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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Grupos de odio en Argentina

Parece inverosímil que en nuestro país fruto de inmigrantes estén germinando fascistas y que estos convoquen y enrolen cada vez más a seguidores de estas ideas. Asegura Julio López en el diario Perfil.

Fascistas, negacionistas y violentos encontraron en las redes sociales un amplificador extraordinario. En el pasado podían distribuir su odio a fuerza de panfletos, meetings en locales rentados, grabaciones en cassettes comprados y otros métodos que implicaban un gran esfuerzo humano, monetario y de tiempo para lograr una distribución que estaba atada a un radio limitado de acción geográfica.

Sin embargo, en la actualidad, las redes sociales les ofrecen un instrumento de fácil uso, de costo cero y de dispersión mundial. Tanto Facebook como Google y Twitter aportan todo su talento y tecnología para que el odio tenga cada vez más suscriptores y followers.

Y qué pasa entonces en nuestro país que nadie parece prestar atención a la problemática: una recorrida por las redes sociales nos deja ver cómo sus algoritmos nos adentran rápidamente en estos grupos.

Con tan sólo seguir a uno de estos grupos, la propia plataforma nos tienta con otro y otro más con temáticas similares.

En minutos podemos suscribirnos a una veintena de agrupaciones gracias a la oferta de “related pages” que hace Facebook. Los algoritmos funcionan basados en saber que los suscriptores al primer grupo, a la vez están en estos otros, por lo que quizás compartamos el mismo interés (ya sea odio, discriminación o violencia simbólica). La Agrupación Nueva Soberanía, comandada por Gustavo Schulz tiene 182 mil seguidores, analizando su contenido impactaron dos cosas:

l La juventud como principal actor.

l La simbología nazi.

Si bien su líder encontró respuestas por las que usar insignias, vestimentas y metamensajes con anclaje nazi, suenan como excusas si leemos sobre su pasado. El adoctrinamiento juvenil está basado en la necesidad de pertenencia de este extracto etario. Grupos de lecturas y “campamentos” bajan el mundo virtual al plano de la acción real.

A diferencia de los materiales usados en el pasado para diseminar el odio.Ya no hay largos textos ni proclamas como tampoco manifiestos. En la actualidad todo se resume en una foto. Una pose transmite de manera más eficiente. La convocatoria trata militar por un “orden natural”. Un orden biológico que no se debe romper, con la visión del hombre como centro de la familia para una sociedad sana. Los más jóvenes son canalizados e invitados a sumarse a través de otro grupo llamado “juventud Nueva Soberanía”, el semillero  donde todo este pensamiento comienza. La violencia está presente, en sus poses, en sus formaciones y en sus actividades.

“La naturaleza odia a los débiles”, es otro claro discurso supremacista que se les enseña. El mensaje antisemita está presente explícitamente: la defensa de la Patagonia ante el riesgo de perderla en manos de los judíos, (ver teoría conspiracionista Plan Andinia). Que además alienta y habilita a comentarios del mismo tono.

Así también se observa en el Canal TLV1 una serie de comentarios discriminatorios y expresiones discriminatorias, como el caso del tratamiento de la noticia vinculada a la eliminación de contenidos en Facebook que nieguen el Holocausto, en que se hace referencia a la “narrativa judía” o la aclaración que Zuckerberg es judío. La temática del mencionado canal parece centrarse en temas como el control del mundo por parte de “grupos” o “poderes mundiales” que conspiran para el dominio del planeta. Además, la intolerancia a la diversidad sexual o cualquier postura con perspectiva de género.

Que adopta look and feel de noticiero y programa político de televisión tradicional, pero sólo se emite por plataformas. (ese look and feel de programa tradicional sirve para elevar su credibilidad). Con un fuerte nexo de audiencia en México hace pie en el segmento de 40 años y más.

Pero también las redes sociales pueden agrupar, potenciar y distribuir lo bueno. Lo malo “vende” más que lo bueno y lo sabemos en los medios. Los algoritmos se entrenaron entonces para distribuir lo que más “vende”, o sea lo malo. El odio es al negocio de las redes sociales lo que la nicotina al negocio del tabaco. Dijo Shakespeare que “si las masas pueden amar sin saber qué, también pueden odiar sin mayor fundamento”.

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