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Contradicciones

Es como otear el horizonte, viendo adónde nos lleva el cambio de vientos que los impulsan.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Esos “lomos de burro” que siempre nos detienen. Esas “piedritas” en el zapato que nos hacen sufrir. Las cosas normales que deben suplantarse para que “anden”. Por su senda. Por la derecha conservando nuestra mano. En el mundo están ocurriendo cosas, que espero sean para mucho mejor. Contradicciones que son nuevas etapas, que cambian todas aquellas que para desgracia, o no, estábamos acostumbrados a sobrevivirlas.

Quién iba imaginarlas dando vuelta, torciendo el orden. Argentina le ganó a Brasil, en Brasil, la Copa América. La selección italiana le ganó a la inglesa, en Inglaterra, la Eurocopa. En Cuba, los cubanos le perdieron el respeto a sus autoridades, cansados, subdevaluados, se animaron a gritarles a coro: “no les tenemos miedo”, “basta de dictaduras”, “queremos ser libres”. Y no solo eso, sino que se dieron hechos que supuestamente se creían terminados en el mundo moderno: la represión de las dictaduras, aunque Argentina mira para otro lado. Cayeron en esa actitud desesperada, deteniendo a la corresponsal del Diario ABC de España, Camila Acosta, como así a la youtuber cubana, Dina Starts. Interrumpieron las redes. Por consecuencia, como un acto conectado por la igualdad de circunstancias, ha sido acosado el entorno del venezolano, con tal de amedrentar a quien lucha contra Maduro, Juan Guaidó, diputado del Partido Voluntad Popular, por el estado de Vargas. Es un caldo donde Argentina juega a la introspección, como quien dice por las dudas: yo no fui. Es una parte de las felices contradicciones que marcan un cambio de actitud, diría sentido común. 

A partir de una frase del seleccionador argentino, Scaloni, el cambio está dado con entera verdad: debemos unirnos en un cometido para tener claro el objetivo final. Es decir que solamente unidos, con la misma idea como vectores apuntando al mismo blanco, se logrará lo que imaginamos. Y siempre lo que imaginamos apasionadamente nos fortalece. Otra contradicción feliz, cuando terminado el “duelo” Argentina-Brasil, en una muestra de caballerosidad nunca vista; no obstante, la lluvia de críticas de su país, Neymar, como rey vencido, abrazó a su amigo Messi, diciéndole al oído: estoy dolorido por haber perdido. Pero vos disfrutá a pleno la felicidad de haber ganado. 

Siempre en las historias de los pueblos con la idea clara de independencia, de soberanía de los derechos, del bienestar y de la armonía, de la honestidad y ejecutividad de los funcionarios por talento e inteligencia, se encomiendan todas las ansias que tiene mucho que ver con el sentido común. Pensar en utopías sin temores, haciendo siempre uso de la lógica y del bien común. Es decir, que con ello no se afecte lo más preciado, que es la vida. Esas contradicciones que felizmente se dan porque cambian de improviso, son anticipos generalmente de nuevos horizontes que llevan a un país a su estado de grandeza, o no. De pronto por tantas fallas que cometemos en función de intereses ilegítimos, nos desviamos con un costo muy caro que es la perdida de fe, de ser esperanzados. Y, por ende, al producirse flaquezas muy importantes, nuestra marcha se ve congestionada, pero más que nada fracturada por las mismas causas de siempre, el mantenimiento de un poder omnímodo que lo cambia todo tratando de preservar en una desesperada carrera al vacío. Las contradicciones en sus constantes cambios de dirección, son como los movimientos de nubes que de pronto aventuran tormentas, o el advenimiento de aire diáfano que permite vislumbrar cielos brillantes repletos de buenas nuevas que lo ansiábamos y que hoy se incorporan al paisaje. Hay un dicho que es popular: no cambiar de caballo en medio del río, porque cambiar guarda un riesgo imprevisible, pero a veces esos forzados giros, asumiendo el peligro que suponen, nos transforman, permiten volver a la normalidad de un estado respetuoso de sus leyes. No hay mal que por bien no venga. Es decir, con qué nos encontramos y cómo lo normalizamos sin alterar derechos, que son justos pero que los desmadres de la pasión política, nos llevan a otros puertos, y que no siempre las contradicciones son la panacea.

Siempre traemos a colación el populismo, que en eterna fiesta generalmente pierde los estribos; sin embargo, no se lo sobresee, se lo disecciona parte por parte para separar lo bueno de lo malo. En un artículo publicado hace un tiempo por el Diario ABC de España, Pedro Shwartz, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, dice a propósito: “Los expertos suelen destacar tres causas: una, la aparición de demagogos que aprovechan las crisis económicas para lanzar propuestas utópicas; dos, la ingenuidad de unos votantes que se dejan seducir por cualquier flautista de Hamelin; y la tercera, los defectos del sistema que llaman “neo-liberal”, que a su juicio se ha mostrado incapaz, corrupto y plagado de desigualdades, lo que, dicen, explica e incluso justifica la ira de los “indignados”. Y agrega contundentemente: “Los grandes movimientos populistas han triunfado en la historia cuando los han encabezado líderes carismáticos, como Lenin, Mussolini, Hitler, Perón y Evita, Castro o Chávez. Pero limitarse a las fechorías de esos monstruos de Museo de Cera es malentender el alcance del fenómeno. No es culpable el pueblo. Los votantes tardan en darse cuenta del engaño, pero al final son ellos los que se rebelan”. Cuando los estados dirimen derechos puros como la libertad, en que la palabra aunque crítica debe ser dicha, cuando no reconocen sus errores, cuando las operaciones por detrás en silencio y con poca luz, tienen mucho más que ver con su permanencia atornillada que con el cometido jurado por Dios, algo no anda bien. Es cuando las contradicciones muchas veces, aunque ponen patas para arriba el tablero porque lo cambia en un santiamén, lo que resultaba difícil perfeccionar, son buenos vientos que de pronto cambiaron de orientación. Para unos, buenos. Para otros, malos. 

Siempre hago citas, porque soy un convencido, que los referentes “tienen marca en el orillo”, es decir garantía cantada. Por lo tanto más creíble, esclarecedor y aleccionador son sus dichos. Como las letras populares que se aprenden fácilmente, como una canción lo cual asegura, tenerlos en memoria para que el sentido común adquiera su verdadero nivel. Y, es justamente, lo dicho por el español José Luis San Pedro: “Gobernar a base de miedo, es muy eficaz. Hace que no se reaccione, que no se avance. Y el miedo es una fuerza más poderosa que el amor, que la bondad, que el positivismo…El gran problema está en que el miedo anula la libertad. Sin libertad lo que vivo no es mi vida, sino la vida que me imponen. Para vivir hay que ser libre, para ser libre hay que tener el pensamiento libre, y para tener el pensamiento libre hay que educarse.” 

Las contradicciones son como moneda al aire lanzada: cara o cruz. Cada cual con su pálpito. Lo que importa es el todo, la República con la Constitución bajo el brazo.

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