Fotos: arquitecto Mario Merino
Desde el aeropuerto La Aurora hicimos ese recorrido atravesando la urbe extendida que se mezcla con el verde y un ágil conurbano. Fue la capital de la Capitanía General de Guatemala, desde su fundación y hasta 1776, año en que la capital fue trasladada a la ciudad de Nueva Guatemala de la Asunción después de que los terremotos arruinaran el asentamiento por tercera ocasión en el mismo siglo.
Al llegar a esta ciudad, sorprende la homogeneidad de su paisaje urbano colonial conformada por una sucesión de viviendas perfectamente conservadas. Muchas de los siglos XVII y XVIII. Entorno a la Plaza Mayor -centro neurálgico de las ciudades coloniales- se destacan el antiguo Cabildo, la fachada barroca de la Catedral y el Palacio de los capitanes generales. La continuidad de recovas de los diferentes edificios públicos y privados conformar un paseo protegido que balconea sobre la plaza.
Un recorrido general nos permite una clara lectura de su pasado indiscutiblemente colonial. Calles empedradas, una perfecta trama en damero y una plaza mayor que conserva la vitalidad de las antiguas plazas coloniales. En el centro de la plaza mayor se encuentra La Fuente de las Sirenas, diseñada y construida en 1737 por Diego de Porres, el arquitecto más destacado de la época. Hoy, en la plaza rodeada de historia y tradiciones, conviven palomas, vecinos, vendedores y turistas que le dan un particular colorido a esta zona de la ciudad.
En Antigua conviven la armonía de las antiguas casas señoriales de profundos zaguanes y sucesión de patios, con los vestigios de las iglesias destruidas por los terremotos. Estos restos perfectamente consolidados se convirtieron en uno de los principales atractivos de un recorrido urbano que nos deja pensando en sus años de esplendor. El antiguo Colegio de la Compañía de Jesús, la iglesia de San Agustín, la Iglesia del Carmen, parte de la Catedral, Iglesia y Convento de las Capuchinas son algunos de los muchos restos de arquitectura religiosa en ruinas aun en pie. Despojos de un pasado glorioso que aún destruidas, conservan una belleza dramática.
Las postales destacadas de la ciudad son muchas. La principal, y es la imagen por lo que se conoce a la ciudad, es el Portal de Santa Catalina. Pertenecía a las monjas reclusas del Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir, pero tras el traslado la estructura quedó abandonada. El Arco de Santa Catalina, Claustro Conventual y Nave de la Iglesia conforman el conjunto monumental del Antiguo Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir; de los cuales el arco y la nave de la iglesia son propiedad de la municipalidad de la Antigua Guatemala y el claustro conventual es propiedad privada. El arco fue restaurado a fines del Siglo XIX y se le construyó una pequeña torre para ubicar un reloj. El arco en su interior disimula un paso secreto que unía el convento con la iglesia y permitían una circulación protegida de las visuales para las monjas de clausura.
Otra de las imágenes muy difundidas es una vista panorámica desde el Cerro de la Cruz, un cerro ubicado en unos de los bordes del asentamiento y que recibió su nombre a partir de la Cruz que fue implantada en 1930. Desde esa vista privilegiada se puede divisar claramente la ciudad como una maqueta, distinguir la traza, observar las torres y cúpulas y distinguir a lo lejos el perfil recortado del Volcán de Agua.
La herencia española y el legado musulmán que con ella llega a estas tierras, está presente en Antigua. Estén en sus muros, en sus espacios. Las cubiertas de par y nudillos los artesonados mudéjares y la presencia del agua como protagonista fundamental de esos oasis enmarcados por pies derechos de madera o piedra, por muros blancos que guardan silenciosamente casi quinientos años de historias.
El barroco está plasmado en muchos de los restos de muros que alguna vez fueron iglesias y conventos. Un lenguaje que fusiona en líneas generales la dinámica y la composición del barroco europeo, pero aquí se le imprimen los rasgos locales. La misma exuberancia presente en el arte popular y en la delicadeza de los huipiles están grabados en los muros definiendo un estilo indiscutiblemente americano
La ciudad supo sobrevivir a las catástrofes y estoicamente se mantuvo en pie, inversiones públicas y privadas se esfuerzan en su conservación en 1979 fue declarada patrimonio cultural de la humanidad por su arquitectura y valores monumentales. En el antiguo colegio de la compañía de Jesús funciona la escuela taller llevada adelante por la Agencia Española de Cooperación Internacional y que capacita recursos humanos para la restauración.
El convento de Santo Domingo hoy hotel, es uno de los edificios reciclados y que conservan la magia de cientos años. Muros de piedra y ladrillos, profundas galerías pies derechos de madera y una intervención contemporánea medida y respetuosa están mágicamente iluminados por velas.
En esta ciudad no todo es la arquitectura, las calles se desvanecen en la monumentalidad y verde de los volcanes que rodean a la ciudad y que marcaron la vida y le destino de la ciudad. Me llevo de este viaje la calidez y sencillez de sus habitantes. Educados y elegantes. Viven con orgullo su historia y tradición e invitan con una sonrisa a disfrutar de esta joya de la América Colonial.