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La cruz del principio

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Comenzó esta locura crucificando la verdad sagrada. El escenario belicoso del ser humano ostentando su instinto animal: combatir, matar, violar, robar, jamás falló. Inexorable, incorregible como principales rasgos, que siempre tiran para el otro lado, en sentido contrario a la armónica convivencia que nos cabe como supuesta evolución humana. Grandes han sido los tristes recuerdos que enmarcan a civilizaciones inflamadas de odio. Hitos que como las pestes, se llevaron vidas sin sentido alguno.

Fue el pueblo alguna vez el que se animó a avasallar a los señores que manejaban el poder como mejor les convenía, transponiendo el muro de lo permitido y acceder a ese clima de paz y justicia que significa en su auténtico sentido la democracia, o por lo menos eso es lo que creemos de ella. Pero a través de ella otros, haciendo uso de esa definición y haciendo creer que es lo lógico, ya que ella lo pronuncia: la ciencia de lo posible. El idioma, el sistema, el mecanismo que logra verdaderamente la libre expresión, el derecho de la palabra bien dicha y fomentada no tiene parangón, pero a través de los tiempos que son muchos sobre la espalda de este mundo difícil, arduo y contradictorio, con esa misma regla se basan quienes traicionando principios se valen libremente de esa apertura “de lo posible”, e incumplen y conducen a todos los beneficios en propios. Saben lo que hacen, no se les escapa ni una moneda ni el argumento necesario, pero lo utilizan a la ciencia de lo posible como barrera levantada a su libre paso.

Es decir que en la búsqueda de lo propio, hemos cubierto todo el giro de lo peor: guerras, asesinatos, violaciones, abusos de todos los órdenes y hasta las pestes provocadas por nosotros mismos porque la ambición conlleva a fomentar extremos inauditos, como se ha dicho una y mil veces que hasta los laboratorios específicamente al servicio de la salud, han trabajado alguna vez para producir armas bacteriológicas. En realidad como la política es la lucha desmesurada es la búsqueda del poder tal como sea sin importar las consecuencias. Nagazaki, Hiroshima, las pruebas atómicas realizadas durante mucho tiempo por los Estados Unidos en el Pacífico, como lo ha hecho también Francia, popularizando ambas el famoso Atolón de Bikini. Mientras que en otros países en sus propios territorios: Rusia, China y hasta la locura reciente de Corea del Norte. Y, por supuesto un nombre ya anticipado en una novela de ciencia ficción escrita por el norteamericano en el año 1981: “The eyes darkness” (Los ojos de la oscuridad”), de Dean Koontz, quien misteriosamente anuncia el nombre del virus como “Wuham-400”, justamente la denominación de la provincia china donde surgió la verdadera peste: “Covid-19”, justamente 39 años antes de que sucediera en realidad.

Saciando los medios lo aberrante de una guerra, George Bush en 1991 padre, facilitó en directo para la televisión mundial del ataque del Golfo Pérsico, sin importar siquiera lo moral ni lo ético, sino la fuerza capaz de desarrollar con tal de aniquilar a su prójimo. Es decir, el hombre no tiene medida en su ambición, y hoy está perdido porque el camino es la solidaridad. Solamente entre todos, tal vez, seremos capaces de sortear la presente angustiante situación. Y, la pauta de que nos falta y aún no lo manifestamos, es la gente en nuestro propio país que se burla de la cuarentena, que ha tenido que viajar, porque si no viajan por placer, se mueren. Aún, y descubierto el virus, es decir de principio de año que, en vías de esparcimiento no ha tenido siquiera la valentía ética de responder y denunciar de su condición de posible infectado, cuando en ello está la vida propia, la de los nuestros, la del prójimo, que con su irresponsabilidad se pasea propagando un mal que no tiene vacuna. Porque en realidad es la ayuda del uno con el otro, lo que alguna vez, nos salvará. Ellos, son tan importantes como nosotros. Es decir que las culpas nos tapan por falta de hombría, respeto y fe. Lo crucificamos porque era mucho más fácil un culpable que nosotros mismos. No obstante, seguimos jugando con la vida de los demás a través de todos los males de una civilización maldita. Por ejemplo que vestida de médicos o enfermeros visitan vuelos con el cuento de la salud para aprovecharse de sus magras jubilaciones. Eso ha pasado para vergüenza en la Argentina, en estos días aciagos. No tenemos salvación, todo nos conduce a una dura sentencia: no tenemos perdón de Dios. Porque lo logrado no ha sido en vano, hubo una provocación desde que el mundo es mundo y con la tecnología al alcance de las manos, tenemos cómo debilitar al oponente. Pero sucede que el oponente ocasional es nuestro prójimo, y el escenario no es ajeno, es el mismo donde vivimos hace millones de años. Las ficciones han sido agotadas y derrotadas porque la realidad las supera en todos los órdenes, y ella se lleva la de ganar porque no se trata de una imaginación creativa brillante, sino de un presente tenebroso con un final imprevisible: la extinción de la especie humana por haber agotado los límites. Alguien apegado a la Iglesia, alguna vez me dijo que la Tercera Guerra Mundial, no sería la convencional, que todo cambiaría y que en silencio iremos desapareciendo, porque al hombre se le ha ido la mano en su aparente inventiva y liderazgo. Esto es un ejemplo para aprender, para quien quiera oír que oiga. Retomar los valores, fomentar el respeto, proteger la vida de todos porque somos hermanos más allá de usos y costumbres, creencias religiosas, países, océanos, mares y ríos. Retomar lo que debimos hacer, como una enmienda desesperada, sin embargo existen personas que asustan por su comportamiento. Ante esta situación Corea del Norte ha lanzado en lo que va del año, 4 misiles para probar su poderío. Es decir, que la actitud es la misma y peor. Este hombre de la iglesia me decía además  que, seguramente después de esta vorágine, de haber aprendido la lección, surgirían pueblos nuevos donde no existirían diferencias y que todos mancomunados trabajaríamos para una vida mejor. Con los derechos y valores perdidos mañana retomados, para afianzar esa gran familia donde la guerra, las armas cualquiera fuera su dimensión estarían ajenas, sólo importando el todo a pesar de los idiomas y geografías diversas pero con la saludable vocación de emprender los que muy pocos hicieron conforme sus posibilidades. El logro de la paz que sólo la concordia de la convivencia respetuosa, puede lograr.

El Evangelio según San Lucas, en su versículo 9.25, dice: “De qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina.”

Ojalá aprendamos que vivir significa bregar por todos. Unir, reunir, abrazar, porque hoy la Cruz somos nosotros ante un Dios azorado y triste ante la incomprensión de sus enseñanzas y el sacrificio de Cristo jugado por este  mundo. Tenemos un planeta que es un vergel, de maravilloso color celeste desde el espacio, de excelentes posibilidades para disfrutarlo en familia, respetuoso y ordenado. Tierra sagrada, de buen augurio y abrazo fraterno.

 

El dato

Es más la pelea, la búsqueda de armas, el encono y la muerte que prima en el hombre. Destruir es su constante. Hoy, nos destruimos todos. 

 

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