¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

PUBLICIDAD

Abstracción postpictórica: la pintura minimalista

Por El Litoral

Domingo, 04 de abril de 2021 a las 01:04
Blinky Palermo, To the People of New York City (Part XIV, Part XIII, Part XII), 1976, acrylic on aluminum.
Distorted Circle within a Polygon I. Robert Mangold, 1972, MoMA.

Por Julio Sánchez Baroni (*)
Nació en Villa Ángela, Chaco, es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires, ha sido docente de la Universidad de Nueva York y actualmente de la Universidad Nacional del Nordeste. Escribe crítica de arte en diferentes medios (La Maga, La Nación, Clarín) y es director de la revista digital NAÉ, Nuestro Arte de Enfrente, editada por la FADyCC (Unne).
Especial para El Litoral

El primer estilo de Ad Reinhardt (1913-1967) es similar al expresionismo abstracto, pero con raíces en el arte oriental. Al final de los años cuarenta, estimulado por la obra de Piet Mondrian y Josef Albers, introdujo en su obra una grilla de bloques de colores que inspiraría luego el estilo por el que es mejor conocido. Después de 1960 produjo solamente pinturas negras donde el cambio de tono es apenas perceptible en rectángulos emplazados en forma simétrica. La simplicidad de estas telas propone una meticulosa atención hacia la relación espacial y el equilibrio de color. Utilizaba un formato cuadrado de 152 x 152 centímetros y él mismo caracterizó su obra como “inmanipulable e inmanipulada, invendible, irreductible, infotografiable, irreproducible e inexplicable; es un no entretenimiento, no es para el comercio de arte o para el público masivo de arte, no es expresionista y no es para uno mismo”.
A pesar de sus propias declaraciones, muchos de estos postulados fueron invalidados, al principio confundía a la audiencia, pero su obra fue aceptada progresivamente. Reinhardt tiende hacia una posición extrema y estrecha los términos de su arte, pero a la vez abre el juego a la especulación y las implicancias políticas y espirituales.
En los sesenta, Agnes Martin preparaba sus cuadros con una base acrílica de blanco o blanco cortado, y marcaba líneas horizontales y verticales a lápiz con una escuadra T o estirando hilos. Había un temblor sutil y desigualdad en las líneas debido a la variación de presión del lápiz y al leve movimiento de los hilos. La unidad del cuadro se lograba eliminando la profundidad espacial y aumentando la multiplicación de formas repetitivas hasta su grado más alto. Martin titulaba sus cuadros con referencias al paisaje o a la naturaleza y afirmaba: “Cuando la gente va al mar, les encanta verlo todo el día. Quisiera que tengan una actitud como esta frente a mis cuadros, que se dejen llevar, como experimentado la naturaleza en una experiencia de simple gozo. Mis pinturas no tienen objetos ni espacio, ni líneas, ni nada. Son luz, luminosidad, hablan acerca de la fusión, de la no forma, del fracaso de la forma. Nadie pensaría acerca de la forma del océano... Un mundo sin objetos, sin interrupciones ni obstáculos”.
En 1952 Robert Ryman (1930-2019) vio una pintura de Mark Rothko que tenía pintado los bordes de la tela; esto lo impresionó mucho pues, aboliendo el marco, Rothko concebía la pintura como un objeto para ser visto integrado con el espacio circundante. En 1957 hizo un trabajo casi cuadrado: sobre un papel puso una gruesa y desigual capa de pintura blanca que cubría toda la superficie mientras dos manchas negras marcaban la parte superior e izquierda de la obra. La extrema sencillez del trabajo es sobrecogedora, pondera la intensidad de una marca singular, su color contra la pintura blanca y la diferencia entre el blanco de la pintura y el del papel. Ryman continuó usando el blanco casi exclusivamente, aunque algunas veces se oculta otro color debajo. El color, muy sutil, se modula de acuerdo al color de la superficie soportante del pigmento, del color de la pared o de la sala en que cada cuadro se expone. Ryman experimentó con diferentes materiales: óleo, acrílico, esmalte, tinta, lápiz, varios tipos de cintas y sobre soportes tan diversos como lino, filtro de papel para café, plexiglás, aluminio y cobre bruñido, papel de cera y el muro mismo. Al artista le interesaba explorar cualidades perceptuales como la transparencia, translucidez, reflexión y opacidad, elegía los materiales -un esmalte mate sobre un aluminio brillante, por ejemplo- por sus propiedades visuales y para resaltar sus características. Sus obras son esencialmente físicas y, más que cuadrados, son una invitación a investigar la información táctil y visual.
Robert Mangold (1937-) se considera a sí mismo un productor de objetos e imágenes. Después de algunos experimentos estilísticos se inclinó hacia la poética de Mondrian y hacia una arquitectura bidimensional reformulando su pintura en los términos más rudimentarios. Trabajaba con paneles de masonita que venían de fábrica con costuras cada intervalo de cuatro pies, como una especie de dibujo ya hecho que Mangold supo aprovechar. Percibiendo los efectos psicológicos de la dialéctica geométrica de la línea curva y la recta, comenzó a agregar sus propias líneas que eran ilusionistas comparadas con las líneas literales de los bordes y costuras de la masonita. Estas obras tienen impacto cuando se ven en serie, todas juntas, como parte de una secuencia.
El rectángulo es el módulo esencial de la obra de Brice Marden (1938-). Hacia 1968 comenzó una serie de dípticos y trípticos que consistían en paneles con un color diferente y unidos verticalmente. Le interesaba la unidad indivisible del cuadro y que ningún elemento adicional amenazara el precario equilibrio entre color, superficie y forma. El primer díptico lo hizo uniendo al ras dos cuadros de la serie Back que se inspiraba en las proporciones de las espaldas de su esposa.
En Europa la pintura minimalista tuvo un representante notable con Blinky Palermo (1943-1977). Este discípulo de Joseph Beuys (1921-1986) estaba convencido que sus cuadros basados en la geometría no eran solamente objetos sino también fetiches llenos de energía. Creó una serie de obras que adquieren sentido cuando se ven juntas como una instalación y en el mismo lugar para el cual fueron diseñados. Su verdadero nombre era Peter Schwarz, pero sus seguidores vieron en él un parecido físico con un conocido mafioso y promotor de boxeo, y comenzaron a llamarle Blinky Palermo. Tan carismático como su maestro Beuys, reivindicaba para el artista el rol mítico y salvífico que alguna vez tuvo.  Quería que sus trabajos fueran inteligibles y literales, con pocos colores y telas teñidas industrialmente su obra recobraba los ideales utópicos de los constructivistas rusos. El artista murió tempranamente a los 34 años mientras visitaba las islas Maldivas.

Últimas noticias

PUBLICIDAD