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Abstracción pospictórica: antecedentes

Serie de notas sobre diferentes movimientos del arte contemporáneo con conceptos claros para todos.

Por El Litoral

Domingo, 21 de marzo de 2021 a las 01:02

Por Julio Sánchez Baroni* 
Nació en Villa Ángela, Chaco, es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires, ha sido docente de la Universidad de Nueva York y actualmente de la Universidad Nacional del Nordeste. Escribe crítica de arte en diferentes medios (La Maga, La Nación, Clarín) y es director de la revista digital NAÉ, Nuestro Arte de Enfrente, editada por la Fadycc (Unne).
Especial para El Litoral.

Con el rótulo de pintura minimalista se designa a un conjunto de obras que se opone a las emociones del expresionismo abstracto, actitud que compartían con la pintura hard edge (borde neto) y el field color (campo de color). Las tres tendencias se pueden englobar como abstracción post pictórica. En la pintura minimalista se reduce la información plástica, el color, la forma y la estructura; se subraya el carácter objetual del cuadro que hay que considerar en relación con la pared que lo soporta y el espacio que lo contiene. Entre sus cultores sobresalen Frank Stella, Agnes Martin, Robert Ryman, Robert Mangold, Brice Marden y el alemán Blinky Palermo.            
El “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” (1918, Moma) de Kasimir Malevitch (1878-1935) y la serie más despojada de Piet Mondrian fueron antecedentes de esta pintura reduccionista. En la década del cincuenta la austeridad plástica aparece con Mark Rothko, Barnett Newman, Ad Reinhardt y las pinturas blancas de Robert Rauschenberg. Algunos críticos consideran al francés Ives Klein y al ítalo argentino Lucio Fontana como proto-minimalistas. Sus monocromos están emparentados estilísticamente con el minimalismo, aunque tienen un peso metafísico que les falta a los norteamericanos. Klein creía estar llamado a ayudar a la humanidad a recobrar algo del Vacío Primordial, un espacio espiritual donde la conciencia purificada podría volar libre del problemático mundo de la materia. Su serie de monocromos azules demandaban poca capacidad técnica y eran una mofa al concepto de originalidad proclamado por los expresionistas abstractos. Fueron una excusa real y concreta para hacer presente lo etéreo; Klein aseguraba que la verdadera obra de arte estaba más allá de lo que se podía ver o tocar y los planos de color de sus cuadros estimulaban el pensamiento especulativo. Algunos fueron rosados y dorados, pero su mayor producción fue de un azul eléctrico ultramarino. A partir de 1960 incrementó la escala de los cuadros que estaban desnudados de toda composición, dibujo y contrastes. Solo el color era resonante, unitario y tan vibrante que parecía invadir el espacio del mismo espectador y tan profundo que evocaba a la vez el cielo y el mar. Parte de este efecto mágico proviene del medio que Klein inventó con ayuda del químico Rhône-Poulenc, suspendiendo pigmento puro y seco en resina sintética cristalina y solventes compatibles. Era un medio versátil que podía ser pintado, esparcido y hasta empastado y tenía un efecto mate que parecía absorber la luz, fue patentado en 1960 como IKB (International Klein Blue). Los cuadros tenían las puntas redondeadas y estaban ubicados algunos centímetros alejados de la pared para darle una apariencia aún más volátil.  Klein evitaba la línea, que era “mala”, pues delimitaba formas y las capturaba sin dejar que la materia fluyera. Con esponjas impregnadas de IKB realizó un “relieve lunar” creando una imagen del espacio exterior que era consecuente con la urgencia del artista de hacer presente el infinito en la realidad del hombre.
Lucio Fontana produjo una obra que anticipó muchas manifestaciones del arte conceptual. Hacia 1958 comenzó una serie de monocromos que llamó concetti spaziali (conceptos espaciales). Su Manifiesto Blanco, publicado en Buenos Aires en 1946, profetizaba un arte emancipado de su esclavitud al cuadro pintado y hasta de medios técnicos como el neón o el video. Un año después, en 1947, publicó en Milán el Manifiesto Espacial donde hablaba de un gran arte que fusionaba la abstracción informalista, las estrategias del dadá, la escultura, la pintura, la arquitectura, la ciencia y la tecnología. En 1949 construyó su primera obra espacialista (Ambiente Spaziale) una instalación que ocupaba una sala totalmente oscurecida, excepto por formas fluorescentes de color suspendidas en el aire y que se veían con la trémula luz negra de una lámpara ultravioleta. Luego comenzó a pintar, primero, con gestos exagerados como burlándose de los informalistas, más tarde evolucionó a un tipo de superficie monocroma, virginal, pasiva y pura que era atacada por diferentes elementos cortantes. La acción no era destructiva, por más de que lo pareciera, era un gesto creativo para integrar la tela con el espacio de su alrededor y para demostrar el potencial escultórico de la pintura. Poco antes de morir Fontana afirmaba: “La inteligencia del hombre es la única cosa en la que creo, más que en Dios. Para mí Dios es la inteligencia del hombre, tengo fe en la inteligencia del hombre y estoy convencido de que en el futuro el hombre conocerá un mundo completamente transformado por el arte”.
En los Estados Unidos la pintura minimalista llega a su madurez con Frank Stella. Sus primeras aproximaciones al arte fueron bajo la influencia de Willem de Kooning, luego hacia 1958 empieza su serie más importante las Black Paintings (Pinturas Negras). Al graduarse en Princeton ese mismo año, Stella estaba determinado a crear un arte que no fuera el registro de las emociones del artista, sino una estructura intelectual objetiva. Repudió el expresionismo y afirmó: “Me baso en el hecho de que lo que se puede ver está allí, y allí se puede ver la idea sin confusión alguna. Lo que se ve es lo que se ve”. 
Su primera gran serie de trabajos (1958-59) consistió en 23 grandes telas negras con franjas paralelas de seis centímetros de ancho -que seguían el módulo de las tablas de madera del bastidor- y líneas delgadas de color blanco -no pintadas, sino creadas con los interespacios entre los negros- que formaban dibujos rectilíneos. En 1961 elaboró una serie con cuadrados concéntricos que continuaban el estricto formalismo rectilíneo de los cuadros negros, pero ahora con una mayor complejidad espacial, las franjas de color estaban separadas por bandas blancas y se provocaba un efecto de expansión y contracción, de concavidad y convexidad. Más adelante emprendió series en aluminio, cobre y pintura magenta, siguió explorando las franjas con distintos colores e incorporó la curva que daban un efecto órfico, recordando las telas de Robert Delaunay.

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