Se cumplieron ayer 106 años del nacimiento del escritor Julio Cortázar y sus obras siguen más vigentes que nunca.
Hijo de un funcionario de la embajada argentina en Bélgica, el autor de Rayuela nació en Ixelles y recién desembarcó en la Argentina a los cuatro años. Su primer destino fue Banfield, en el sur del conurbano bonaerense, donde vivió una infancia poco feliz.
En Buenos Aires se formó como maestro normal en el Mariano Acosta, primero, y luego en la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Como maestro, Cortázar dio clases en localidades como Bolívar, Saladillo y Chivilcoy, donde vivió cinco años, publicó poemas en revistas literarias y escribió el guión del film La sombra del pasado, de Ignacio Tankel. De allí se trasladó a la ciudad de Mendoza, donde se desempeñó como profesor de Literatura Francesa y Europea Septentrional en la Universidad Nacional de Cuyo por poco más de un año. En 1948 obtuvo el título de traductor jurado (“en inglés y francés, quítese el sombrero, humilde profesor de Dibujo, y barra el suelo con la pluma de su respeto”, bromea en una misiva a su amigo el artista Sergio Sergi).
“Mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”, escribió Julio Cortázar, quizás sin saber que esas palabras, a 106 años de su natalicio, definen como pocas su relación con la literatura y con el mundo del siglo XX.
Es el comienzo de Casa Tomada, quizás su cuento más leído y reseñado. Publicado primero en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges, y después incluido en Bestiario, relata la historia de una casa habitada por dos hermanos que es ocupada progresivamente por desconocidos que el texto nunca revela, como tampoco sus motivaciones.
El cuento, donde lo no dicho es más importante que lo que se dice, fue sujeto de múltiples interpretaciones (metáfora del desconcierto de las clases propietarias frente a la irrupción del peronismo, entre otras) y se convirtió en un sinónimo de la forma en que entendió la literatura.
En 1951, Cortázar viajó a Europa para asentarse en París, donde vivió hasta su muerte. Cuando abandonó la Argentina ya había publicado sus dos primeros libros de cuentos: La Otra Orilla (1945) y Bestiario (1951).
En 1963 publicó Rayuela, novela que rompe con la estructura tradicional del género dado que puede leerse en dos direcciones: en orden correlativo (del primer capítulo al último) y saltando entre los distintos capítulos (al final de cada capítulo se indica por cuál se debe seguir).
Rayuela fue traducido a una treintena de idiomas y formó parte esencial del denominado boom latinoamericano, esto del aumento de lectores de la literatura latinoamericana fundamentalmente en Europa y del que participaron Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y el propio Cortázar, entre otros escritores.
También en 1963 viaja a Cuba para formar parte de un jurado de las Casas de las Américas. Desde entonces tuvo un activo compromiso con la Revolución Cubana, que no lo privó de críticas al gobierno de la isla. También acompañó al gobierno de Salvador Allende en Chile y a la Revolución Sandinista en Nicaragua.
Lectores de todo el mundo todavía disfrutan de su concepción lúdica de la literatura (Final de Juego), fantástica (Historia de Cronopios y Famas) y comprometida (Libro de Manuel). También de su condición de crítico literario (Clases de Literatura) y traductor (Cuentos Completos de Edgar Allan Poe).
Cortázar murió en París el 12 de febrero de 1984 víctima de una leucemia. Fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, todavía sin aceptar las cosas como le fueron dadas.
(VAE)