El Banco Mundial define a la pobreza como “la pronunciada carencia de bienestar”, concepto este muy significativo, a la hora de analizar el nivel de la calidad de vida de una determinada sociedad. Pero ¿qué es bienestar? El bienestar se entiende como la posibilidad de acceder a determinados bienes y servicios, para cubrir una necesidad. Cuando hablamos del mismo, encontramos que es una palabra que intenta tener espíritu de inclusión y cubre en su interior un gran espectro.
El concepto de bienestar se profundiza principalmente en le Gran Bretaña de la posguerra de 1945, en la máxima laborista de la época “La parte justa para todos”. Esta idea tenía como fin crear una red de servicios sociales buscando lograr el apoyo al empleo como también el ingreso a los desempleados, en una realidad de calamidad, tal como se describe a la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, a partir de la década el 70 se empezaron a hacer grandes críticas a los gobiernos por el aumento de los gastos que provocaban déficit público, causando inestabilidad económica, inflación e inestabilidad social. La situación genero críticas y una ruptura que hasta hoy perdura entre lo público y lo privado. Un sistema de interpretación entre la meritocracia e igualdad.
En las últimas décadas, los gobiernos del mundo comenzaron a cuestionar el término y las acciones de bienestar, ya que significaba gastos y direccionamiento del presupuesto estadual a cargas, que son consideradas por la ideología neoliberal no productivas. En algunos países del mundo, como Estados Unidos y Gran Bretaña, se llevó adelante en la década del 90 una reforma que tenía como fin mermar la intervención del Estado. Estas políticas buscaban un solo objetivo: vedar de responsabilidad a los gobiernos y mercantilizar los servicios que se interpretaban como carga presupuestaria.
Es por esto que países que no entendían los cambios globales, que exigían los países desarrollados, eran señalados como irresponsables; el intervencionismo era una excusa para buscar de manera deliberada el control social y político de un país o región. Todo país que intentaba incluir a la sociedad con políticas redistributivas, o políticas que cubrieran necesidades a la población, eran tildados de manera despectiva de “populistas”.
La realidad en estos últimos meses cambió rotundamente y el reclamo de los pueblos alrededor del mundo exige la intervención óptima del Estado. El resurgimiento de la participación del mismo como actor protagónico frente a la crisis, comenzó con el entendimiento de que el virus (covid-19) no tiene fronteras y, por ello, la sociedad mundial comenzó a percibir lo primordial que es el servicio de salud y que el mismo debe ser eficaz frente a calamidades como la que hoy padece el planeta tierra.
La teoría define que el Estado de bienestar es una forma de intervención por parte de un gobierno para lograr mermar la desigualdad reinante en un determinado territorio y, a través de diferentes políticas, regular bienes y servicios para que los que menos recursos tienen, puedan acceder a ellos.
Existen muchos modelos, pero dentro de las teorías sobre el Estado de bienestar el sociólogo danés Esping Andersen propuso en su obra “Los tres mundos del estado de bienestar”, la idea de analizar el mismo a través de la mercantilización y desmercantilización de los servicios que el Estado expone como esenciales. La misma expresa y da ejemplo de gobiernos que dejan librada la salud pública al mercado y otros donde la misma es exclusivamente pública o tiene un sistema dual, pero controlado.
En la actualidad existen muchas clases de Estados, algunos con mayor intervención, otros totalmente liberalizados; en el proceso de garantizar la accesibilidad de los servicios esenciales a la población. Estos servicios son primordiales para el desarrollo de una sociedad. El transporte, la seguridad, educación, la posibilidad de acceder a la Justicia, son cuestiones fundamentales para tener una comunidad que incluye a sus habitantes. Uno de los servicios que hoy reclama en el mundo entero es la salud. Servicio que volvió a darle vida al sistema estatal, porque este garantiza bienestar social.
Con esto comenzó nuevamente un debate: ¿El Estado es importante, el Estado debe intervenir para garantizar los servicios?, ¿el Estado debe buscar las formas para que estos servicios lleguen a todos o, el Estado se debe alejar y dejar que el mercado los regule para que así solo logren acceder a los mismos quienes tengan capacidad económica de hacerlo? Estas preguntas están siendo contestadas por los pueblos y, por lo que se puede observar, las posiciones son favorables reclamando un “Estado presente”.
Días atrás pude acceder una encuesta de Analogías, una consultora de nuestro país. Exponía un resultado sorprendentemente positivo frente a la consulta: ¿el Gobierno argentino estaba tomando decisiones correctas? También, con la posibilidad de ver algunos medios de comunicación, pude ver cómo parte del mundo estaba viendo a sus Estados actuar frente a la crisis mundial. De ahí pude extraer una conclusión: la pandemia logró revivir un sistema que el capitalismo estaba decidido a desterrar, el Estado de bienestar.
Europa es la cuna del Estado de bienestar, pero así también hoy es una de las zonas más afectadas por la pandemia, ¿por qué? Durante las últimas décadas, los gobiernos comenzaron un proceso de desmantelamiento del Estado como herramienta para la cobertura de necesidades sociales. Esto, por supuesto, frente a la imponente crisis que se vive a escala global, ha cambiado de manera drástica para gran parte de la sociedad, respecto al entendimiento del Estado y su rol.
El mundo hoy vive un hecho que quedará en la cronología de la historia de la humanidad. El cambio que ha producido esta crisis sanitaria en el globo dejó advertir diferentes clases de problemas que atormentan a la sociedad contemporánea y que solo con un Estado fuerte, decidido y sin dudas, puede paliar.
La Argentina se expone en el mundo como un ejemplo a seguir en el marco de la responsabilidad que ha tenido con sus acciones sanitarias: la cuarentena estricta, los controles para el distanciamiento social, la voluntad de su sociedad para afrontar la crisis, cumpliendo con lo dictaminado por los gobiernos nacionales, provinciales y municipales. Todo ello dejó percibir una comunidad predispuesta, pero a la vez muy necesitada para afrontar la situación de encierro total.
Haciendo un análisis del medio ambiente se puede trasponer una idea del sociólogo británico Anthony Giddens, la cual él llamo la paradoja de Giddens: “Las personas no comprenden el problema de los efectos del calentamiento global hasta que lo tienen en sus vidas cotidianas”. Haciendo un paralelismo con respeto al rol del Estado, uno no entiende, no hace suyo al Estado hasta que lo necesita.
La presencia del Estado dejó en evidencia la necesidad de que el mismo pueda tener herramientas que generen inclusión y aún más en momentos caóticos. Está bastante claro que después de que pase esta crisis general y el mundo comience a funcionar casi normalmente, veremos los cambios que causó esta pandemia en el pensamiento de la sociedad mundial y su valoración de un Estado presente o ausente. Esperemos que esta situación sanitaria nos enseñe que la presencia del Estado es importante y así puedan generar conciencia de que es mejor un Estado que genere bienestar responsablemente, a que esté ausente irresponsablemente.
*Profesor de Sociología de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la Unne.