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El increíble caso de las mujeres jirafa

Son conocidas en el mundo como las mujeres jirafa, quienes habitan en Tailandia y Myanmar y allí se han vuelto una triste y cruel atracción turística. Gracias a ellas su raza sobrevive a duras penas en una tierra asolada por la guerra desde hace muchos años. Por lo general los collares se los cambian cada dos años.
Exhibición para turistas. Así lucen las mujeres jirafa.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Habitualmente en el mundo occidental, los collares son exhibidos por las mujeres y suelen ser de oro, perlas, plata o piedras preciosas. Pero en la tribu Karen en Tailandia, en la zona de Myanmar y también en Birmania, los collares son de cobre y bronce y envuelven en su totalidad el cuello de las mujeres de esa etnia.  Pero este no es un detalle de la coquetería femenina, sino que es una tradición milenaria de origen confuso y es llevada a cabo por las mujeres Karen, quienes usan estos collares desde chicas para estirar el cuello. La fuerza que ejerce este artefacto al rebajar la clavícula permite el alargamiento. Esta extraña costumbre que ha resistido el paso del tiempo, las ha convertido en una de las atracciones turísticas de Tailandia, Myanmar y Birmania, países del sudeste asiático.

El mundo cruelmente las llama “las mujeres jirafa” y las pobres chicas sufren años de agonía para ganar unos cuantos dólares al mes exhibiéndose como unos fenómenos en el zoológico humano. 

Su triste destino empieza a la temprana edad de cuatro años, cuando les comienzan a colocar anillos de latón que pesan más de un kilo en el cuello, que se les empieza a estirar hasta alcanzar el largo necesario para que los traficantes que comercian con ellas en Tailandia y la región, sientan que ya es suficiente para justificar los 60 dólares que les pagan por mes a sus padres. 

A la edad de 8 años le agregan otro kilo y otro más a la edad de l4. Las chicas llegan a cargar hasta cinco kilos de anillos alrededor del cuello. Las infortunadas mujeres no tienen nada que decir al respecto. Sus cuellos cargados de anillos aseguran la prosperidad de su pueblo. 

En Birmania si una chica no quiere tener el cuello largo, no pasa nada pero en Tailandia la cosa es diferente. “Si no tenemos el cuellos largo, dice una niña de doce años, nadie nos viene a ver y no tendremos dinero para comer. Todo sea por conseguir unos pocos dólares y asegurarse un buen pasar”.

Testimonios de primera mano

La madre de una de las chicas, que luce 10 kilos de anillos alrededor del cuello, muñecas y tobillos, dijo: “Nosotros somos refugiados de Birmania, llegamos a Tailandia gracias al gobierno militar. 

Pero nos gusta este lugar, yo por ejemplo, no tengo que trabajar, me pagan 60 dólares al mes por exhibirme ante los turistas. En Birmania trabajamos todo el día y ni así nos alcanza para comer”. 

En cambio aquí, todos tenemos suficiente dinero. Lo asombroso de esto es que pese a las apariencias bajo los rayos X, su cuello no se ve estirado.

El peso de los anillos empuja hacia abajo los hombros sobre la caja torácica, provocando una dramática deformación. 

Los turistas, la mayoría de Estados Unidos, pagan 12 dólares por visitar el pueblo de Nai Soil, que tiene unos 300 habitantes, incluyendo las mujeres jirafa. Los hombres no trabajan. 

Se la pasan todo el día meciéndose en sus hamacas, fumando unos delgados cigarrillos llamados cheruts y bebiendo licor de arroz. A pesar del dolor que le producen los anillos, sin contar las rozaduras y la constante comezón, las jóvenes mujeres jirafa aguantan los anillos sin una sola queja. 

Una chica de 15 años dijo: “Me gusta usar los anillos porque son bellos y porque mi madre también los usa, la costumbre viene desde hace mucho tiempo.” Pero los representantes de los derechos humanos dicen que estos anillos son un símbolo de abuso en los niños y acusan a los traficantes de haber convertido al pueblo Nai Soil en un zoológico humano.

La etnia que integran estas mujeres cuello de jirafa se fue adaptando a los conflictos territoriales, sociales y económicos de la zona. 

De lo contrario posiblemente hubieran desaparecido. Gran parte de la población vive en condición de inmigrante en regiones del norte tailandés. Las agencias de turismo arman paquetes de excursiones en los que además se ofrecen visitas guiadas a reservas de elefantes, a las peleas de boxeo tailandés, o a recorridas por aldeas de diversas tribus. Pero las mujeres jirafa son las que se llevan las preferencias de los turistas, ya que estas mujeres  parecen ejercer una fascinación especial, todos los que llegan quieren verlas. 

Por lo general, todos los turistas buscan sacarse una foto con las “long neck” (cuello largo en inglés). Ellas lo saben y esa es su carta de presentación y la usan, para luego producir alguna de las artesanías alegóricas que fabrican y las venden a buen precio. La etnia Karen vive hoy entre la selva y las montañas del norte de Tailandia. La tribu de las mujeres jirafa vive ilegalmente en un país que les dio asilo por el rédito económico que generan. Quienes visitan las aldeas y tribus de la zona, así lo atestiguan.

Las versiones sobre el origen de la tradición van desde que el fin era estirar el cuello para parecerse a los dragones mitológicos, hasta que los collares eran una protección contra los tigres que irrumpían en las aldeas matando gente. 

Esta última es la teoría más aceptada, aunque hay otra que afirma que los collares los comenzaron a usar para que no las compren como esclavas, para que luzcan menos atractivas. Las casas de las aldeas visitadas por turistas están preparadas, en su frente hay un poche, con sillas donde se sientan las mujeres jirafas para recibir a los turistas, quienes les pueden tomar fotos o incluso hablar con ellas, si es que hablan inglés y acceden a ello. Tailandia es un país con clima tropical, de mucha humedad, de frondosa vegetación, con jardines flotantes y huertos sembrados sobre el agua, hay muchas pagodas y templos religiosos que abundan en todo el país. Aquí hay más pagodas que escuelas.

Otra curiosidad de la zona es que los pescadores emplean redes tejidas con juncos, mientras manejan la balsa en que se movilizan remando con una pierna. Forma parte junto con las mujeres jirafa, de una más de las extrañas tradiciones de este enigmático y milenario país.

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