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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Democracia con líderes y sin partidos

Los partidos no están, sentenció ayer en La Nación Joaquín Morales Sola. Ni el Justicialista ni el Radical, y ni siquiera PRO. Afirma que las últimas patrullas perdidas de los partidos políticos ya no saben qué quieren ni por qué luchan. Ni el peronismo ni el radicalismo se recuperaron nunca de la gran crisis de principios de siglo. El kirchnerismo fue solo un anestésico que disimuló la finitud del peronismo a cambio de una modificación sustancial de sus ideas históricas. El radicalismo había escondido su agonía en 1999 con la conformación de la Alianza, que duró solo ocho meses. El traumático final de Fernando de la Rúa lo condenó a la inexistencia. El PRO solo pudo gobernar la Capital, pero debió conformar una coalición cuando se propuso conquistar el gobierno nacional.

Acaba de abrirse a la aventura, inexplorada hasta ahora, de acuerdos con sectores importantes del peronismo para conservar el poder. Ese paisaje, distinto incluso del de 2015, se perfiló anoche cuando venció el último plazo para hacer propuestas políticas con miras a las elecciones presidenciales de este año.

Según las últimas encuestas, la Argentina tiene dos líderes significativos y contradictorios entre sí: Mauricio Macri y Cristina Kirchner . Ambos expresan también dos sistemas políticos muy distintos. No es necesario describirlos: Macri y Cristina se desempeñaron como presidentes (Macri lo sigue haciendo) y gobernaron con criterios políticos, económicos e institucionales marcadamente diferentes. Macri mejoró de manera considerable en las últimas encuestas (el dato fue registrado por Poliarquía y por Isonomía). Isonomía, que es la que constató un crecimiento más importante, señaló que Macri y Cristina están virtualmente empatados en intención de votos. Macri aumentó su caudal seguramente por la estabilidad de los números básicos de la economía, y fundamentalmente del dólar. (...). Sin embargo, ningún macrista imaginó nunca que la alianza con Miguel Pichetto sería tan provechosa desde el punto de vista de los mercados y, por lo tanto, para la estabilidad de la economía (...). 

Cristina Kirchner hizo el aporte más notorio al pragmatismo cuando renunció a su candidatura presidencial para no renunciar al poder. Fue la aceptación lisa y llana de que con ella sola no bastaba. La candidatura presidencial de Alberto Fernández fue el detonante de muchos cambios en la política electoral, aunque no modifica la jefatura política del cristinismo. El poder está -y estará- donde esté Cristina, como quedó constatado en la confección de las listas para diputados y senadores nacionales. 

Donde antes estaban los partidos ahora quedan solo los liderazgos personales. Macri, Cristina, Carrió. El caso más llamativo es el de Roberto Lavagna, porque su candidatura surgió de una simple encuesta de Sergio Berensztein. A fines del año pasado, el encuestador y analista político difundió una medición que colocaba al ex ministro de Economía como una de las personas públicas con más aceptación y menos rechazo. A partir de ese dato, se fue creando un movimiento multipartidario y multisectorial en torno de Lavagna que terminó colocándolo en la candidatura presidencial. La estrategia de Lavagna consiste en romper la polarización antes de las primarias de agosto o antes de la primera vuelta, en octubre. Está seguro (varias encuestas lo confirman) de que les ganaría en segunda vuelta tanto a Cristina como a Macri (...). 

Hablar de que se están conformando dos bloques ideológicos, uno de centroderecha y otro de centroizquierda, es anticiparse a los futuros trazos de la historia. Por ahora, cada uno está donde puede o donde quiere estar. Sergio Massa estará en la misma lista, a mínima distancia, de Máximo Kirchner. ¿Qué le habrá dicho cuando sucedió el adiós a su vieja aliada Margarita Stolbizer, quien acusó al hijo mayor de los Kirchner de lavado de dinero en Hotesur y Los Sauces?  (...) Paciencia también de Cristina con Massa. Hay peronistas con Macri, con Cristina y con Lavagna. Lo mismo sucede con los radicales. Están en todas partes. El PJ es un socio menor de Unidad Ciudadana (ese “otro partido”, como Pichetto lo ninguneó siempre). El radicalismo es un aliado más de la coalición gobernante. El PRO no conserva la centralidad del viejo Cambiemos, que tampoco existe ahora. Solo los líderes, algunos líderes, quedan en pie. Como dice Julio Sanguinetti, el futuro ya no es lo que era.

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