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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

El peregrinar de la familia malvinera para una liturgia en celeste y blanco

Desde distintos puntos de la provincia los ex combatientes y sus familias se embarcaron el martes rumbo a Ituzaingó para participar de los actos centrales por la fecha. Un ritual que se reitera en los últimos años en la fecha. Si bien la lluvia complicó, el ánimo siempre fue el mejor. Crónica de la vivencia de un contingente. 

Gustavo Lescano

glescano@ellitoral.com.ar

El feriado era distinto en la plazoleta Llano esa mañana del martes 2 de abril. No había somnolencia y el cielo gris otoñal parecía abrirse e iluminar con un raro clima de ansiedad festiva que inundaba ese espacio verde de la ciudad. Allí, tanto por avenida Ferré como por Maipú, los enormes chasis de dos micros con predominio del verde flúor y un tercero en medio, más pequeño, señalaban el punto de partida del viaje al centro de un mundo muy peculiar.

Obviamente, por la fecha patria, los colores celeste y blanco pintaban cada rincón de la improvisada estación de ómnibus, como también resaltaban la silueta de las islas Malvinas: el símbolo de la jornada que comenzaba a desarrollarse, a festejarse. 

No sólo las banderas eran parte del pintoresco decorado, sino también las vestimentas de la mayoría de los pasajeros que aguardaban la señal para abordar los colectivos. Remeras con consignas malvineras enmarcadas con los colores nacionales hacían que se distinguiera un grupo que parecía todo un equipo deportivo en charla técnica a poco de ingresar al campo de juego. “Es un orgullo tener a un héroe en la familia”, resaltaba una frase impresa en la parte trasera de sus camisetas, acompañando a la dorada figura de un soldado de espaldas. 

Ex combatientes, esposas, hijos, hijas, nietos y nietas aguardaban la partida, que en un principio estaba prevista para las 11. Eran las 11.20 y la impaciencia colectiva hacía que todas las miradas se dirigieran a las puertas de los micros. “Ahora tomarán lista y vamos a subir de a uno, ¿sí?”, dice un dirigente malvinero al tiempo que relojea su celular a la espera de la confirmación de que ya llegaba quien faltaba venir para, finalmente, distribuir asientos. 

Mientras, cuatro ex combatientes con uniformes verdes camuflados y medallas en la solapa izquierda se toman una foto con el teléfono. Sonríen genuinamente, perpetuando así la alegría del reencuentro que segundos antes se había materializado en un abrazo de hermandad. A pocos metros, más adentro de la plaza, el grupo de las remeras especiales se toma la enésima selfie y uno de sus integrantes despliega después una bandera hecha especialmente para el acto al que concurrían. De nuevo, una foto. Pero esta vez la saca uno de ellos parado enfrente y después de una ardua tarea para ordenar la escena y lograr que los diez entren en el encuadre. 

“Se siente el ambiente familiar, ¿viste? Esto crece cada vez más y es lo central de nuestra agenda de celebraciones”, comenta Angel Esteban “Coqui” Flores, un ex combatiente que ese día asumió el rol de ser uno de los coordinadores del viaje. 

Detrás de él, otro ex soldado va con la enseña patria –que en el centro tiene las islas en lugar del sol– y se dirige hacia uno de los colectivos. En ese instante, una ráfaga de viento cruzado hace flamear la bandera en medio del tumulto de los viajeros, como una señal divina de inicio de la marcha que irá hasta la localidad de Ituzaingó, donde a la tarde se realizará el convocante acto central provincial por Malvinas. 

En segundos empieza el abordaje, con escasos bolsos, sólo lo justo, hasta que ninguno queda en la plazoleta. A las 11.30 parten los micros y arriba, entre las filas de asientos reclinables, la gente se relaja con alguna broma, ingenua, pero que despierta risas y alimenta el buen ánimo. Y con ese ímpetu la familia malvinera inicia su peregrinar a la fiesta en celeste y blanco. 

Ruta, lluvia y llegada 

La avenida principal de la ciudad de Corrientes se atraviesa rápidamente y la caravana se abre paso por la Ruta Nacional 12, hacia el Norte. En el micro reina el bullicio familiar, como un domingo más, pero en feriado. Una película ameniza el viaje, mientras abren los táperes y se van pasando de butaca a butaca un sándwich de miga, una porción de pizza fría o tarta de jamón y queso. Eran las 12.30 y el almuerzo se hace obligatorio para una jornada que será muy larga. 

Afuera, el gris contrasta con el amarillento campo correntino, planicie cortada por algunas vacas, un espejo de agua o un montecito fugaz, visto desde el micro en constante aceleración. Quedan atrás San Cosme y Ramada Paso, con sus pintorescos accesos; Itatí, con la imagen de la Virgen que predomina en el camino de ingreso; luego Berón de Astrada y el icónico portal de Itá Ibaté. Ya sólo resta un último tramo por andar y la siesta empieza a dar sueño. 

De golpe, la modorra se esfuma con el notorio desacelere del colectivo al tomar la rotonda de entrada a la Capital de la Energía. Todos abren bien los ojos y se inquietan por el arribo a destino. Cuando se llega a la terminal, el chofer gira a la derecha y toma una ancha avenida de la periferia que a su izquierda muestra el Polideportivo y un gran patio abarrotado de mesas puestas en hilera para la cena comunitaria que se servirá tras el acto. A la derecha, y mientras el conductor maniobra para estacionar, se observa el corsódromo, inaugurado este año, que será el escenario del desfile de los malvineros. “¡Mirá: mate y chipacuerito!”, señala en referencia a un cartel la hija de un ex combatiente a su inquieta niña. Todos miran por la ventanilla.

Justo en ese lugar los micros se estacionan y todos deciden descender. En esos momentos, a las 14.30, una llovizna empieza a molestar... y ponerse a resguardo parece ser la mejor elección que uno puede tomar, sobre todo si hay un refugio para ver, comprar, comer, hablar y reír.  

Museo de Malvinas 

A medida que la llovizna se intensifica y muta a una copiosa lluvia, la carpa blanca con el cartel artesanal que reza Museo de Malvinas empieza a colmarse de visitantes. En media hora se colma de viajeros con remeras estampadas con el logotipo del Centro de Ex Combatientes de Capital, una campera con escudos de batallones que lucharon en la guerra del 82, gorras camufladas en tres tonalidades de verde, un buzo de River y (hasta) una camisa empapada en los hombros. Las gotas no dan tregua y, sin embargo, hay esperanza de que el tiempo mejore porque no es un temporal. “Lástima la lluvia, pero no es nada para nosotros, los ex combatientes hemos soportado un verdadero mal clima en el Sur”, dice un malvinero secándose los brazos y acomodándose la gorra con la figura de las islas en el frente. “Hay agua hoy, pero bueno... así lo dispuso El Barba y ante eso no hay con qué darle”, acota mirando entre las nubes grisáceas.  

El gazebo cubre un puesto y el minimuseo del anuncio. Está compuesto por una mesa larga con un mantel celeste flanqueada por dos maniquíes con uniformes de soldados. Hay un par de cuadros sobre el piso y arriba se exhibe parte de un avión Harrier, además de un par de frascos transparentes con arena y turba en su interior, y un pequeño paracaídas para luces de bengala, según indican los papelitos puestos sobre los objetos.  

“Este es un overol que usaron en el Crucero Belgrano”, explica un muchacho desde atrás del mostrador. A su lado, dos chicas venden remeras con estampas del aniversario 37º de Malvinas. “Tenemos todos los talles, para niños y grandes, y sólo en blanco y gris”, advierte una de ellas a los clientes. De todas maneras, lo que más venden son unas pulseritas hechas con cinta en celeste y blanca por $20, con las islas en medio y la frase en mayúsculas “Las Malvinas son argentinas”. 

Pasaron las 15 horas y siguen llegando ex combatientes al refugio cada vez más concurrido. 

Nuevos micros estacionan en el predio frente al Polideportivo y la lluvia empieza a dar un respiro. Pasan los minutos y ya cerca de las 16 es hora de partir a la ceremonia de inauguración de nuevas instalaciones del Centro de Ex Combatientes de Ituzaingó, acto contemplado en la programación oficial del encuentro. 

Atrás queda el campamento de vigilia en la zona del corsódromo, aún con la incógnita de si se hará o no el desfile. La lluvia apenas afloja. 

Un refugio hasta el tope 

A unas 12 cuadras, en el interior de la ciudad, se ubica la nueva sede de los malvineros ituzaingueños que fue construida con fondos provinciales. La zona, atestada de autos y algunas lujosas pick up 4x4, tiene calle de tierra y el barro hace complicado el acceso a pie. Desde el portón principal hasta el hall de recepción, hay gente por todos lados. Malvinas está presente, desde el cartel en el frente de la flamante estructura, hasta en las camisetas de los ex combatientes de Bella Vista, General Paz, Capital, Itatí, entre otros poblados. Todos se ponen a cubierto: la lluvia comenzó a ser intensa de nuevo. Adentro, con presencia de funcionarios nacionales, llegó la hora de los discursos de las autoridades provinciales, municipales y de dirigentes malvineros. 

El calor húmedo en medio de la muchedumbre apenas se soporta. Varios quieren estar a la vista y resisten en pie, firmes, sin salirse de pose.

El 80% de la concurrencia está compuesta por funcionarios trajeados y funcionarias con anchas carteras, acompañados por sus asistentes, los invitados especiales y mucha prensa. Mientras, los ex combatientes se mezclan como pueden en las márgenes: paradojas en su día. 

En el cierre, un tumultuoso corte de cinta de inauguración en el que todos quieren aparecer en la foto. 

A metros de ellos, un hombre de cabeza blanca y bigotes canoso saluda a un humilde ex combatiente con una chomba malvinera. 

—¿De dónde es?, ¿de acá? 

—No, de Caá Catí— le responde con timidez y bajando la voz en la última sílaba. 

Ambos se quedan hablando en un rincón, mientras los flashes y los celulares grabando audios acorralan a los funcionarios nacionales y provinciales. 

Cambio de escenario 

Minutos después algo que no estaba en los planes se confirma: “Habrá un acto en el Poli, porque la lluvia no para y así es imposible hacer el desfile. A las 18.30 arranca el acto ahí”, confirma el organizador mientras sale presuroso del centro ituzaingueño de calle Pueyrredón casi Santa Fe. 

En efecto, el Polideportivo Municipal “San Juan Bautista” se convirtió a las 18.15 en el escenario central. Cuando uno accedía al lugar lo recibía una densa cortina de humo que por momentos provocaba ardor en los ojos: la leña se consumía apurada asando la carne que se serviría un par de horas después en la cena comunitaria.  

Bajo el tinglado ya estaban formados los distintos centros de ex combatientes, la banda de música del Ejército, efectivos de la fuerza y de otras instituciones. Banderas, remeras y las siluetas de Malvinas volvieron a ser protagonistas en las actividades. Uno al lado del otro se encuentran dispuestos los ex soldados de Empedrado, con una pancarta que resalta por una frase escrita con una enorme tipografía: “Prohibido Olvidar”.

En otros laterales están los de Goya, Capital, Pueblo Libertador, 9 de Julio, San Roque, Curuzú Cuatiá, Pedro R. Fernández (Mantilla), Ituzaingó y Paso de los Libres. Estos últimos estrenaron un cartel que no pasó desapercibido: mostraba una panorámica del cementerio de Darwin con las fotos de los inhumados allí, en cada cruz blanca. Una iniciativa que partió de Buenos Aires, pero que ya empezó a expandirse en el país. “¿Viste? Somos los primeros en tenerlo acá”, resalta emocionado Roberto Ghelardi, mientras sostiene la bandera de su entidad.

Facebook Live y discursos 

Las autoridades llegan a las 18.30 como un enjambre que se abre paso sobre una estrecha pasarela que les preparó la Policía atajando a la multitud. Justo en esos minutos se intensifican los chaparrones. Nuevamente trajes y corbatas, finas telas y carteras copan el centro de la cancha. En los márgenes, los ex combatientes. 

El acto desborda de emotividad cuando se entona el Himno en español, interpretado en lengua de señas por un grupo de jóvenes vestidos de negro y, seguidamente, un solista lo canta en guaraní. De nuevo, los flashes, la prensa apiñada y una decena de celulares levantados o siendo girados para hacer paneos de cada escena. Por Facebook Live se empiezan a trasmitir las primeras imágenes de la ceremonia y se extienden los bastones de selfie. 

El titular del centro anfitrión, Eudoro Barrios, leyó su discurso, pero los nervios y la emoción hicieron que algunas frases salgan entrecortadas. Empero, el mensaje fue claro: pidió unidad a los argentinos, como la causa Malvinas, que representa la unión en el país. 

Posteriormente, llegaron los discursos principales que cierran el acto con palabras encendidas y aplausos ensordecedores. Luego, desde uno de los rincones del Polideportivo, Pepe Verdún canta dos temas, “Ganso verde” y “Los Ramones”. 

Así, concluye la ceremonia del 2 de abril y en la desconcentración emociona la Marcha a las Malvinas. Las autoridades se retiran con un enjambre de colaboradores. Entre los malvineros que se quedaron se funden en abrazos profundos, sostenidos; hay fotos de amigos y de familias enteras.

En cada rincón del tinglado proliferan los reencuentros efusivos y las sinceras felicitaciones. “Hola, tanto tiempo che, qué es de tu vida”, saluda Miguel, un ex combatiente de la localidad de San Lorenzo. En la breve charla cuenta un resumen de lo vivido antes y después de Malvinas, sobre todo a la hora de conseguir trabajo en la posguerra de olvido. Todos tienen algo que contar y como todos los 2 de abril, afloran los recuerdos... y los dolores. 

Asado, música y brindis 

Al salir del Polideportivo ya no llueve y empieza a soplar un viento fresco trayendo el aroma de un apetitoso asado que parece llegar a su punto justo de cocción. Antes, una serie de puestos ambulantes ofrecían juguetes y golosinas, remeras de Malvinas y artesanías varias. En las cantinas terminan de alistar las bebidas. Todo está (casi) listo para la cena de cierre de la jornada festiva. 

Muchos invitados ya están sentados a la mesa y miran hacia el lado en que sigue saliendo el humo del asado. Se abre un vino, un agua mineral, una lata de cerveza y en poco más aparece un primer grupo de muchachos y chicas con las bandejas con el esperado asado. Así, pasadas las 21, la cena está en marcha.  

En el tramo inicial del espectáculo, Miguel, un ex combatiente de Mercedes que es el sonidista, ajusta cada detalle desde su isla con miles de lucecitas y botones. De inmediato abre la velada musical el paí Julián Zini. Pura poesía y emoción hasta las lágrimas. 

Más tarde habría un homenaje del conjunto Los Mercedeños a Adrián Verón, un héroe de su pueblo. 

En las mesas no paran de hablar, brindar y sonreír, aunque en algunos casos aparecen algunas caras de sueño. 

A la 22.30 se retira el gobernador Gustavo Valdés, casi como llegó: posando ante cada pedido de foto tomada desde un celular por un tercero, o bien esas selfies que siempre demoran más de lo previsto.  

“No hay más carne, por favor, oficial dígales que no vengan más”, le suplica un encargado de la parrilla a un efectivo policial con un handy en mano. Los mozos y mozas limpian las bandejas y dan por concluida su labor. Un par de perros busca algún resto de comida en el suelo. 

Homenajes y final 

La música continúa a todo volumen y en una pausa entre artistas y grupos, desde el escenario se anuncia un homenaje al fallecido ex combatiente Horacio Ariagada, un mendocino que llegó a Ituzaingó para trabajar en Yacyretá, pero finalmente se radicó en la ciudad y dejó incontables amigos que hoy mantienen viva su memoria.

Una hora después, ya sobre el final, el titular de la Dirección provincial Malvinas Argentinas e histórico dirigente del sector, José Galván, encabeza la entrega de una escultura especial para cada centro malvinero de la provincia, especialmente elaborada por un artista de apellido Vargas. 

Mientras se convoca al escenario a cada presidente de las entidades del interior, en la zona de cantinas dos mujeres le piden a un ex combatiente (con chaquetilla y gorra camufladas) sacarse una fotografía con él. “Somos de Buenos Aires y vamos sumando fotos de los ex combatientes del país. Mi hermano es uno de ellos”, le dice una de las señoras mientras se para al lado de un sorprendido malvinero.

—¿De dónde es? ¿De esta localidad?— le consulta en la despedida.

—De Santo Tomé— le contesta mientras les agradece el gesto y va camino a su mesa.

Metros antes de llegar a su silla, el santotomeño es saludado por un hombre de barba tupida y un vino en la mesa que bebe en soledad. “Gracias por lo que hiciste y perdón por los que no te dieron bolilla cuando volvieron, con todo respeto te digo”, expresa estrechándole la mano. El ex combatiente le hace un gesto con la cabeza, de agradecimiento, pero no emite palabras. Luego, sigue su camino. 

El festejo ya llega a su fin. Lo marcan las sillas apiladas, las mesas vacías y las decenas de botellas dispersas sobre el pasto, las cuales posteriormente se levantarán en bolsas. 

Sobre el escenario siguen las distinciones, hasta que un dirigente del interior provincial grita su enojo porque no lo llamaron.

Como en toda familia, hay una discusión de sobremesa y lo reafirma la escena de los reproches cruzados entre dirigentes. Tal vez por eso, por ser familia, pronto podrían hacer las paces y la disputa sólo quedará en anécdota. 

Para pasar el tenso momento, arranca una banda de cumbia. “Después de ti ya no hay nada...”, canta el vocalista. “Y cómo es él...”, pregunta en el siguiente tema, siguiendo la letra, autoría de José Luis Perales, pero con ritmo tropical. “¡Para todos los héroes de Malvinas, che!”, exclama el cantante.

Todo ya es un final de fiesta. Varios mozos y mozas se calzan sus cargadas mochilas, otros van juntando las últimas mesas y sillas. Los más alegres bailan al ritmo de la cumbia. 

A las 00.30, los micros hacen ronronear sus motores diésel. En su interior, con las luces prendidas, los pasajeros se encuentran reclinados sobre sus asientos. Algunos duermen, otros se impacientan mirando por la ventanilla. Los choferes esperan a los más rezagados para partir.

Ya pasaron dos horas del nuevo día y la familia malvinera recien emprende el regreso a Capital.

El 2 de abril, Malvinas volvió a latir en su liturgia celeste y blanca de cada año...

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