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Diez años: la mirada crítica de Play

Play Festival de videoarte y cine experimental cumple diez años y en esta edición ofrece proyecciones presenciales en el Centro Cultural Universitario de Corrientes y en la Casa de las Culturas de Resistencia.

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

El festival Play se desarrolla desde el  24 al 5 de diciembre con una grilla muy amplia que pueden consultar e inscribirse de manera gratuita a través de redes sociales y sitio web del Festival www.playvideoarte.com

Conversamos con la curadora y alma mater del festival, Maia Navas, que junto a Fernanda Toccalino llevan adelante este evento hace diez años.

—¿Cuál es la particularidad de este Play?

—Es un gran trabajo de una década, que tiene sus frutos y son por demás interesantes. En esta edición en particular, vamos a tener un número importante de actividades y una importante y variada selección de obras audiovisuales. Tenemos 60 propuestas elegidas por un jurado, que van desde lo regional hasta lo internacional. Una particularidad de esta edición es que será un formato virtual y presencial. Por suerte las circunstancias sanitarias actuales nos permiten hacer presenciales las exhibiciones de las obras que se van a llevar a cabo, como todos los años, en el Centro Cultural Universitario, (Córdoba y 9 de Julio) y también dos días de proyecciones en las Casa de la Culturas, en Resistencia, Chaco. Se suman algunos talleres también en el CCU, una actividad en Punta Tacuara y charlas y conversatorios programados en la plataforma MICA del Ministerio de Cultura de Nación y en nuestro canal de YouTube.

—Escribiste un texto muy hermoso donde decís que “se volvieron cómplices de aquello audiovisuales raros, que no cabían en categorías conocidas”, ¿qué significa esto?

—Sí, creo que es la particularidad que define nuestro festival. En la región, antes del año 2012, no existían antecedentes de festivales de este tipo que nuclearan o dieran pantalla a obras audiovisuales que no sean específicamente cine de ficción o cine documental en los modelos narrativos clásicos. 

Nos interesan todas aquellas obras audiovisuales que son realizadas por artistas visuales relacionados con el videoarte y también con el cine experimental, que son aquellas realizadas por quienes tal vez se definen como realizadores de cine pero todas comparten abordajes que buscan y ensayan modos no convencionales en el tratamiento audiovisual. Y también todas las obras que combinan -por ejemplo- diversas tecnologías no pertenecientes al cine o tienen un formato de exhibición diferente, que no es a veces una pantalla monocanal, sino que tal vez son más cercanas a la instalación o tienen alguna singularidad en su formato. 

—¿Son otras narrativas?

—También, por supuesto. Todas las obras que convocamos mayormente tienen narrativas diferentes a las que estamos acostumbrados, por eso el término “raras”, porque tienen tratamientos del tiempo no lineal y no cuentan tal vez una historia de la forma clásica en la que estamos habituados o esperamos ver y oír en una propuesta audiovisual. En las piezas que forman parte de la selección de Play, suele haber una diferenciación entre lo que estamos viendo y escuchando respecto de lo esperable, lo predecible en términos de “relato” audiovisual. Hay otro tipo de relación que se establece entre imágenes y sonidos, que hace que también se generen otros sentidos y que podamos pensar-sentir más allá de la correspondencia convencional entre el ver y oír.

—Estas formas no habituales para gran público, sin embargo, son hechas por artistas regionales que no se olvida dónde viven. Me parece muy llamativo también a lo largo de estos diez años esta situación.

—Exacto. Es algo que incluso estamos investigando y es algo que se está forjando. Hay un archivo muy interesante para investigar porque en estos 10 años, no sólo Play ha sido un lugar de exhibición para obras que provienen de otros lugares y espacios geográficos fuera del NEA, sino que también se ha fomentado la producción local y de no tener mayormente artistas que producían dentro de estos formatos, ahora tenemos gran cantidad de envíos, lo cual nos pone felices. 

Tenemos artistas que exhibieron sus primeras obras en Play y ahora están exhibiendo en muchísimos festivales y espacios del país. Todos estos sucesos nos hacen sentir inmensamente orgullosas. Y creo que como bien vos decís, dentro de estas producciones hay mucho de nuestro espacio cotidiano que es mirado de otra forma, y eso también es muy interesante, eso empieza a circular como imágenes de lo que denominamos “nuestro”, pero desde otros puntos de vista y escucha, en otros formatos que nos permiten también pensarnos y sentirnos de otra forma. Creo que hay algunas recurrencias temáticas, ya sea los lugares que transitamos en estas tierras hasta cuestiones de religiosidad popular. Hay mucho contenido local y estamos en pleno movimiento de la materia audiovisual para encontrar modos no hegemónicos de ver y oír.

—También hay una utilización de herramientas como el Found Footage, Google Earth o el Glitch. 

—Si, son formatos sumamente revisitados en la contemporaneidad. Nos permiten intervenir en las imágenes que han producido otras máquinas y hacerlas nuestras mostrando sentidos a veces ocultos, o tergiversándolos.  

Pero vamos por partes, por un lado lo del Glitch que, lo que tiene de interesante, es esa forma de entender las imágenes, apropiarse y trabajar a partir del error. Siempre el error es algo que se descarta en las producciones más funcionales y convencionales de la industria audiovisual. Pensemos por ejemplo en la comunicación o la publicidad. El error, no cabe, el error no se mira  pero pueden surgir cuestiones interesantes del error porque nos permite ver otra cosa, nos permite ver incluso hasta alguna visión de todo un espectro bello dentro del error mismo, a nivel de la plasticidad de las imágenes. Bueno, de hecho, en el caso de Google, por ejemplo, relacionando con la que decís del Glitch, también Google si bien es una herramienta muy poderosa está llena de errores que tiene que ver con que la plataforma está en continuo desarrollo, evolución, y que por suerte hay cosas que no puede tampoco captarlas ¿no? Y eso abre una puerta a la exploración interesante. De hecho me acuerdo que escribiste una nota hermosa sobre una obra mía en el 2015 “Geografías íntimas” y un video muy interesante con este mismo recurso, de Laura Seniquel que exhibimos en el año 2015 en Play. 

—Exactamente, que también trabajaba con Google earth. 

—Tu texto es muy  preciso y  no habla de cuerpos, habla de tramas de cuerpos con tonalidades de nuestras voces y  las cuestiones de género. ¿Qué son estas tramas de cuerpos?

Nombraste ahí también dos puntos que de hecho van a formar parte de uno de los programas de este año y que tiene que ver con diversidades en movimiento. Creo que hay muchos artistas de la región y de otros lugares que están produciendo obras que crean o inventan imágenes que todavía estaban ausentes dentro del imaginario audiovisual local, como todo lo relacionado  con las disidencias sexuales, con los cuerpos que no son hegemónicos. Es toda una vertiente muy interesante porque permite, justamente, que puedan circular otras formas posibles de vernos y de pensarnos en imágenes y sonidos.

Una de las charlas que vamos a tener en esta edición, es con realizadores conversando sobre sus producciones en relación a estas problemáticas, y creo que esa es también es otra forma de acercarse al cuerpo (discutiendo estereotipos y preconceptos en este caso a través de imágenes en movimiento); formas que además se alejan del tratamiento de los medios de comunicación y la publicidad, que suelen ser mucho más amenazantes. 

Las obras que se exhiben en Play, por el contrario, nos permiten indagar en la posibilidad de ver libertades o quizás otros modos de habitar la materialidad y plasticidad del cuerpo. Ver eso como singularidades y que a la vez pueda formar parte de una trama colectiva; y que todo esto a su vez, tenga sentido para convertirse en vídeo, que haya algo del movimiento visual y sonoro que dé sentido a esa focalización a través de lazos intersubjetivos, es no sólo interesante sino necesario.

—La otra parte importante de Play, es la gestión. Las cuestiones relacionadas con las itinerancias, presencia en distintos festivales, museos, galerías. De Play surgieron muchos artistas que en este momento están circulando. Me parece relevante ver en perspectiva los diez años pasados. ¿cómo lo ves?

—Por un lado, sí está toda esta parte de las itinerancias que hemos realizado y nos pone muy contentas que se lleven a cabo a partir de invitaciones a otros festivales, dónde podemos llevar nuestros programas con las obras que se exhiben dentro del festival. Intercambiar, y también qué tipo de temáticas se abordan, de qué modo se abordan. Eso es muy interesante.

Y por otro lado, creo que esto que decís de propulsar artistas, ir creando una escena que se constituya con espectadores y con espectadores-realizadores que fue, en muchos casos también lo que ocurrió con Play.  Es algo súper lindo que vengan a ver propuestas y que eso termine siendo un disparador para después animarse a explorar el terreno audiovisual desde sus propias producciones personales. A lo largo de estos 10 años, los espectadores se nutrieron también de los seminarios, charlas, conversatorios que hemos realizado, y hoy en día se ve ese rédito. 

Creo que algo que tiene Play de particular y a veces -incluso- difícil de entender es que es un festival en sí raro. Porque es un festival donde conviven personas que tal vez es la primera vez que muestran una obra en público, pero también al lado puede estar mostrando alguien que quizás tiene décadas produciendo y realizando. Me imagino, por ejemplo, alguien que nos acompaña siempre y nos acompañará también en esta edición como Graciela Taquini, que de hecho es la iniciadora del videoarte argentino y ahora también está colaborando con un proyecto que tiene una perspectiva de género junto a otras realizadoras, y al lado de ella puede estar exponiendo alguien que, como te decía, tal vez muestra algo por primera vez. 

Lo mismo también la singularidad de que sean propuestas de lugares tan diferentes, a mí me gusta muchísimo.

—Decís en el texto, que son hibridaciones e inclasificables en sus modos de hacer la textura que tiene, la pluralidad que plantea. Hablemos ahora del otro componente fundamental de Play, que es el público. ¿Qué viste en estos diez años? ¿Cómo cambió? ¿Hacia dónde fue? ¿Podemos verlo? ¿O apenas es incipiente ese movimiento?

—Lo hemos charlado durante estos años y es algo que tal vez ahora, con cierta distancia y recorrido transcurrido a lo largo de una década, empiece a notar de forma un poco más clara.

Como te decía, Play surgió como una idea loca en 2012, a partir de charlas con Fernanda Toccalino. Y para una región donde no había absolutamente nada relacionado a este tipo de  propuestas, intuyo que al principio habrá sido novedoso, desconocido para quienes estaban habituados a acercarse al CCU. Sin embargo no tratamos de crear un público específico para este tipo de obras. Y eso tal vez hizo que en las primeras ediciones el acercamiento de la gente se diera a partir de la intriga, de ver qué es esto diferente que se estaba mostrando allí y desde entonces comenzó a generarse una suerte de público de Play. 

También es importante tener en cuenta que el surgimiento de Play coincide con la creación de la Facultad de Artes de la Unne y ese espacio y el vínculo con el mismo, contribuyó a una  retroalimentación mutua y constante hasta estos días. Esto algo muy interesante que creo nos fortaleció y potenció por igual, a ambos espacios. Especialmente porque con Play se volvió un espacio para que los y las estudiantes de una carrera de artes, pudieran acceder a una programación contemporánea y variada de producción audiovisual, a partir de la cual les fue posible acercarse a formas de realización abordadas posiblemente en esa formación, pero desde una cercanía mucho más palpable en relación a producciones que quizás pudieron resultarles lejanas por los contextos de producción de artistas de otros espacios, y eso, es algo muy interesante. A su vez Play se volvió un espacio de difusión de las producciones realizadas por los y las estudiantes de la Fadycc. Aspecto que se sigue fomentando y fortaleciendo con cada edición.

Creo que hoy ya hay un público que espera Play, que de hecho, también hay mucho público que está produciendo y que manda sus obras. Así que, eso nos encanta particularmente. Desde el año pasado también hemos decidido apoyar la producción regional con un premio especial para esa categoría, que está a cargo del Instituto de Cultura de Corrientes; siempre apostando al fortalecimiento de la escena local, y gestionado también un incentivo para quienes se animen a ello. Esperemos que así siga siendo, ya que poder sostener estos espacios requiere de un enorme esfuerzo humano, técnico e institucional. 

LA ARTISTA

—Venís de estrenar en Portugal tu nueva obra que se llama “Enviado para falsear”.  ¿De qué se trata?

—Es una obra que comencé a desarrollar a comienzos de la pandemia, el año pasado, en el 2020. Por la pandemia me tuve que quedar mucho tiempo en Resistencia y empecé a seguir de cerca los hechos que ocurrieron como parte de la persecución contra la comunidad indígena Qom. A partir de ahí, me centré en un gesto que me pareció muy interesante, que es el hondazo a un drone de la Policía que estaba vigilando el barrio Gran Toba de Resistencia, con la excusa de tratar de apaciguar la propagación del covid-19. Esta situación fue el punto de partida para comenzar a pensar en algunas relaciones, en una suerte de anacronías, con otros hechos que ya han ocurrido en ese mismo territorio, cien años atrás, sobre comunidades indígenas.

A partir del diálogo con Alejandra Reyero y Mariana Giordano, investigadoras de Conicet, en Resistencia Chaco, me acerqué a un material muy interesante con el cual pude poner en tensión ciertos pasados y presentes políticos vinculados a las comunidades indígenas. Me refiero particularmente al acervo documental de un antropólogo alemán y en especial, a una fotografía que hoy integra una colección de una institución europea.  

—Ese hecho histórico al que te referís es la masacre de Napalpí. 

—Exactamente.

—Mariana Giordano presentó eso ante la Fiscalía y se hizo un juicio.

—Sí. La foto del antropólogo alemán Robert Lechmann Nitsche fue una imagen contundente en ese juicio, ya que fue considerada como prueba para juzgar la Masacre de Napalpí como un delito de lesa humanidad.

—Hay ahí un tema que transita tu obra, que atraviesa tu obra: la memoria. ¿Por qué?

—Sí, en este caso particular, hay una vinculación directa con un discurso histórico y una memoria étnica que reconozco, me resulta ajena y lejana. Pero con la que sentí que pude dialogar a partir de una situación común y extrema, como fue/es la pandemia del covid–19 y en especial la situación de aislamiento social que nos atravesó a todes pero que fue particular para aquellos grupos y sectores históricamente vulnerabilizados como la comunidad del Barrio Toba de Resistencia. Comunidad frente a la cual se agudizaron las persecuciones y abusos de poder de siempre. 

Por esto mismo, me tomé mucho tiempo para realizar esta obra que deriva de un arduo proceso reflexivo con este grupo de investigadoras que te mencioné y con un grupo de colegas y amigos realizadores que me acompañó muchísimo en las decisiones de montaje, pensando cómo y desde dónde abordar una problemática tan sensible como es la memoria histórica de una comunidad indígena, con la cual se tiene todavía tanta injusticia. 

Me parece que el lugar que hallé para plantear algo con la mayor sinceridad y seriedad posible fue desde el reconocimiento de una “lejanía cercana”. Una lejanía desde la cual decir algo admitiendo el lugar de enunciación privilegiado que supone mi voz y mi obra. 

Creo que en este sentido, es un pequeño aporte a lo que sentí como una urgencia y una necesidad, rescatando el gesto del hondazo por parte de la comunidad como acto de resistencia, de empoderamiento, que en esta oportunidad además, la aleja de la imagen estereotipada y exotizante de victimización con la cual estamos acostumbrados a verla. Y eso desde el principio me motivó a pensar y a hacer algo desde el lenguaje audiovisual, reconociendo sus propios límites y los míos.  

—Me llama la atención justamente esto.  Porque es un tema que podría verse desde el punto de vista histórico, o personal pero es social. Y eso de algún modo tensiona tus obras anteriores, que estaban relacionadas a una memoria individual. Hay una tensión, o al menos un tránsito de ir de lo individual o subjetivo a una visión más comunitaria.

—Exactamente. Me parece que el objeto honda o gomera, tiene algo de eso que decís. Y me encanta particularmente, porque se trata de un objeto cotidiano, común, que puede generar y dar lugar a los trabajos de memoria de todo un grupo étnico históricamente discriminado. Un objeto común puede dar lugar a la necesidad y la urgencia de recuperar algo del pasado desde un hecho singular, particular e individual contemporáneo, como arrojar un drone de la Policía del Chaco. Y sobre todo, en lo que me compete, qué hacer con eso en términos audiovisuales, qué hacer a nivel de la imagen con eso; porque lo que más trabajo en esta obra es qué pasa con este gesto a nivel visual, qué genera ese hondazo, qué hace contra esos dispositivos de control como los drones, que buscan ver y registrar todo desde el cielo. Todo esto es eminentemente político – social – colectivo. Vengo investigando ya hace un tiempo y escribiendo también sobre estas cuestiones y esta obra sintetiza un poco algunos de estos intereses que me interpelan y continúan generándome interrogantes. 

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