que los vecinos entierran a sus aves y en sus paredes se pueden leer algunos poemas que reflejan el amor por la naturaleza. José Batista de Oliveira es otro de los vecinos de la isla, quien se mudó a Paquetá cuando tenía 16 años buscando un cambio de vida.
Desde entonces, hace casi 50 años, trabaja en el turismo y actualmente pasea a los curiosos en un carro eléctrico por la isla. “La vida en Paquetá es muy tranquila, la isla es una familia, todos se conocen, todos saben lo que pasa y todos se ayudan”, explicó Oliveira.
Subrayó también que se “aterroriza” cuando lee los periódicos y ve la inseguridad de Río de Janeiro, ya que, según afirmó, en Paquetá “no existe” la violencia y las únicas situaciones que se pueden dar son “algunas riñas de bar aisladas”. Oliveira contó que Paquetá es su “lugar favorito del mundo”, aunque también destacó que “la brutal contaminación de la bahía, la pésima situación del país y la poca inversión” hacen que la isla no aproveche todo su potencial.
Lugares de interés
La isla de Paquetá es un lugar peculiar, cuyas calles no asfaltadas sólo se pueden recorrer caminando, en bicicleta, en carros tirados por caballos o en el pintoresco tren turístico conocido como el “trenezinho” (un sencillo vagón tirados por un tractor). Un lugar que conserva el carácter bucólico de antaño, que invita a ser descubierto sin prisas.
Entre los principales atractivos cercanos al puerto de acceso y a la playa de los Tamoios, está la iglesia del Senhor Bom Jesus do Monte construida en 1763 y que conserva el estilo neogótico en su decoración interior, el Caramanchão dos Tamoios (cenador de los Tamoios), un pequeño mirador que ofrece lindas vistas de la costa, y el Cañón de Saudação a D. João VI, que se disparaba para dar la bienvenida al príncipe regente y luego rey de Portugal, Brasil y Algarbe, cada vez que visitaba la isla.
En la parte noroeste de la isla de Paquetá todavía puede verse la Capilla de São Roque, la primera en construirse en la isla y que data de 1698. Sólo abre los domingos a las 8:30 de la mañana para la celebración de la misa. A unos pasos de la capilla está el famoso Pozo de São Roque cuyas aguas, según la leyenda, curaron a don João VI de una úlcera en la pierna.
En el extremo suroeste encuentra el Parque Darke de Mattos, una reserva natural pero también un jardín romántico lleno de senderos, bosques, árboles centenarios y miradores como el Boa Vista, en el Morro da Cruz, que ofrece maravillosas panorámicas de la bahía de Guanabara.
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